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Tras varios minutos, Kaminari y Jirou iban regresando con varios peces envueltos en hojas, algunas bayas silvestres, y también una pequeña navaja que habían encontrado clavada por ahí

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Tras varios minutos, Kaminari y Jirou iban regresando con varios peces envueltos en hojas, algunas bayas silvestres, y también una pequeña navaja que habían encontrado clavada por ahí. Sin embargo, al acercarse un poco al punto de encuentro, ambos ladrones detuvieron su andar al notar a los dos chicos besándose.

Interrumpir otra vez no era una opción, porque todavía amaban sus vidas, así que regresaron lentamente por el bosque, recogiendo leña seca, hasta llegar al río, aprovechando para destripar los peces y dejar todos esos desechos lejos para evitar ataques animales, cosa de la que se habían olvidado antes.

Estaban tranquilamente sentados en la orilla, sin realmente hablar, hasta que Kaminari notó lo meditabunda que se veía su amiga.

—Jirou, antes te pusiste triste, cuando Bakugou nos mandó a buscar comida, ¿por qué? —inquirió curioso, mientras sacaba agua del río con un envase que encontró tirado y limpiaba la sangre y tripas de los peces.

—¿Te conté alguna vez que me enamoré? —suspiró ella.

—¿Tú? ¿enamorada? —estuvo a punto de reírse, pero cuando vio a su amiga tan seria, se aguantó.

—Sí, yo —sonrió nostálgica—. Fue hace algunos años, antes de conocerlos a ustedes dos —contó. Él la miró atentamente, esperando a que continuara su historia—. Ella se llama Yaoyozoru Momo.

—¡¿Qué?! —chilló. Es que aquel apellido era de la nobleza—. ¡¿Cómo es que tú...?!

—¿Pude estar con ella? —rió, entendiendo la sorpresa de su amigo—. Pues trabajé como sirvienta en la mansión, y de alguna forma, terminé siendo su ama de llaves —suspiró con tristeza—. No sé si era correspondida, pero ella era muy dulce conmigo... —comentó sonrojándose un poco—. Y bueno, estuvimos juntas un tiempo, pero cuando le dijeron que iba a casarse con un guardia real, perdí cualquier esperanza de poder estar con ella y me salí de su casa.

—Eso es muy triste —sollozó Kaminari, llorando. Su lado sentimental salió a flote al ver a su amiga con las mejillas rojas, pues ella normalmente era un poco más retraída.

Jirou recibió algo incómoda el abrazo del rubio, pues no le gustaba mucho el contacto físico, pero bueno, ya qué; luego, continuaron platicando sobre varias cosas triviales, y sobre todo, de Bakugou e Izuku, el cómo se veían juntos y la forma de tratar del ojirubí al pecoso.

Una larga hora después, ellos regresaron con ambos chicos, los cuales estabas tirados en el suelo mirando el cielo, el peliverde estaba sonrojado y descansaba sobre el pecho de Katsuki, quien tenía sus propios brazos de almoada para estar cómodo.

Había una fogata ya encendida y varias ramas secas a una distancia prudente.

—Estamos de vuelta —anunció Kaminari con una sonrisa.

Desenredados [KatsuDeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora