Capítulo 39.

238 47 5
                                    


21 de Noviembre de 2015

El sol comenzaba su baile lento hasta el ocaso, donde descansaría de su arduo y caluroso trabajo. El cielo azul estaba surcado de nubes naranjas y rosadas, dulces como algodones de azúcar. La brisa cálida mecía mi cabello. Mientras el astro rey continuaba sumergiéndose en el horizonte marino, me permití el momento de tranquilidad que necesitaba desde la noche anterior. No quería seguir pensando en Dominic, amantes escondidas, embarazos sorpresivos y sobre todo, no quería seguir pensando en paranoias de mi inminente captura. Solo quería concentrarme en la única de mis metas que cumpliría. Con mis recuerdos intactos, mis memorias aclaradas y con serenidad espiritual, me permití reconciliarme con Dios. Porque las últimas palabras de Idania me hicieron darme cuenta que nunca me abandonó; yo no lo dejé ayudarme e ignoré todas las señales y salidas que me puso en el camino. Al final le fallé yo a Él porque en su plan no podía estar el asesinato de Dominic, pero no podía irme de esta vida, con algún rencor hacía Él, cuando soy la única responsable de las decisiones que tomé.

— Ha llegado la hora— anuncié al aire.

Me levanté sin dejar de contemplar ni un momento el atardecer perfecto que estaba ocurriendo delante de mí. Como si Dios me hubiese perdonado haberlo sacado de mi vida, el aire y el cielo completo se tornaron rosados, y allá a donde mirase las tonalidades rosáceas pintaban mi visión. Esa sería la última imagen que guardaría conmigo cuando me despidiera de esta vida. Me paré a orillas del acantilado y miré cómo las rocas habían desaparecido debajo de la marea creciente. Allí reposaría mi cuerpo, al lado de cuchillo que usé para matar a Dominic.

Levanté del piso mi pie descalzo y empujé mi cuerpo con el segundo pie. Mi cuerpo se inclinó hacia delante mientras mis ojos no apartaban la vista del atardecer, a pesar de las lágrimas que los inundaban. Cerré los ojos para dejarme caer y exhalé todo el aire que me quedaba en los pulmones. La brisa fresca movía mi cabello y algunas gotas heladas salpicaron mi rostro.

Un par de manos me tomaron por la cintura y me arrastraron lejos del acantilado y lejos del faro. Un hombre de tez blanca, manchada de rojo por horas de sol y marcas de acné, me sentó en el piso mientras me preguntaba si estaba bien. Su uniforme azul me paralizó en el instante. Tras algunos minutos donde me negué a responder cualquier pregunta que hiciera, me llevó hasta la patrulla, mientras su compañero tomaba mis pocas pertenencias. Me alejaron con parsimonia del faro, ese amigo inquebrantable que me acompañó en mis elucubraciones, que no me juzgó, que solo escuchó. Las lágrimas empaparon mi rostro mientras asimilaba que mis horas de libertad se habían acabado.

**

— Srta Lassen necesitamos que comience a responder las preguntas que le hacemos, guardar silencio no la está ayudando — dijo el detective.

Había pasado tres largas horas sentadas en un cuarto con paredes muy estrechas, y luego veinte minutos sentada en esta sala de interrogación, donde el detective Javier Rodríguez, continuaba haciéndome preguntas que yo me negaba a responder.

— Bien. Te diré lo que sabemos Alexa— dijo cansado—. Estabas a punto de saltar de un acantilado después de pasar todo el día sentada viendo al infinito y de vez en cuando hablando sola. Estás brutalmente golpeada y te niegas a responder por tu agresor. No das nombres de amigos o familiares a quien podamos llamar y no has dejado de llorar desde que llegaste— cambió de postura, entrecruzando sus dedos detrás de su cabeza—. Quiero que me digas lo que pasó.

Resignada a acabar con su larga espera y dispuesta a comenzar mi penitencia lo más pronto posible me dispuse a hablar cuando la puerta se abrió y un nuevo detective con rostro aniñado hizo salir al detective Rodríguez para susurrarle algo en el oído. Unos segundos después lanzó un expediente sobre la mesa de forma violenta. Una foto salió del archivo y quedó en medio de la mesa. Mostraba a Dominic en la bañera de nuestra casa, nadando en un agua carmesí, desnudo hasta donde se podía ver. Mi boca se abrió cuan amplia era de la sorpresa.

— Bien, un avance — exclamó el detective cuando vio mi expresión—. Alexa, ahora de verdad necesitas comenzar a responder mis preguntas.

— Entonces haz las preguntas correctas— dije con chulería.

Una pequeña sonrisa apareció en él y se apresuró a disimularla. Se recostó en la silla esperando que comenzara a hablar. Y lo hice, le conté toda la versión de mi historia de lo que él podía saber: nuestra vida juntos, sus primeros maltratos, sus golpizas, mi imposibilidad de irme, cómo planeé dejarlo y lo que hizo cuando vio las maletas. La violación y nuestra pelea salvaje. Omití todo sobre Idania porque no quería incriminarla en ningún aspecto y fui vaga en cuanto el desenlace fatal de nuestra lucha, pues no tenía claro como él había llegado a la bañera de la casa.

— Y después de que me violó, me volvió a golpear y luché y luché hasta que escapé— finalicé.

Su lápiz volaba sobre la libreta donde tomaba anotaciones febriles. Por unos segundos solo se escuchó el rasgueó del bolígrafo sobre el papel. Revisó las hojas del informe que se encontraba sobre la mesa, dejando solo a mi vista las fotos de un Dominic muerto. Salió de la habitación sin decir una palabra. En cuanto la puerta se cerró comencé otra vez a llorar.

~~~~~~

Nota de Autora:

A muy poco del gran final.

Gracias a todos por el apoyo a esta historia, tiene gran valor para mi. 

APRESADA. Hasta que la muerte por fin me libere.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora