CAPITULO 28.

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Octubre 2015

Estoy cansada. Agotada de cuerpo y mente. No hay ungüento que pueda ponerme para doblegar el dolor de mis músculos, ni crema para disimular los continuos moretones. Los más nuevos aparecen sobre los que ya estaban desapareciendo. Mi cuerpo da pena debajo de ese amasijo de colores, un claroscuro de verdes, amarillos y violetas.

Son las seis de la tarde cuando la puerta principal del departamento se abre. Por la hora, sé que esta noche tendré un descanso, porque no está tomado. Escucho el sonido de los trastos, un chorro de agua y luego el olor a girasoles impregna el espacio de la habitación, cuando un ramo inmenso, demasiado para el pequeño jarrón que escogió, es colocado en la mesa de noche, donde aún se encuentran los chocolates de ayer.

—Deberías dejar de gastar tanto dinero en flores y chocolates.— Dije mordaz después de un resoplido.

Es mi boca la que me busca siempre la mayoría de los golpes, lo reconozco. Un suspiro casi tan cansado como el mío escapa de él.

—Lex, lo lamento, de verdad — la cama se hunde con su peso— no sé cómo hacer, cómo cambiar—. Estaba abatido.

—Ya te he dicho lo que puedes hacer— digo con indiferencia—. Es más, ¿sabes qué? No hagas nada, terminemos esto. Ya no puedo seguir en esta farsa Dominic, estoy cansada de vivir así. No es lo que había planeado que sería mi vida contigo.

—Vámonos de aquí— dice con una esperanza creciendo en su pecho—. Larguémonos de acá. Lejos, podemos irnos a otra ciudad, otro estado, otro país. Estoy seguro que mi mamá y mis hermanas estarían felices si...

—No Dominic— lo interrumpo— no quiero. No quiero irme de mi ciudad, no quiero irme de mi país. Quiero irme de este departamento.

—Vámonos entonces... —dice con una sonrisa naciendo en su rostro.

—Quiero irme de este departamento sin ti.

—Alexa...— susurra en tono de súplica, pero sé que su suplica no es porque no lo deje, sino porque no lo lleve a golpearme otra vez.

—Me rindo contigo Dominic. Tiro la toalla. Quiero irme y quiero que me dejes ir.

Listo. Lo dije en voz alta, con miedo de su respuesta. Lo oculto se hace luz. Lo dije con terror a su reacción pero es hora de que la máscara sea quitada, no podemos seguir ignorando la situación, dejando que los días pasen sin reaccionar. La sorpresa es asombrosa en su rostro, pero solo dura un instante.

Sus brazos se tensan, sus músculos se contraen, unas venas comienzan a aparecer en su sien. Dominic cierra los puños con fuerza mientras su mandíbula se templa. Sé lo que vendrá después de eso porque lo he vivido varias noches, pero estando sobrio, solo se levanta de la cama casi en un salto y sale por la puerta de la casa, sin siquiera azotarla y sin colocarle seguro.

Cuando estoy segura de que no regresará, me levanto y saco del closet el bolso que ha ido llenándose poco a poco, siempre con miedo a que lo descubra. Abro las gavetas y vacío su contenido sin delicadeza dentro de él. Me visto y sabiendo que cuento con tiempo antes de que regrese, recorro la casa para asegurarme de llevarme todo lo que quiero, sabiendo que cuando salga por esa puerta no regresaré. Una llamada me saca de mi búsqueda.

— ¿Diga?— contesto apurada.-

— ¿Estoy hablando con Alexa Lassen de Becerra.

— Solo Alexa Lassen —que utilicen un apellido de casada que no existe me irrita.

— ¿Es usted contacto de emergencia de Dominic Becerra?

Un frío recorrió mi espalda, mientras mi alma cae hasta los pies. Con mi mano libre sujeto mi pecho, como si el corazón se me fuese a salir. Apenas un artículo un leve "sí", cuando el doctor me indica el centro médico al que debo acudir.

— Pero, ¿está bien?— pregunto mientras me apresuro a la puerta.

— Sí. Ya le hicimos un lavado estomacal para sacar de su organismo las pastillas que había ingerido. Por suerte el Sr. Noé Montes, lo trajo en cuanto cayó inconsciente y pudo darnos el frasco con las pastillas que ingirió, con eso pudimos saber cuánto y qué tomó. Pero el contacto de emergencia del Sr. Becerra es usted, así que es necesario que consienta los otros procedimientos que debemos realizarle antes de darle de alta.

Por una milésima de segunda, medité no ir. Por una milésima más consideré aprovechar la ventana que me estaban ofreciendo para irme sin que me siguiera. Pero por el resto del momento que estuve al teléfono, consentí el pedido del doctor y me encaminé al centro médico, sabiendo que no podía cargar en mis hombros el peso de su salud. Aunque él no me mereciera, no pude evitar compadecerme de ese hombre, que prefirió quitarse la vida a tener que vivirla sin mí.

A cada paso que me acercaba a él, un terror me atenazaba y una rabia interior me consumía. Mi instinto de supervivencia remanente me gritaba que corriera, mientras que mi lado más humano me pedía compasión.



21 de Noviembre

Unas gotas sueltas golpean mi rostro. Alzo la vista al cielo y una pasajera y solitaria nube llora sobre mí. Cada partícula refresca mi acalorada piel emitiendo un pequeño chapoteo en mis hombros. Keithan se fue hace algunos minutos. Permaneció sosteniendo mi mano más tiempo del que pude contar, solo haciéndome pensar en la última vez que recibí ese tipo de contacto.

Mi cuerpo está falta de cariño, amor y ternura; y las manos calidad de Keithan me lo proporcionaron por un momento, casi fugaz. Pero cuando sentí como cuerdas imaginarias comenzaban a atarme a esta vida, que ya no quiero, retiré la mano acabando con el momento.

Se despidió con pesar, como si no quisiera irse, como si no supiera si volvería a verme y quisiera volver a hacerlo. Mi mente definitivamente me juega sucio en los peores momentos, haciéndome creer que en los gestos de Keithan hay algo más que lastima por la pobre chica golpeada.

—Definitivamente estoy falta de cariño — digo en voz alta.

Hoy necesito un abrazo, más que quererlo, y no es la primera vez que este pensamiento ha cruzado por mi cabeza. 

APRESADA. Hasta que la muerte por fin me libere.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora