CAPÍTULO 6.

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21 de Noviembre de 2015

Cuando la pregunta escapó de mi boca, mi alma quiso salirse del cuerpo. ¿Si hasta ella quería huir, por qué no podía yo hacerlo? Para mi propia sorpresa no lloré. ¿Debería llorar? Es una vida humana. No del mejor humano, quizás hasta inhumano, pero era una vida. ¿Por qué no lloraba? Quizás el solo hecho de no llorarlo significaba que estaba vivo; quizás mi subconsciente me está diciendo que sigue vivo. Pero si sigue vivo ¿por qué me siento... liberada? Su presencia en este mundo debería seguir haciéndome sentir prisionera, como me había sentido tanto tiempo.


Agosto 2007

Hace unos años atrás, mi grupo de amigas estaba conformado por 4 muchachas de 18 y 19 años. Éramos escandalosas, divertidas e hiperactivas, tan unidas como hermanas. Cada vez que debíamos organizar nuestro tiempo libre en común, para invertirlo en alguna actividad, resultaba caótico. Entre los estudios y trabajos, organizar el tiempo para vernos era cada vez más difícil.

Recuerdo en especial una vez que Cloé, la única sin estatus de soltera, también la única rubia de metro setenta de nuestro grupo, se enteró que su novio Glenn, había salido con Alba, una compañera de clases de ambos. Hasta allí quedó la relación, pero fue la primera vez que tuvimos una votación unánime: Odiábamos a Alba y a Glenn, el ahora ex de Cloé.

Marce era la más inventiva del grupo, mi competencia directa aunque ejercíamos ramas distintas de la inventiva. Yo era la que organizaba los viajes a la playa, Marce la que ideaba el tour de los bares y fiestas. Yo organizaba las pijamadas y ella contrabandeaba el licor. Pero cuando de despechos se trataba, Marce, tenía una mente maquiavélica.

Con la idea de sacar a Cloé de su despecho amoroso, organicé el viaje a la playa a la casa de los papas de Megan, y Marce se encargó del recorrido fiestero con sus amigos de la universidad. Solo bastó 2 horas en la primera fiesta, para que Cloé superara su rompimiento y abrazara otra vez su soltería, cuando pasó las mismas dos primeras horas coqueteando con uno de los compañeros de universidad de Marce.

Cloé se besó con ese muchacho hasta las 5 de la mañana. Cuando la arrastramos obligada hasta la casa, pues ni de locas la dejábamos con quien era, a nuestros efectos, un perfecto desconocido, le reprochamos su ligereza. ¿Cómo no hacerlo? Cloé le dio una charla demasiado grafica sobre las enfermedades que se contagian con los besos y la buena de Megan, le habló algo sobre quien se toma la leche no compra la vaca, o algo así, no recuerdo ¡eran las 5 de la mañana! Cuando terminamos de desayunar, nos reunimos con los mismos muchachos y Cloé pasó el resto del día con Trevor, cuando llegó la tarde y el momento de irnos, no apareció. Envió un mensaje diciendo que no nos preocupáramos, que Trevor la llevaría.

Casi nos morimos. No podíamos perder el expreso de regreso a la ciudad, pero ¿cómo íbamos a presentarnos sin nuestra amiga? Cuando llegamos, nuestros padres nos esperaban. Me escondí en el bañó y Marce, excelente para mentir, le dijo a los padres de Cloé que me había enfermado y que ella se quedó conmigo para tomar el próximo expreso cuando me sintiese mejor, a los míos le dijo la versión contraria.

Cuando Cloé apareció 5 horas más tarde, ya me sabía de memoria todas tiendas del terminal. Subí al carro de Trevor y me dejaron en la puerta de mi casa. Al día siguiente, cuando mi amiga entró al salón de clases la sermoneé hasta el cansancio, y ella no dejaba de pedir disculpas.

—Lo lamento tanto— dijo haciendo un gesto de súplica con las manos, pero sin poder borrar su sonrisa del rostro.

—Estás loca, de verdad. No lo estoy preguntando, aclaro, te lo estoy informando. ¡ESTAS LOCA! — Alcé la voz entre dientes, usando su apellido para referirme a ella, como sabía que odiaba que lo hiciera.

—Pero creo que lo amo.

—¡LOCA!

—Es en serio.

La miré unos segundos. Jamás había visto una sonrisa tan amplia y sincera en su rostro. Nunca sonrío así antes de Trevor, unas pequeñas arrugas comenzaban a formarse a cada lado de su boca.

— Te lo compensaré— insistió.

Seguí observándola. Irradiaba felicidad, pura, inmensa, verdadera. De la misma que todas queremos sentir algún día por un muchacho. Su sonrisa comenzó a contagiárseme poco a poco. Para cuando terminé de sonreír Cloé saltó a mis brazos.

— ¡Te debo una, inmensa! Mis papas me hubiesen matado, y lo hubiesen odiado sin remedio y quiero que lo conozcan.

—Wow... — Cloé había tenido algunos novios, más que algunas de nosotras, pero ninguno conoció a sus padres.

—Lo sé. Te digo, ¡lo amo!

—Loca — dije ablandándome con su sonrisa.

—Gracias, sé que no tenías que hacerlo, pero gracias.

— Cloé, claro que tenía que hacerlo. ¿No entiendes que en esto estamos todas? En las buenas, en las malas...

—Pero estas pudieron ser muy malas para ambas. — Me interrumpió

—Bueno, en las muy malas, traemos la pala— dije volteando los ojos.

— ¿Qué pala?— Preguntó confundida.

—Si matas a alguien, créeme que te lo reprocharé, reprocharemos, pero igual estaré para ti, estaremos todas con nuestras palas, dispuestas a enterrar la evidencia.

Cloé sonrío tan amplio como pudo.


***

21 de Noviembre de 2015

Ese lema fue nuestro grito de guerra y mantra oficial. Siempre nos apoyábamos, incluso cuando tres años más tarde Cloé quedó embarazada y se escapó para casarse con Trevor, pese a que la familia de ambos se oponía a cualquier boda. El primer lugar a donde corrió con su maleta y nauseas matutinas fue a mi casa y fue donde nos reunimos todas. Después de que la regañamos nos convertimos en tías y nos encargamos de toda la boda: Megan prestó la casa de sus padres y llevó al párroco de su iglesia; Marce se encargó de la decoración, la comida y la bebida y yo llevé al registrador civil y una pala. Todos rieron cuando la vieron. Pero solo nosotras entendimos.

Me pregunto si aún las muchachas, vendrían con una pala en mi ayuda. Esta vez creo que la necesitaré, de forma literal.

APRESADA. Hasta que la muerte por fin me libere.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora