hogar

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Dejar de normalizar
erupciones volcánicas
en valles y llanuras.
Es cuestión de minutos
hasta que los gritos
las calles inundan.
Una chispa que incinera
una ciudad entera,
y un hombre que, furioso,
ruge como pantera.
Mis ojos cargan bebés morados
concebidos por el cansancio
de vivir constantemente en el limbo
entre la locura y lo medianamente sano.
Y quiero irme de acá,
volar lejos.
Llevarme a todos
o a nadie,
ya no sé a quién mi secreto confiarle.
Harta estoy de encontrar sal en mi garganta,
sentir el gusto de lágrimas contenidas
y palabras afiladas que, a su paso,
dejaron heridas.
Me arde el pecho o el corazón,
si es que todavía late.
Una vez se fue a dormir
y juró nunca más despertarse.
Ruidos, golpes
a objetos que vuelan
como insultos
que chocan estas paredes,
que me encierran cada vez más
y se atan en mí como redes.
No puedo moverme, no puedo escapar.
(¿Quiero?)
Quiero escapar.
No hay lugar.
Quiero no oír más gritos,
no lo aguanto más.
Tengo miedo
de acostumbrarme y
volverlo a normalizar.
No es normal este desastre,
no hay volcanes en un
hogar.

DesagotandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora