CAPÍTULO 15

213 40 0
                                    


Octubre 2010

Siempre me ha gustado la organización y siempre estoy presta para establecer rutinas; pero desde que estoy con Dominic, mi rutina es una mierda, en esencia porque no existe ni rutina, ni organización. De forma constante Dominic, quien por cierto es ajeno a cualquier tipo de rutina, se encarga de sorprenderme. Me busca al trabajo, o me lleva. Llega a mi casa en la mañana, o en la noche. Algunos días almorzamos, otros cenamos, otros ambos. No hay fines de semana de tranquilidad en la casa puesto que siempre tenemos un lugar que ver, un sitio que visitar, algún amigo de cumpleaños, alguna actividad o solo porque hay que salir. Es como si estar un momento tranquilo le generara repelús.

¡Y... ME—EN—CAN—TA! Adoro cuando abro la puerta en la mañana y lo veo apoyado en la pared de enfrente, esperándome para acompañarme. O cuando salgo de la oficina y está sentado en las escaleras, listo para irnos. O la vez que me dio el susto de mi vida, cuando me llevó el desayuno a la cama. Hasta el día de hoy, sigue siendo un misterio como entró al departamento, pero ese recuerdo (después del susto, por supuesto) sigue siendo uno de mis favoritos.

Sin embargo, eso solo hace que mi organización se venga a pique y la ropa sucia, los platos sin lavar y la casa sin limpiar se acumulen a niveles insalubres. Tan malsanos, que estoy saliendo del trabajo antes de la hora, para limpiar y desinfectar ese punto caótico en mi vida, que no me deja en paz.

Abro la puerta de la casa y fuerte olor a lavanda, desinfectante y desengrasante me golpea en la garganta.

— Cuidado que esta mojado — grita Dominic desde el baño.

Entro con sumo cuidado porque en efecto, el piso esta mojado. La casa luce no limpia, sino lo siguiente, impecable. Lanzo la vista hacia el cuarto, y no veo la ropa sucia en el rincón, pero escucho el rítmico golpeteo del tambor de la lavadora cuando está centrifugando. En la cocina, los platos sucios no están, a juzgar por el resto el departamento, me atreveré a decir que están limpios, secos y guardados.

Dominic sale del baño mojado. Me da un rápido beso en los labios y me quita de encima la cartera y el abrigo.

— El baño ya se está secando. Lavé todo, pero no supe qué hacer con esto — sostiene en sus manos uno de mis sostenes— así que lo lave a mano, porque no sé si van en la lavadora.

Se desplaza por la casa y coloca el sostén húmedo en la improvisada cuerda de tender que colocó sobre el lavaplatos, junto con el resto de mis sostenes y algunas prendas de ropa interior delicada.

— Necesitas una de esas cosas, donde colocas esto — y señala la ropa tendida— en la lavadora sin que se dañe. Creo que mi hermana sabe dónde venden esas cosas. Le voy a preguntar.

Saca su teléfono y sus dedos vuelan por el teclado.

— Listo, si no se me olvida después. Bueno — me dice mirándome curioso. No he podido moverme del mismo punto donde segundos antes me besó—. ¿Y tú no piensas vestirte?

— Vaya, por lo general me pides que me desvista — respondo con ironía—. Pero vestirme ¿Para qué?

— Hoy comienza el Festival de Bandas Emergentes— contesta casi indignado—. ¿Por qué crees que vine a limpiar?

— Bueno, porque me amas, porque esto era un asco, porque no me has dejado tiempo.... Son muchas razones las que se me ocurren, pero jamás pensé que vendrías a limpiar para.... ¿celebrar el inicio del festival?— digo divertida.

— La verdad — y acorta nuestras distancia en un parpadeo, me sujeta en sus brazos, presionándome contra su pecho— es que sí te amo, esto sí era un asco y sé que no te he dejado tiempo para limpiar o lavar u organizar, pero lamento decepcionarte, porque he venido a limpiar para que no puedas excusarte de ir al festival conmigo.

— Mmmm — digo mientras me acurruco en su pecho—. De verdad que no dejas de sorprenderme.

— Y con respecto a lo otro...

— ¿Qué otro?

— Lo de irte a vestir.

— Ah sí, dame 15 minutos.

— He cambiado de opinión— dice serio.

— ¿No iremos? — pregunto un poco más entusiasmada de lo que debería. No me molestaría quedarme en casa con él un día.

— Oh, señorita, claro que iremos, de esta no te libras, solo que ahora quiero que te desvistas primero... — y comienza a desabotonar mi camisa.

— ¿Cuándo me he librado? — pregunto quitándome los tacones.

— Nunca y nunca lo harás para que sepas— mi ropa cae en un segundo en el piso—. Vamos a bañarnos y luego iremos al festival.

— ¿Juntos?— pregunto con amplia sonrisa—. ¿No llegaremos tarde?— y comienzo a quitarle su franela empapada de sudor.

— Sí, pero estoy seguro que harás que valga la pena.

APRESADA. Hasta que la muerte por fin me libere.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora