Capítulo cuarenta. –Let me die.
—Sigo sin poder entenderlo —Dijo Anna tirando el lápiz sobre el libro y llevándose una almohada a la cara. Justin rió y le tomó la mano para que le volviera a mirar—Estás perdiendo tu tiempo intentando explicarme esto, ¿sabes?
—No es tan difícil, tan solo es estudiar, acordarte todo lo que viste y poder explicarlo para que en el examen te vaya bien.
—Es que, física nunca fue mi asignatura favorita y la clase es demasiado aburrida como para quedarte mirando la pizarra entonces, cada vez que intento estudiar; me distraigo —Dijo y cuando le vio a los ojos, dijo: —Y ahora te tengo a ti para distraerme. —Sonrió—No te tendría que haber pedido ayuda, es más complicado estudiar contigo aquí.
—Si quieres me voy…
Empezó a levantarse de la cama cuando Anna le tiró del brazo y volvió a sentarse en la misma. Una sonrisa se curvó en sus labios, se veía el chicle que tenía en la boca; era de menta por el aroma que trasmitía su boca al hablar.
A eso se refiere con distracción. Estaban hablando de física y de repente, Anna le prestaba atención al sabor del chicle en la boca de su novio, era tan distraída, tan metida en su mundo que no se dio cuenta de que Justin le estaba hablando.
—Vale, te distraes mucho es cierto.
Anna se estiró en la cama tirando el libro de física al piso con la lapicera y la fotocopia del supuesto resumen de veinte hojas, no faltaba mucho para terminar el Instituto, después de eso supuso que iría a la Universidad donde los resúmenes serían de cien hojas pero, lo bueno de todo es que su vida social no cambiaría, seguiría siendo la misma. Así de aburrida, porque Justin no salían mucho, alguna que otra vez pero solían quedarse en la habitación mirando películas, hablando, haciendo apuestas o tan solo mirando el techo que era tan aburrido.
Estaba convirtiendo a su novio en prototipo parecido a ella.
Se sintió culpable.
— ¿Sigues viendo a tus amigos?
Justin se sorprendió cuando la pregunta pasó por sus oídos y fue analizada por su cerebro. Le pareció raro que ella se preocupara por eso, no solían hablar mucho de los amigos del otro, era una relación bastante rara, era como que se mantenían escondidos de la gente.
—Si, a veces, ¿por qué?
Una pequeña sonrisa se formó en el rostro de Anna.
—Curiosidad.
…
Hacía frío por las calles de Londres a la noche, y no había mucha gente caminando por la misma. Eran las diez de la noche cuando Anna decidió ir a tomar un poco de aire fresco, sentía que lo necesitaba, pasaba mucho tiempo encerrada en su habitación y eso se estaba volviendo un hábito bastante irritante, Justin se quedaba con ella algunos días pero no tenía sentido que se la pasaran en una habitación todo el jodido día, era aburrido.
Tocó la cadena que tenía sobre su cuello, la compró en la tarde del día en el que fue al Cementerio a visitar a su madre. Colgaba una “L” en cursiva sobre la misma.
Se acomodó su gorro y después llevó las manos a los bolsillos de su cazadora, tenía frío y no había salido muy bien abrigada, sentía unas risas a sus espaldas pero como no las notó conocidas, no se giró, pensó que podían ser unas chicas que salían a bailar a un boliche porque se escuchaban los tacos al tocar el suelo.
—When your hand finds the hand it was meant to hold… Don’t let go. —Cantó Anna en un susurro y escuchó las risas acercándose, y también los zapatos chocar contra el asfalto pero lo hacían más seguido como si estuvieran corriendo… Giró la cabeza para ver a las chicas y solo vio negro.
Lo único que fue al despertar fue un poco de luz gracias a que estaba amaneciendo pero su vista estaba borrosa y sintió miedo, cerró los ojos y los abrió, todo siguió de la misma manera. Dijo que solo era el hecho de que se despertaba con el Sol (una excusa demasiado tonta), intentó sentarse pero no podía hacerlo, se tocó la cara y sintió como un líquido seco por su boca, sus mejillas, y nariz, además de la frente.
Se vio las manos, estaban todas sucias, grises y con sangre.
Abrió su boca en forma de exclamación, estaba asustada, lo último que recuerda era de haber gritado hasta que un golpe la dejó callada, tocó su vientre, tenía un papel ahí mismo, lo tomó y lo elevó hasta que quedara a la altura de sus ojos: “No es una buena hora para salir a la calle, Anna” Conocía esa letra, sabía quién era la causante de todo esto, las lágrimas se aproximaron en sus ojos y empezó a llorar, se sentía muy mal, volvía la vulnerabilidad a acomodarse sobre su cuerpo, volvía la debilidad de cualquier cosa.
Se sentó, apoyando los codos como ayuda para esto, se arrastró hasta un árbol donde apoyó la espalda para no tener que forzar ninguna parte del cuerpo, tenía el pantalón roto en toda la parte de abajo y se le veía la pierna, que tenía sangre, tenía heridas por todo el cuerpo y estas tenían el líquido rojo seco esparcido por todos los lados.
No encontró su celular por ninguna parte, sus manos temblaban.
Intentó gritar pero su voz era muy baja, no sabía cómo gritar. El miedo se apoderó de su cuerpo y su mente se fue quebrando nuevamente, la grieta que estaba sanando se volvió a abrir y volvió a hacer todo lo que era antes.
Era muy fácil recordar todo lo que alguna vez había afectado tu pasado, era algo que siempre vivía en uno, que lo atormentaba pero, superar esa cosa que te había lastimado hasta desgarrarte el alma era una de las cosas más difíciles de lograr.
Sintió ganas de morir en medio de la nada.
No sabía dónde estaba.
Estaba perdida.
Se quedó ahí hasta que se hicieron las ocho de la mañana, podía oír los autos pasando por la carretera a lo lejos, también podía sentir como el clima cambiaba a estar frío pero Anna no sentía nada, su vista había vuelto a la normalidad pero nada era normal de nuevo.
A lo lejos vio unas sirenas de Hospital y otras de policías, escuchó que estas gritaban pero el sonido se fue perdiendo entre el murmullo de los arboles, y de las hojas.
No sentía su cuerpo estable.