Capítulo 38.

217 44 1
                                    


21 de Noviembre de 2015

El reloj marcaba las 12:07 a mi llegada frente a la puerta de Ida, una dirección que me sabía de memoria. Volví a sorber de la botella de Smirnoff, acabando los últimos tragos que le quedaban. Los golpes habían dejado de dolerme media botella atrás y el peso de lo ocurrido se desvanecía con lentitud de mi cordura.

Toqué su puerta más por un impulso que por saber qué hacer o decir cuando abriese. Y no me importaba. Era lo bueno del alcohol te desinhibía, te relajaba y lo más importante te hacia olvidar. Confiaba en olvidar esta noche lo suficiente para poder disfrutar mis últimas horas de libertad. Quizás días, dependiendo de cuánto tardaran en conseguir a Dominic o yo soportara la culpa sin entregarme. O cuánto me quedara de vida. La puerta se abrió antes de profundizar en ese último pensamiento porque en cuanto la vi, recordé su traición aunque debería estar olvidada, superada y sobre todo perdonada. Pero allí estaban esos sentimientos.

Su cara de asombro cuando me vio fue igual a la de Marce hace un par de minutos apenas. Vestía una pijama holgada y sobre ella una bata para dormir agarrada en la cintura. Entré a su casa como si fuese la mía, tropecé con la mesita de la esquina, tumbando los adornos que allí tenía.

Di una rápida mirada por la sala de estar y reconocí a mi pesar cosas de Dominic y el toque en su decoración. Un globo aerostático rojo, diminuto estaba al lado de la puerta para sostener las llaves de quien entrase. El estómago se me retorció. Barrí la habitación y me dirigí sin pudor ni vergüenza hasta el bar de la esquina. Reconocía mi Smirnoff favorito a distancia. Tomé la botella y después de abrirla, tomé un gran sorbo para recomponerme.

— Alexa— me dice sorprendida.

— Ida— mis palabras son arrastradas por el alcohol.

No puedo evitar el desdén en mi boca cuando pronuncio su nombre. Mis sentimientos están a flor de piel y el odio que siento por ella no puedo disimularlo a pesar del alcohol que he tomado.

— ¿Qué te pasó?

— ¿Tengo que explicártelo Ida?— digo después de una carcajada seca.

— ¿Dónde está Dominic?— su mirada no deja de inspeccionarme.

— En casa, Ida— su nombre es veneno en mi boca y lo digo con la misma malicia.

— ¿Tuvieron un... altercado? —pregunta buscando con prudencia sus palabras—. ¿Te marchaste?

— Estoy aquí, ¿no? Ida— tatareo con burla su nombre.

Sopesa sus palabras un momento y vuelve a preguntar:

— ¿Toda esa sangre es tuya?

— ¿Importa?

— Me preocupa verte en ese estado Alexa.

— Ahora te preocupas por mi Idaaaa — y otra vez me burlo de su nombre.

— Siempre me he preocupado por ti.

— No lo sé— contesto a los segundos.

— ¿Qué no sabes? — pregunta.

— No sé si toda esta sangre es mía — y no miento.

Su rostro empalideció y disfruto pensar que está sufriendo por Dominic.

— ¿Quieres contarme lo que pasó?

— Claro que no quiero. No vine para acá a conversar contigo. No eres mi amiga Id-da—desgloso en silabas innecesarias su nombre.

APRESADA. Hasta que la muerte por fin me libere.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora