Capítulo 058.

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Abrí los ojos de golpe, encontrándome con el techo de mi habitación. Fruncí el ceño apoyando mi peso en mis brazos, mientras lentamente sacaba mis pies de la cama.

¿Qué demonios estaba pasando?

Sentía calor en todo mi cuerpo y frío al mismo tiempo. ¿Acaso había sido un sueño? ¿Acaso no había estado en el lago con Justin en realidad? ¿Y si me había desmayado? ¡Maldición!

—Debo averiguar qué está pasando conmigo. Ya no puedo aguantarlo más. —Murmuré para mí misma, tocando mi frente.

Tenía tantas preguntas y carecía de respuestas. Era indignante, estresante y hasta molesto lidiar con lo mismo cada día, pero conservaba la fe en mi interior. Aún tenía la certeza de que todo se aclararía, y que lograría sonreír sin tener que derramar lágrimas después.

Las pocas personas importantes en mi vida hacían que todo fuera más fácil. No podría vivir sin los consejos de Marie o los regaños de papá, ni sin las mentiras que mamá solía inventar. Y ni hablar de los besos de Justin.
Definitivamente todo comenzaba a ser más claro a medida que crecía y me daba cuenta de cuantas cosas estaba perdiéndome por encerrarme en mi propia burbuja. Ahora tenía el valor de ver la realidad, al menos.

La alarma comenzó a sonar y me pregunté a mí misma hace cuánto estaba sentada en mi cama, totalmente inmóvil. La apagué de un golpe y caminé hacia el baño para luego darme una ducha corta pero relajante. Al salir mezclé varios perfumes en mi cuerpo y eché crema humectante. Até mi cabello en una coleta alta y fui en busca de algo cómodo para ponerme.

Los viernes eran mis días favoritos desde que tenía memoria. Más allá de que fuera el último día antes de un relajante fin de semana sentía que era el único día en el que mis pensamientos se aclaraban de a poco. Podía incluso dormir por horas en la noche y levantarme con ganas de vivir en la mañana.

Bajé las escaleras lentamente y me sorprendí al ver el desayuno que me aguardaba sobre la mesa. Giré mi cabeza hacia mi derecha y logré divisar a Marie preparando los amados tocinos de papá. Dibujé una leve sonrisa en mi rostro.

¿Qué se sentiría despertar y encontrar a tu madre preparando tu desayuno? O que simplemente ese amor maternal me inundara con un beso en la mejilla. ¿Qué tanto cambiaría mi vida si eso fuera así?

—Buenos días cariño. —Saludó Marie con una sonrisa resplandeciente en su rostro.

La observé de igual manera. —Buenos días Marie, huele delicioso. —Hice una pausa, sentándome en la silla. — ¿Papá ha dormido aquí?

—Sí, pero ha llegado tarde anoche. —Se inclinó hacia mí y miró a su alrededor. —Con mucho perfume de mujer, por cierto.

Apreté mis labios al sentir que escupiría todo el jugo de frutas sobre ella. — ¿Perfume de mujer? —Pregunté luego de unos segundos. — ¿Crees que él...?

—Ay, no lo sé cariño. —Alzó sus manos al aire en señal de inocencia.

—Marie...—Alargué, incitándola a hablar.

—No puedo entrometerme, no es de mi incumbencia la vida personal del señor Hall. —Sentenció tan rápido que apenas y pude entenderlo.

—Y como yo soy una entrometida, no dejaré que esconda absolutamente nada. —Finalicé, sonriendo de oreja a oreja mientras ella negaba con la cabeza.

Los pasos de papá bajando las escaleras me obligaron a callarme, mirando a Marie con curiosidad. Papá se sentó a mi lado y dejó el periódico en la mesa, colocándose su amado reloj de oro puro. Nos observó a ambas y bajé la mirada a la velocidad de la luz.

Invisible »Jb. |FinalizadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora