Capítulo 36.

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20 de Noviembre de 2015

El aire frio de la incipiente noche me heló la cara, enfriando mis golpes. No había nadie en la recepción y lo agradecí. Corrí ignorando el dolor lacerante de mi extremidad y sin tener una ruta que seguir. Corrí hasta que los pulmones me lo permitieron.

Cuando paré, me sujete de la pared para recuperar el aliento. La felicidad me embargó. Estaba libre y solo quería pensar en eso. Mi cabeza seguía retumbando y un hilo de sangre corría por un costado de mi cara. Usé mi mano para limpiarla y el rojo carmesí me causó tal impresión que comencé a hiperventilar reviviendo los últimos momentos. Me deslicé por la pared hasta quedar en cuclillas buscando un aire inexistente. Las imágenes de Dominic sin pantalones, Dominic entrando en mí, Dominic golpeándome, Dominic besándome, Dominic inmóvil; me agobiaban la visión sin permitirme ver otra cosa que la sangre de Dominic debajo de su cuerpo inerte.

Lo había matado. Era él o yo y fue él. La imagen de mis maletas en el comedor me recordó que mis planes de huir ya no tenían sentido. Si huía y me escondía sería una prófuga, pero lo más importante, no habría lugar en el mundo donde pudiera esconderme de mi consciencia, donde ahora pesaba la muerte de Dominic.

Metí la mano en mi bolso y saqué la botella de Smirnoff. La destapé con esfuerzo y empujé una cuarta parte de su contenido por mi garganta. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que tomé, pero sentí que había pasado el doble del tiempo deseando volver a hacerlo. El líquido transparente y amargo regañó mi garganta provocándome una pequeña tos y que los músculos adoloridos de mi cara se contrajesen. Respiré aliviada cuando el líquido llenó mi estómago.

Comencé a correr antes de darme cuenta que lo hacía, corriendo de mi sucia consciencia, corriendo de la sangre derramada de Dominic, corriendo de sus ojos abiertos perdidos en el vacío. Llegue frente a la puerta de Marce. Cuando abrió la puerta ahogó un grito con su mano.

Se abalanzó hacía mí envolviéndome en sus brazos cuando comencé a sollozar sin control apretándola con tanta fuerza como mis golpes me lo permitían. Me quitó la botella de las manos y me condujo a lo largo de su casa llena de personas, de risas y de alegrías. Colocó la botella en la cómoda y la vi hablando, moviendo sus labios gesticulando, limpiándose las lágrimas, pero no podía entender lo que decía. Miré alrededor en el momento en que las paredes comenzaron a bailar en mis ojos y a cerrarse sobre mí. La habitación se hacía cada vez más pequeña y el aire comenzaba a escasear. Encerrada, estaba otra vez encerrada.

—Aire— logré decirle entre lágrimas.

Marce corrió a la ventana y la abrió, pero salté al exterior, viendo el cielo negro estrellado, dejando que la magnitud del mundo me abriera los pulmones. El encierro era de donde venía y a donde iría. Marce salió tras de mí, y nos sentamos en las escaleras de incendio.

— Lexa— comenzó con voz dulce, mientras acariciaba mi cabello. El más mínimo contacto me dolía—. ¿Qué paso?

Pero yo no podía responder a esa pregunta sin confesar mi crimen y hacerla participe. Así que callé.

— Fue Dominic— afirmó y yo solo asentí—. ¿Por qué no te fuiste? ¿Por qué no viniste antes?

Yo seguía llorando sin control. Y sin embargo, ella podía entenderme.

— Te tenía encerrada— afirmó una vez más y negué con vergüenza, con un hilillo de voz apenas audible le respondí.

— Estaba encerrada, sí. Pero no había rejas que me impidieran salir.

— Maldito desgraciado bastardo— exclamó sin pudor—.  Debes ir a la policía. Denunciarlo.

— NO— grité sobresaltada.

Necesitaba tiempo, quería tiempo, unos instantes más de libertad antes de estar otra vez encerrada por lo que me quedara de vida. Si algo era digna de merecer después del horror que Dominic me había hecho pasar, era unas horas más de libertad. Nunca sería libre por completo de él, como tantas veces me lo dijo, pero solo pedía unas horas.

— Ehh... ¡Marce! Bradley no consigue donde prender el horno.

— Que no lo prenda— respondió molesta— tiene una fuga.

— Ya lo está prendiendo— dice el muchacho entre risas.

— Tengo que ir Lex, espérame ¿ok? Si no, Bradley es capaz de quemar el edificio completo.

En cuanto Marce entró a la habitación me levanté. Cada momento que pasaba allí era un minuto menos de libertad y un segundo más que la incriminaba en mi delito. Miré dentro de su habitación y sentí pesar al darme cuenta de todo lo que había cambiado y de lo que no fui parte. Por el borde de la puerta, vi como Marce enfurruñada trataba de reparar lo que sea que habían hecho con el horno. Tardaría lo suficiente para irme sin que me siguiera el rastro, así que agarré mi botella que estaba en su cómoda y bajé temblorosa por la escalera.

Cuando llegué a la calle me oculté dentro de las sombras mientras apuraba otro cuarto de botella en mi garganta. El licor me quemaba al mismo tiempo que calentaba mis venas y entrañas. Los segundos seguían avanzando en mi contra y cada instante que pasaba detenida en el mismo sitio era una pérdida de mi preciado tiempo de libertad. El odio que sentía por Dominic crecía a pasos agigantados. Lo odiaba no solo por lo que me había hecho, si no por lo que seguía atormentándome a pesar de estar muerto. Necesitaba tiempo para pensar qué hacer y era lo que menos tenía. Y con sinceridad reconocí que no había mucho que hacer. Iría a prisión a recordar cada día de lo que me quedara de vida, lo que le había hecho a Dominic, mientras el descansaba tres metros bajo tierra, sin tener que atormentarse por haberme golpeado, violado y encerrado.

Sin previo aviso, una imagen de Ida encerrada en su departamento, tal como lo estaba yo inundó mi mente. Me convencí de que había sido golpeada y encerrada como yo. Con Dominic muerto, ella podría pasar días sin salir. Nuevas ocurrencias me aturdieron: Ida sin comida, Ida necesitando atención médica, Ida queriendo escapar sin poder.

Tenía que ir. Debía avisarle que era libre como yo nunca lo podría ser ya. Guardé la botella no sin antes dar un nuevo trago y corrí por las calles. Ida también tendría que responderme y aclarar muchas cosas. 

APRESADA. Hasta que la muerte por fin me libere.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora