→ XIV

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La puerta que Izuku que había indicado era justo la que contenía al idiota del oficial que siempre buscaba capturarle, Kirishima estaba amarrado y amordazado; lo tenían sentado en el suelo y encadenado a una columna para evitar fugas.

Cuidadosamente, el rubio entró en la habitación, pero tan pronto como cruzó el umbral de la puerta, dio un salto hacia adelante, y segundos después, el sonido de una espada chocando violentamente con la madera del suelo resonó en la habitación; Dabi casi le cortaba la cabeza de un tajo, si sus reflejos no le hubiesen avisado, quizá él ya estaría dividido en dos.

—Tú... —gruñó el ladrón viendo con enojo al azabache que sacaba la espada del suelo y la empuñaba nuevamente contra él.

—Nos vemos de nuevo —saludó escéptico el guardia.

Molesto, Katsuki se paró en posición de pelea mientras sacaba una navaja y la empuñaba en dirección al azabache que le veía sin expresión en el rostro, mientras tanto, Kirishima chillaba asustado y preocupado, pero al tener una mordaza en la boca toda palabra que tratara de decir no era entendible.

El rubio se lanzó a luchar contra Dabi, quien se defendió con su espada rápidamente; las abanicadas de ambos con los objetos corto punzantes eran veloces y direccionadas a herir al otro, porque al parecer, el combate se había tornado a muerte.

El sonido de las hojas metálicas chocando era fuerte y ocasionaba pánico en el pelirrojo, quien intentaba con todas sus fuerzas desamarrarse para poder ayudar en algo; la concentración de los dos era bastante, pues si se descuidaban un segundo, el otro aprovecharía para terminar ahí mismo la pelea.

Solo fue un grito, un lastimero y sonoro grito que resonó en la torre, lo que hizo que Kacchan se desconcentrara y mirara preocupado hacia la puerta de la habitación, como intentando ver qué ocurría afuera.

—¡Deku! —llamó el ojirubí entrando el pánico cuando no recibió respuesta.

En ese corto instante, Dabi aprovechó la distracción, y le apuñaló en el costado del abdomen, cerca del corazón, tan cerca, que el azabache creyó que su espada había perforado el órgano vital, por lo que sonrió levemente y salió de la habitación, dejando al rubio desangrándose en el suelo.

Bakugou suspiró de manera cansada, y con dificultad se puso de pie mientras agarraba la navaja para liberar a Kirishima; el pelirrojo se vio sorprendido de la fuerza del ladrón, pues incluso había sido capaz de abrir el candado con la punta del objeto, y ahora trataba de correr hacia la puerta.

—Oye, espera —pidió el oficial sosteniendo por los hombros al criminal herido—. Estás desangrándote, no creo que debas seguir...

—Cállate —gruñó zafándose del agarre y caminando lenta y dificultosamente hasta la puerta, sin dejar de sostener con fuerza el lugar herido en su cuerpo.

Katsuki salió por el pasillo hasta el salón en que había dejado a Izuku, y lo que vio, lo dejó atónito: Tomura estaba en el suelo en medio de un charco de sangre, Dabi le apuntaba al cuello del pecoso con su espada, y este tenía el cabello cortado cruelmente, casi como si se lo hubiesen arrancado.

¡Kacchan! —chilló el peliverde asustado y acorralado por la hoja de la espada.

El ojizafiro se giró a ver al ladrón, y con el ceño fruncido abanicó el objeto corto punzante hacia Izuku, quien se encogió en su lugar y cerró los ojos fuertemente con miedo; pero nadie esperó que quien resultara siendo cortado fuese Bakugou, el cual había sacado fuerzas de quien sabe donde y se había atravesado en el camino del azabache.

La sangre brotó a cántaros del cuerpo del ladrón, el cual cayó al suelo llenando el piso con el líquido carmesí; los ojitos de Deku se abrieron de par en par al ver a Kacchan en el suelo y se arrodilló junto a él mientras lloraba nervioso y con miedo.

Desenredados [KatsuDeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora