CAPÍTULO 32.

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11 de Noviembre de 2015

Tardé solo un par de minutos en recorrer las pocas cuadras que me separaban del Spa. Cuando entré, sin ningún tipo de miedo entregué la tarjeta de crédito de Dominic y pedí un masaje completo y pagué anticipadamente por un lavado, corte, tintura, secado y planchado de cabello, así como masaje, manicura y pedicura. Me dispuse a pasar todo el día allí y salir siendo otra persona. El mundo debe cambiar, yo debo cambiar, así que comenzaré por lo que más me acompleja: mi exterior.

Sin pudor y enfrentándome a la vergüenza con la frente en alto, me despojé de la bata sedosa que me dieron y me tumbe sobre la mesa de masaje, colocando mi rostro dentro del orificio acolchado. Escuché cuando la puerta se abrió y entraron las encargadas de mi masaje. Sostuvieron su aliento cuando vieron mi cuerpo, sin hacer ningún comentario, cuando retomaron su respiración regular, me pude relajar sabiendo que no harían preguntas que no quería responder.

No sé si fue el tratamiento que había pagado, o si fue compasión cuando vieron todas las marcas que cubrían mi dorso, pero relajaron cada musculo de mi cuerpo, haciéndome volar por la inconsciencia. Cuando terminó el masaje cada nudo, cada tensión de mi cuerpo había desaparecido y me sentía envuelta en nubes de algodón, sin rastro del eco de dolor que producía cada marca en mi espalda.

Un muchacho joven, con un peinado bastante eclético de color morado, rasgos finos, maquillado y con cejas delineadas a la perfección, acarició con delicadeza mi ahora hidratado cabello, produciéndome escalofríos agradables en el cuero cabelludo.

— Mi reina, tienes las puntas muy maltrechas. Debemos cortarla. Y quizás te haga falta aplicarte algún color nuevo— me miraba con complicidad y yo me forcé a regresarle la misma sonrisa que él me daba.

—Entonces, ¿qué dices, te pintamos el cabello?— su voz estaba siendo modulada para quitarle aspereza.

Mi sonrisa se ensanchó en la medida que crecía una Alexa rebelde en mí.

— Píntalo, córtalo. Lo que tú quieras— sus ojos brillaron y su boca me mostró unos dientes muy blancos.

— ¿Tienes en mente algo en especial? Tienes un color bello aunque bastante opaco, podemos resaltártelo.

Asentí con emoción.

— ¿Qué tan corto?— preguntó mientras alzaba mechones de mi cabello y seguía evaluando un lienzo libre.

— Corto— dudé un instante, pero antes de profundizar mis pensamientos agregué—. Corto como Emma Watson.

— Mi reina, ¡te quedará divino!— dio pequeños aplausos, mientras preparaba sus instrumentos, tatareando alguna canción.

Vi los primeros mechones de cabello caer al piso y cerré los ojos con fuerza para mantener las lágrimas dentro. Con cada mechón que caía al piso sentía como las cuerdas que me mantenían atadas se soltaban una a una.

Una muchacha hizo girar mi silla y colocó en remojo mis pies, mientras masajeaba mis manos dispuesta a empezar con la manicura y la pedicura.

El claroscuro de tonos rosados, naranjas y morados que adornaban el cielo me impactó en cuanto salí del Spa. Había pasado todo el día consintiéndome como me lo merecía y si bien es cierto me sentía renovada, no podía apartar el sabor de la traición de mi boca. Se me antojó como nunca antes una botella, un licor que calentara mi interior y quizás me hiciera olvidar por algunas horas.

Con gran esfuerzo había rechazado todas las copas de algún vino o champagne burbujeante que me ofrecieron en el Spa. Aunque anhelaba el estallido de las burbujas en mi garganta, me tuve que conformar con la amargura del café.

APRESADA. Hasta que la muerte por fin me libere.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora