Capítulo cuatro. –Let me die.
Para su sorpresa, al llegar a su casa, vio el auto de su padre en la entrada del garaje, estacionado.
Se quejó en voz baja, y cruzó la calle para ir al porche, entró.
Su padre no estaba en la sala y así, en silencio, caminó hacia la escalera, estaba a punto de llegar arriba cuando sintió la voz de Robert a su espalda.
Refunfuño en silencio, y no se dio media vuelta para observarle. Se quedaría así hasta llegar al baño, y maquillarse la mejilla.
Esta estaba colorada, y eso pasó hace más de tres horas. Así que, Anna supuso que le duraría unos días.
— ¿Anna? Cielo, hola. —Dijo su padre al borde la escalera.
—Hola pa, ¿cómo estás? —Siguió subiendo las mismas hasta llegar al piso superior.
—Bien, ¿y tú? No escuché la puerta cuando entraste.
—Entre rápido, y como no te vi en la sala pensé que estabas en la habitación.
— ¿Te encuentras bien, Anna? —Empezó a subir los escalones.
Anna corrió a su habitación sin responder, cerró con llave la puerta para que no entrara su padre. Todas las noches hacía lo mismo porque, no quería que él entrara cuando ella dormía para ver si se lastimaba a si misma.
Robert tocó a la puerta, y Anna pensó en una excusa pero su mente estaba vacía.
— ¿Qué sucede? —Preguntó detrás de esta.
—Es que… Me dieron ganas de vomitar, lo siento.
Abrió la puerta de la habitación, y corrió al baño, cerró esta con llave, buscó sus maquillajes. Entre las sombras, pintalabios y demás cosas que nunca usó, encontró la base.
Se la esparció por la mejilla, esta le dolía pero no importaba realmente.
Al cabo de unos minutos, esta tenía su color natural.
Salió del baño, y su padre estaba parado frente a la cama esperando que Anna saliera del baño, cuando le vio, caminó despacio hacia ella quien tenía una mano en el estómago intentando interpretar que le dolía aunque, lo que le dolía era ese moretón en la mejilla.
—Comí un sándwich en el Instituto que me cayó mal. —Explicó y caminó a la cama para acostarse en ella.
—Oh, bueno, te prepararé algo para almorzar que sea bueno para estas situaciones, y Anna… ¿Por qué tienes algo morado ahí? —Le señaló una parte del cuello.
Maldijo en forma tan baja que casi ni movió los labios, y cerró los ojos para calmarse. Era buena con las excusas, y ahora debía poder obtener una de su pequeña mente.
—Estaba en el receso cuando, caminaba por el pasillo y una puerta me chocó.
Su padre frunció el entrecejo.
— ¿Cómo te va a lastimar el cuello?
—Porque yo miraba hacia el techo, en este había una frase que decía algo como “Los profesores apestan” “La escuela es una mierda”, entonces… —Explicó, y su padre asintió con la cabeza. Caminó donde ella y le besó la nuca.
—Vale, debes tener más cuidado.
Y Anna solo asintió con la cabeza.
Debía mentir muy seguido porque cuando no dice la verdad para que si lo hiciera. Sabía cómo emplear cada palabra para que esta pareciera que fuera verdad.