(19) Falsas Esperanzas

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Aquel día Ezequiel intentó acercarse, pero no tuvo la oportunidad.  Me aferré a Ricardo como si mi vida dependiera de él.  Aunque muriera por dentro, tenía que tomar las riendas de mi vida.

El domingo al mediodía, Ricardo partió para su apartamento.  La noche fue una muy parecida a la anterior; aunque irónicamente pensé que entregándome a Ricardo podría olvidar a Ezequiel. Pero lo que lograba era que me doliera más la herida.

Había perdido la cuenta de las llamadas y mensajes de Ezequiel.  Pero, si quería romper por completo, tenía que hacerlo.  Lo único que no iba a poder evitar, era encontrarlo en la oficina.

Pasé el resto del domingo tirada en mi cama, viendo películas e intentando buscarle soluciones a mi vida.  Muchas ideas llegaban, pero nada aun que me convenciera.

El lunes por la mañana, apenas podía abrir los ojos.  Me sentía agotada, triste y sin deseos de nada.  Sentía que mi corazón me había abandonado y sentía un enorme vacío en su lugar.  Aun así, como persona responsable; me levanté y me preparé para trabajar.  Obvié el desayuno, pues no sentía ningún deseo de comer, y subiendo a mi auto, me dirigí a la oficina.

“Isabella, podría hablar unos minutos con usted en la oficina?” el tono profesional de Ezequiel me sorprendió cuando intentaba abrir la puerta de mi oficina.

“Es algo urgente?  O puede esperar a que realice unos informes que tengo pendientes?” le respondí de igual manera, sacando fuerzas de donde no las tenía.

“Realmente es algo que no puede esperar.  Sígame por favor.”

Apretando las llaves en mis manos, hasta sentir el dolor, caminé detrás de Ezequiel.  Arrepintiéndome de no haber desayunado; ya sentía los efectos.

Entré a la oficina, luego de escuchar a Ezequiel darle órdenes a su secretaria de que no quería ser interrumpido, y dejándole saber que Julián no se presentaría a la oficina durante el día.

Ezequiel entró cerrando la puerta con seguro y sorprendiéndome  con un beso.  Intenté pelear, resistirme, pero no conseguí las fuerzas.

“Ezequiel, esto ya no puede ocurrir más” le respondí una vez conseguí el valor para romper el beso.

“Isabella, no digas eso, yo te amo” respondió él intentando besarme nuevamente; pero esta vez, tuve el valor y moví mi rostro.

“No Ezequiel, ya basta. Lo nuestro jamás llegará a nada y mucho menos contigo sintiéndote culpable de que Viviana no pueda tener hijos.”

“A caso piensas regresar con Ricardo después de todo lo que te ha hecho?”

“No lo sé; probablemente no.  Pero tú y yo tampoco tenemos un futuro.”

Me moví tan rápido para escapar de allí, que sentí todo a mi alrededor dar vueltas.  Me senté en una de las sillas y coloqué mi rostro entre mis manos.

Muchas veces me había sucedido esto, especialmente días en que, como hoy, había decidido omitir el desayuno.  Pero algo más me puso a pensar; algo más al mirar su escritorio.  Mis ojos miraron su agenda; la misma que yo poseía, y donde llevaba cada detalle de mi vida.

“Isabella, estás bien? Qué te sucede?  Háblame por favor.”

“Me tengo que ir” le respondí levantándome de la silla y saliendo de su oficina en dirección a la salida del edificio. 

Una vez en la calle, comencé a caminar sin dirección.  Mi mente pensando en cosas, en lo que podría suceder.  Sí, como se podrán imaginar; el simple hecho de pensar que estaba ya en atraso, de que podía estar embarazada y que no había duda que era de Ezequiel, me hacía desear desaparecer.  Alejarme de todo esto, cómo podía explicarle esto a mi familia?

Amor ClandestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora