→ Epílogo

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Cerca de dos años habían transcurrido con total normalidad desde que Izuku regresó al reino, Katsuki se había reformado y era su leal escudero, y Kaminari y Jirou eran guardias de la realeza; todo el reino ahora los aceptaba y eran conocidos por lo fuertes y leales que eran con el príncipe y su familia, aunque claro, aquello tomó tiempo.

El lugar estaba más feliz que nunca, la gente sonreía a menudo, los reyes paseaban por las calles, incluso los robos habían disminuido drásticamente; y respecto a Dabi y a Tomura, los dos fueron sepultados en secreto para evitar que los aldeanos quisieran ir a hacer malas cosas en sus tumbas, porque a final de cuentas, ellos dos eran humanos también.

Sobre Kaminari y Kirishima, pues ellos empezaron a vivir juntos, se habían hecho cercanos después del incidente de la torre y trabajaban juntos; y Jirou, pues ella se reencontró con su amada Yaomomo, la cual había estado fuera del pueblo desde que ella se convirtió en ladrona y tuvo que regresar al descubrir que su prometido estaba involucrado en cosas malas y que estaba muerto.

Para los dos ladrones, las cosas habían cambiado a mejor; y obviamente para Katsuki también, pero ahora tenía un enorme problema: Izuku debía casarse para gobernar.

Y bueno, él aún no le proponía matrimonio, y si no lo hacía pronto, el peliverde iba a ser casado para forjar una alianza con un reino vecino; aunque hay que aclarar que Deku no estaba siendo obligado, pero él no iba a negarse a una especial petición de sus padres —que no estaba obligado a cumplir si no quería—, porque su ternura y cariño por ellos iba muy lejos.

Sin embargo, esto para el rubio era un problema, pues ese peliverde era solamente suyo y si la única manera de que fuera así siempre era pidiéndole matrimonio, pues que así fuera.

Ese día, exactamente dos semanas después de que Izuku le contara que sus padres le habían propuesto lo de la alianza y matrimonio arreglado, Katsuki pidió una audiencia con los reyes y el príncipe; estaba muy nervioso, sudaba a mares y no podía dejar de sentir ligeros temblores enblas manos.

Se había vestido elegantemente y se había arreglado lo mejor que pudo; y cuando llegó el momento, sus nervios casi lo sobrepasaban.

—M-Mi rey, mi reina —murmuró haciendo una reverencia—. Príncipe —saludó sonriendo.

—Joven Bakugou, ¿a qué se debe esto? —inquirió Toshinori algo confundido, porque normalmente el rubio cuando quería hablar con ellos, solo lo hacía y ya.

—H-He venido... —carraspeó el ojirubí—. He venido a pedir formalmente la mano del príncipe.

Los reyes soltaron una exclamación de asombro y las mejillas del pecoso se pusieron rojas.

—Izuku, ¿tú...? —iba a preguntar Inko.

—¡S-Sí quiero! —chilló el ojiesmeralda sin dejar terminar a su madre.

Seguido, brincó de su silla a darle un abrazo a su nuevo prometido; los gobernantes sonrieron enternecidos.

[...]

La ceremonia se organizó rápidamente, todos los habitantes del pueblo asistieron, y Kaminari y Jirou fueron el padrino y la madrina de la boda; mientras que Iida y Todoroki se encargaron de llevar los anillos.

Era un día fresco, el sol estaba en lo alto pero no hacía calor como otros días, la primavera estaba en pleno apogeo y las flores estaban adornando cada rincón de la iglesia; Katsuki vestía elegantemente y estaba ya de pie en el estrado con los nervios de punta, no podía calmarse por nada del mundo y por más que Denki tratara de ayudar, no podía.

Desenredados [KatsuDeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora