Capítulo 12.

2K 110 8
                                    

Narra Miriam:

Estaba empezando a refrescar asi que, tras recogerlo todo, me senté apoyando la espalda en la piedra.
Pillé a Ana mirándome, le sonreí y me acomode.

-Anda, ven -dije invitandola a sentarse entre mis piernas para poder abrazarla

Se sentó y la abracé, ambas suspiramos.
Al abrazarla noté el tacto de su camisa, era super suave, no podía parar de tocarla.
Comencé a acariciar suavemente sus brazos mientras ambas mirabamos el cielo. Esta noche estaba precioso, no había ni una sola nube.
Ana comenzó a acariciarme inocentemente las piernas a la par que apoyó su cabeza en mi hombro.
Su piel, parecía tan suave.
Fui subiendo poco a poco mis manos por sus brazos, pasando por los hombros para llegar finalmente a su cuello, cuando lo hice soltó un pequeño gemido.
Me quedé quieta por un momento, no esperaba aquella reacción. De repente noté como sus caricias sobre mis piernas ya no eran tan inocentes, cada vez subía un poco más sus manos hacia mis muslos.
Agradecí la oscuridad para que no pudiera notar el color de mis mejillas. Qué calor.
Bajé mis manos levemente acariciando su escote, tras esto volví a llevar mis manos hacia sus brazos, grave error.
Ana se pasó una mano por el pelo moviendolo hacia el lado, dejando su cuello totalmente expuesto. Al mover su pelo dejó a la vista su escote.
La respiración de ambas era intensa aunque calmada.
Dios, esta chica me va a volver loca.

-¡Una estrella fugaz! -dijo de repente echándose hacia delante
-¿Qué? ¿Venga ya? ¿Me la he perdido? -dije haciendo un puchero
-¿Que estabas mirando para no verla? -dijo divertida alzando una ceja

Será cabrona. Me hice un poco la loca para no responder.

-¿Y que has pedido? -dije evitando su pregunta anterior
-Eso no se puede contar, aunque lo mismo -dijo acercándose- si hago esto, puedes imaginar sobre que va

Dijo acercándose más, a escasos centímetros de mis labios.
Colocó sus manos en mi mandibula, y me giró la cara para atacar mi cuello.
Ahora quién no pudo evitar gemir fui yo.
Comenzó a besar mi cuello intensamente, fue suviendo hacia mi mandíbula y finalmente a mis labios.
Nos besamos, fue un beso con ganas, de estos urgentes.
Se sentó a horcajadas sobre mí y comencé a colar mis manos bajo su camisa a la vez que una de sus manos descendía hacia mi escote.
Noté como Ana temblaba y paré el beso.

-Hey, ¿estas bien? -dije con una mano en su mejilla mientras la miraba a los ojos
-Si, no te preocupes -dijo, pero seguía temblando
-Podemos parar si quieres, eh -dije preocupada
-Es solo que hace un poco de frío -dijo algo avergonzada- ¿vamos a mi casa?

Narra Ana:

La vuelta a casa se me ha hecho aún más corta, estaba nerviosa.
Miriam aparcó la moto y bajamos, guardó los cascos pero no se movió.

-¿Estas segura? Podemos ir más despacio si quieres -dijo Miriam algo preocupada
-El temblor era por el frío, amor -dije antes de besarla
-Pero si en algún momento hay algo que te incomoda, dilo, ¿vale? -dijo mirandome a los ojos

Asentí y la volví a besar cogiendo su mano.
Subimos a casa, abrí y entramos en silencio, pasamos a mi habitación y cerré la puerta con pestillo.

Miriam me miraba mordiéndose el labio mientras se quitaba la chaqueta.
No había podido apreciar bien su jersey, una pena que le fuera a durar tan poco.
Fui acercándome poco a poco hasta poner una mano sobre su pecho y empujarla a la cama.
Se quedó sentada y comenzó a desabrocharme la camisa mientras iba esparciendo besos por mi abdomen, cuando la desabrochó completamente me agarró de la cintura atrayendome hacia ella haciendo que me quedara sentada sobre sus piernas.
Comenzó a besar mis pechos y desabrochó también mi sujetador.
Joder con la leona.
Le quité el jersey y volví a empujarla, se quedó tumbada sobre la cama mientras yo podía apreciar su cuerpo desde arriba.
Pasé mis manos arañando su abdomen, vi como ponía una sonrisa traviesa y antes de querer darme cuenta ya habiamos cambiado los papeles, ahora era ella quién estaba encima.
Desabroché su sujetador de forma tan ágil que incluso me sorprendí a mi misma, Miriam se dio cuenta y no pudo evitar reír.

-Sigues llevando mucha ropa -dijo entre besos
-Y tú -dije mordiéndome el labio

Miriam se levantó de la cama para quitarse lo que quedaba de ropa y yo hice lo mismo.

Me quedé de pie al otro lado de la cama viendo como Miriam gateaba por esta haciendo honor a su mote de leona. Me indicó con su mano que me acercara, quedandose ella de rodillas y yo aún de pie.
Comenzó a devorarme el cuello y a pasar sus manos por todo mi cuerpo, cada vez bajaba más y más, y yo ya hacia mucho que estaba empapada.
Miriam coló su mano entre mis piernas, pero sin llegar a rozarme ahí, comenzó a acariciarme los muslos, le gustaba jugar.
Yo ya no podía más, y la volví a empujar haciendo que se quedara sentada.

-Ellaa que la gusta empujar -dijo con voz ronca de forma intensa mientras pasaba su mano tras mi cabeza tirandome así suavemente del pelo y agarraba mi cintura para atraerme aún más a ella.

Al hacer esto mi intimidad rozó su abdomen y un pequeño gemido se escapó de mis labios, Miriam al darse cuenta llevo sus manos a mi culo incitandome a volver a hacerlo mientras me miraba fijamente. Al cabo de un rato yo ya no podía más.

-Miriam, por favor... -dije jadeante

Miriam rió en mi cuello y me mordió mientras llevaba, al fin, su mano a mi entrepierna.
Comenzó a acariciar mi clitoris, como siguiera así iba a aguantar muy poco.

-No me hagas que te lo suplique -dije entre jadeos

Miriam me entendió y me penetró con dos dedos, comencé a mover mi cadera al ritmo de sus embestidas.
Al cabo de unos minutos, estaba prácticamente a punto cuando sacó sus dedos de dentro de mi y me tumbó en la cama, la miré con fastidio hasta que vi sus intenciones.
Bajó su cabeza y sin rodeos comenzó a devorarme a la par que me penetraba con dos dedos.
Mis gemidos cada vez eran mayores por mucho que intentara reprimirlos.
Noté como mi cuerpo se contraía a la vez que me liberaba.
Vi como Miriam gateo por mi cuerpo creando un camino de besos hasta llegar a mi boca probandome así a mi misma.

-Estas deliciosa -dijo besandome mientras yo me recuperaba del orgasmo
-Yo también quiero probarte -dije echandome encima de ella

Mi mano fue directa a su pecho al igual que mi boca, mi otra mano bajó aún más y al ver como estaba no pensaba andarme con rodeos.
Fui mordiendo y besando hasta que mi boca llegó al lugar que ocupaba mi mano, comencé a torturar su clitoris con mi lengua.
Ver a Miriam desde aqui agarrandose los pechos era una de las cosas más eroticas que habia visto en mucho tiempo.
Se mordía la mano para evitar gemir alto, y yo lo único que quería era escucharla rugir.
Aumenté el ritmo mientras introducía un dedo suavemente.

-Joder -dijo jadeante llevando sus manos a mi cabeza

Volví a bajar el ritmo y levantó la cabeza a modo de reproche, era divertido aquello.
Añadí un dedo más mientras mordía su muslo, fui subiendo mientras mi mano llevaba un ritmo constante.
Llevó sus manos a mi cara manteniendome cerca mientras jadeaba en mis labios y me miraba a los ojos.
Empezó a contraerse y yo aumenté un poco más el ritmo.
Cuando llegó repartí besos de forma suave por su cara mientras retiraba con cuidado mi mano, admirandola.

Esa noche ambas temblamos varias veces, y la leona rugió y yo con ella.

Y amaneció, y éramos un lío de piel, sábanas y sentimientos.
Su melena cubría mi busto aún desnudo, coloqué el pelo que cubría su cara tras su oreja.
Era preciosa, y aún conociéndola de tan poco tuve que reconocerme a mi misma que no me importaría levantarme así todos los días.
Quizá Ricky tenía razón y yo era una intensita.

Ay gallega, qué me estas haciendo.

Libros olor a caféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora