Capítulo 21.

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Narra Miriam:

Los meses fueron pasando y cada vez estábamos mejor.
Casi siempre estabamos una en la casa de la otra, Mimi y Ricky nos habían apodado como las bolleras siamesas.
Pero es que, joder, me encantaba despertar a su lado aún ahora que la calor empezaba a hacer de las suyas.

-Entonces, ¿qué hago? -dije mientras terminaba de limpiar la máquina de café
-Hablalo con ella -dijo Mamen encogiendose de hombros mientras le daba a la barra
-Ya, pero la convivencia mata la pasión, ¿no? -dije prácticamente resoplando
-No tiene por qué -dijo Mamen antes de echarse a reír
-Es que ahora estamos muy bien así, ya sabes, cada una con su vida, pero al final siempre estoy en su casa o ella en la mía -dije apoyándome en la pared
-¿Y si probáis ahora en vacaciones? Llévala a una casita, enseñale tu tierra, ahí puedes ver como es la convivencia con ella cuando solo estáis las dos -dijo Mamen yendo hacia el despacho para cambiarse la ropa
-Ay, Mamen, gracias -dije dándole un abrazo
-Miriam, hija, que me vas a partir -dijo riéndose y apretando también el abrazo cual luchador de sumo

Acabamos las dos descojonadas y fuimos a cambiarnos. Cuando salí, escuché a Mamen gritar por teléfono, me metió prisa para salir de la cafetería y cerrarla.

-Dime que me puedes llevar en la moto -dijo mientras terminaba de echar la persiana
-¿Qué pasa? -dije aunque por su cara, sabia la respuesta
-Laura esta de parto -dijo atacada

Narra Ana:

Habíamos ido ya a cuatro centros comerciales, ni uno, ni dos, ni tres, sino cuatro.
Mireya y Mimi eran incansables, me llevaban prácticamente a rastras.

Todo empezó en el desayuno.

-Venga va, vente banana -dijo Mimi mientras se liaba un cigarro en la terraza
-Bueno, no me vendría mal cambiar un poco el armario, ¿no? -dije encogiendo los hombros
-Amigaaaaa que nos vamos de compras -dijo Mireya abrazándome

Por lo visto era su día de compras, día que pasaba cada tres meses.
El primer centro comercial genial, el segundo bien, a partir del tercero solo deseaba que llegara ya la hora de que Miriam saliera del trabajo y me recogiera para ir a cenar.

Vale que también me había comprado cosas, pero ya no podía permitirme gastar más dinero y que me llevaran de tienda en tienda viendo cosas que me encantaban y que no podía comprar, pues ya no era tan guay.

Llegaron las nueve y Miriam no contestaba a whatsapp, ni cogía el teléfono.
Quizá a última hora llegó más gente y tardaron un poco más en cerrar.

-¡Ana! Vamos a ir a cenar al italiano, te apuntas, ¿no? -dijo Mimi cargando mínimo seis bolsas
-Había quedado para cenar con Miriam, pero no me contesta -dije mirando el móvil
-Bueno, entonces, ¿te acercamos a la cafetería? -dijo Mireya mientras llamaba al ascensor

Asentí, en apenas 20 minutos estábamos ya en la puerta de la cafetería, pero estaba cerrada y Miriam seguía sin contestar.

-Que raro -dijo Mireya
-Lo mismo ha ido a casa a cambiarse o algo, porque la moto no esta -dijo Mimi señalando el lugar dónde Miriam siempre dejaba la moto
-Voy a llamarla otra vez -dije buscando en la agenda

Un tono, dos, tres, cuatro... nada, colgué.

En apenas un minuto la pantalla de mi móvil se iluminó.

-Estoy en la cafetería, ¿dónde estas? -dije un poco entre preocupada y cabreada
-En el hospital, Laura esta de parto y tuve que traer a Mamen, no he podido coger el móvil hasta ahora, perdoname -dijo algo agobiada
-¿En qué hospital? - dije ya más preocupada
-En el que esta pegando a la universidad -dijo rápidamente
-Voy para allá, amor, no tardo, te quiero -dije antes de colgar

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