CAPÍTULO 20.

222 41 1
                                    

Marzo 2013

—Estoy haciendo esto al revés.

—Pensé que sabías anudar una corbata— dijo preocupado.

—Y sé hacerlo, solo que no debería estar ayudándote a vestir, sino desvistiéndote.

Su ceño desapareció en un latido y su sonrisa se amplió. Los ojos comenzaron a brillarle con esa malicia que me volvía loca.

—Tenemos tiempo— y me aprieta contra él.

—No, no lo tenemos— le respondo zafándome de su abrazo de oso— tu graduación comienza en 30 minutos.

Suspira resignado pero su sonrisa no desaparece.

—Bien, después entonces— y sus ojos resplandecen otra vez— como regalo de graduación.

—Y será un excelente regalo de graduación, porque no todos los días mi novio se gradúa. Estoy orgullosa de ti— le digo mientras termino de ajustar su corbata y enderezo su traje. Retrocedo un paso para contemplar la vista y suspiro, de verdad que se ve tan apetecible que estoy considerando que lleguemos tarde. ¿Qué importan 15 minutos? Solo eso necesitamos.

—No lo hubiese hecho sin ti, sé que es trillado, pero es verdad. Tú me mantienes cuerdo y concentrado en ser mejor persona y mejor hombre para ti. Quiero darte lo mejor porque no te mereces menos que eso y para poder estar a tu lado, no puedo ser menos que excelente

Sus palabras me sacan de mis pensamientos libidinosos. Nunca he sido la romántica y su facilidad para expresar su amor siempre me ha quitado el habla y en algunos casos el aliento. Hoy no es la excepción, pero esta vez no es amor el sentimiento que hincha mi pecho, es orgullo, porque es un hombre que ha luchado solo, que cada logro lo tiene a pulso, que trabajó incansablemente, que estudió hasta quemarse las pestañas y que no le debe nada a nadie, y menos a mí, a pesar de lo que él diga, aunque discutir este punto no tiene sentido.

— ¿Sabes lo que más admiro de ti?— le dije—. Tu capacidad de superación. Nunca dejaste que el cansancio del trabajo te quitara horas de estudio. Nunca permitiste que un examen afectara tu rendimiento laboral. No sé cómo lo hacías, pero lo hiciste. Y lo hiciste solo, no, es cierto Dominic, lo hiciste solo; te conocí ya con trabajo y estudio y lograste hacerme un espacio en tu vida y jamás sentí que competía con tu carrera, ni con tu trabajo. Estoy orgullosa de ti, no porque seas mi novio, sino porque hoy te darán un título, un papel que confirma lo que ya sé, que eres una excelente persona y un excelente profesional.

Cuando terminé, el solo me abrazó tan fuerte que podríamos fundirnos en uno y respira en mi cuello. El perfume de Hugo Boss que le regalé le asienta de forma celestial, se mezcla con su sudor y forma una simbiosis perfecta, es como si ahora transpirara ese aroma dulce y cítrico que me seduce con solo aspirarlo. Me da un beso tierno sin soltarme. No sé cuantos minutos pasamos así, pero sé que no son suficientes para ninguno de los dos. Coincidimos con un largo suspiro cuando tenemos que soltarnos y eso solo hace que sonriamos al mismo tiempo otra vez.

—Cuando termine la graduación y sea el momento de venir a la casa, quiero que vengas conmigo— su voz es suave, su cara seria; sus ojos preocupados me buscan la mirada y cuando la consiguen se relajan—. Y el día siguiente también y el que le sigue, y el que le sigue. Quiero terminar mi día, cualquiera que sea, contigo, y comenzar el siguiente también a tu lado.

—¿Dom, qué estás diciendo? — está nervioso, lo sé porque toma mis manos entre las suyas y sus manos sudan, y es extraño porque nunca sudan. Sigue mirándome casi sin pestañar, como para que lea en sus ojos lo que quiere decirme en caso de que sus palabras no logren expresarlo.

APRESADA. Hasta que la muerte por fin me libere.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora