(22) Todo Basta

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Hola!!!!! Otra actualización! Quise hacerlo ayer, pero la libreta donde la estoy escribiendo, se me quedó en la oficina :/ Pero aquí les va...el próximo será la boda!

Al lado una foto de Armando.  Que hombre!

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El día siguiente, desperté en los brazos de Ricardo.  Al mirar a mi alrededor, me pude percatar de que no estábamos en mi apartamento.  Las paredes en las que por tantos años dormí, me trajeron un sinnúmero de recuerdos.  Intentaba explicarme como llegué a la situación en que me encontraba.  Solo había una respuesta; todo era mi culpa.

Comencé a sentirme mal; aparentemente el embarazo decidió hacerse sentir.  Así, que sin despertar a Ricardo, corrí hasta el baño en el pasillo, y al abrir la puerta, ya no pude aguantar más lo que amenazaba por salir.

Poco a poco me acomodé en el suelo, recostando mi cabeza de la pared y cerrando mis ojos; el mundo me daba vueltas.

“Isabella, estás bien?” preguntó mi mamá tocando la puerta y abriéndola, pues había olvidado ponerle seguro.

Al verme en el suelo, se arrodilló a mi lado, tocando mi frente.  En ese instante, otra ola de vómitos me atacó, e inmediatamente me acerqué al inodoro.

Mi mamá sostenía mis cabellos mientras yo lloraba pues no tenía más en el estómago para liberar. Ella tomó una toalla pequeña en sus manos y la humedeció, procediendo a limpiar mi rostro.

“Isabella, dime la verdad.  Estás embarazada?” me preguntó con un rostro que asustaba; tal vez  aun más que el rostro que tenía cuando se enteró que había perdido el bebé a mis dieciséis años.

“Por favor, no le digas a nadie” le respondí con voz temblorosa.

“Si Ricardo y tú se van a casar por este motivo, por lo menos hubieses confiado en mí”  dijo ella con sus ojos llenos de dolor.  La estaba lastimando y eso me mataba.

“Ricardo aun no lo sabe.  Quiero darle la sorpresa el día de la boda” como me dolía cada una de esas palabras llenas de mentiras.

“Con estos malestares, no creo que puedas esconderlo por mucho tiempo” me respondió ella mientras me ayudaba a levantar del suelo.

“A penas nos veremos en estas semanas.  Tiene mucho trabajo y tiene que completarlo todo antes de la boda”

“Isabella, sabes que soy tu madre y que estaré a tu lado siempre; no importa que tomes la decisión incorrecta.  Te amo mi chiquita”  dijo mientras ambas nos abrazábamos.

Quería volver a tras, ser una niña.  Poder llorar así, en los brazos de mi madre, cuando la razón era un golpe, una mala nota, o porque Adrián me hacía de sus travesuras. 

Ambas bajamos a la cocina y comenzamos a preparar el desayuno.  Apenas y pude tolerar unas tostadas con un jugo; no quería repetir el episodio que ocurrió momentos atrás. 

Ezequiel entró a la cocina y mis ojos quedaron en él, asombrados.

“Qué haces aquí?” mi boca fue más rápida que mi mente, debí quedarme callada y esperar una  explicación voluntaria.

“Tuve que buscarlos anoche a todos; Adrianna me acompañó. Como era tan tarde, decidimos dejarlos a dormir aquí en vez de repartirlos a sus casas como adolescentes que se embriagan por primera vez” contestó mi mamá entre risa, colocando unas pastillas y un vaso de agua frente a Ezequiel.

Este se sentó frente a mí, tragando las pastillas rápidamente, seguido del agua.

“No sé cómo Angélica puede dormir en la misma cama con Adrián.  Sus ronquidos son insoportables” dijo Ezequiel mirando a mi madre.

Amor ClandestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora