Desenredados [KatsuDeku]

→ I

Una muy larga melena verdosa iba de aquí para allá siendo arrastrada suavemente por un delgado chico. Los ojos color esmeralda de Izuku bailaban por toda la habitación en busca de aquella bolita de algodón bicolor que era su compañía siempre y en todo momento.

—¡Oh, Todoroki-kun! ¡¿dónde estás?! —caturreó con una sonrisa.

El pobre conejo se escondió aún más dentro de aquella tetera vacía: obviamente no revelaría su ubicación, pues se suponía que estaban jugando a las escondidas.

—Veamos... por... —murmuró simulando bajar el tono de voz para hacerle creer al conejito que se alejaba de donde estaba—. ¡Aquí!

E Izuku sorprendió a Todoroki justo en aquella pieza de losa, el cual dio un saltito asustado y con el ceño levemente fruncido salió de ahí para sentarse en el buró frente al chico.

—Ya me aburrí, hagamos otra cosa —suspiró—. ¿Quieres cocinar? —el conejito negó—. ¿Leer? —negó de nuevo—. ¿Cantar? —negó una vez más—. ¿Entonces que?

Las orejitas bicolor señalaron hacia la enorme ventana e Izuku entendió de inmediato lo que su pequeño amigo quería decir, por lo que negó apresuradamente con una mueca de inseguridad.

—Tomura-san dice que no debo salir; ya sabes la razón de eso, Todoroki-kun —recriminó entre molesto e incómodo por la idea, a lo que el conejo bufó—. No seas así, anda, vamos a preparar el almuerzo para nosotros —el pequeño animal hizo mala cara—. Vamos, mañana tendremos un descanso, recuerda que será mi cumpleaños.

Con un leve asentimiento de la bolita de pelos, ambos se dispusieron a sacar lo necesario para preparar una buena comida. Izuku tarareaba una canción desconocida para el conejo, pero que parecía ponerle de buen humor.

Los cabellos verdosos se movían tenuemente al compás de las caderas delgadas y estrechas del peliverde al bailar al ritmo de la melodía imaginaria. Ambos estaban dedicando su mayor esfuerzo para preparar su comida favorita: katsudon.