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                                                                           CUTS COME BACK...

 

Maratón 4/5

Capítulo veintinueve. –Let me die.

Anna no entendía por qué la vida era tan injusta. Nunca le había hecho nada a Sandy y sin embargo, ella le molestaba. Nunca le había hecho nada a su padre y él le mentía. 

Estaba dentro de una habitación con Justin en uno de esos hoteles para una sola noche en medio de la ruta, Anna se encontraba sentada en la cama, y los brazos del Rubio le rodean por todo su cuerpo, dándole protección. 

Se sentía mal por dos cosas: su padre le había mentido, había contratados a dos chicos para que le hicieran vivir la típica vida adolescente que toda chica quiere disfrutar y después, estaba Justin. Él, desde hace poco, le había empezado a tratar bien y de vez en cuando hablaba con Anna en los pasillos o sala del Instituto, le tomó aprecio, y Anna le trataba mal… Justin está con la castaña en ese momento, haciéndola sentir que no está sola, y la sensación de arrepentimiento formó un nudo en su garganta. 

—Perdón. —Dijo Anna saliendo del pecho de Justin. 

— ¿Por qué? —Él frunció el ceño, bajando la cabeza hacia ella. Era mucho más petisa que Justin. 

Anna se quedó callada pensando en sí decirle o no, no quería que él supiera que le tenía una pizca de cariño. Era raro: nunca habían sido amigos, y él le trató mal, y después Justin se unió a lo que era la amistad de Alissya y Anna… Un pensamiento atravesó su cabeza: ¿Él también era otra mentira? ¿Era el otro proyecto de Robert? Observó sus ojos, y luego su expresión. No sospechó de Justin pero realmente no podía confiar en nadie… La vida está llena de gente que siempre te va a lastimar, y no importa lo que trates de hacer para evitarlo, las cosas hirientes que te escupen las personas o tú misma siempre quedan rebotando en la cabeza como si fuera una pelota de futbol. Recordó una frase que su madre siempre le decía antes de ir a dormir pero, ella era tan pequeña que nunca la entendió, y ahora se había detenido a pensarla. 

“Tienes que ser como un globo, Anna… Tienes que volar en libertad, como si solo fueras tú y el aire. Los problemas tienen que quedarse fuera de tu cabeza. Debes ir, explorar, conocer siempre estando libre porque eres una persona y mereces eso.” 

Se había quedado en silencio por unos minutos, y Justin permanecía sentado mirándole. Cuando volvió a la realidad, él seguía de la misma manera que antes. No le respondió la pregunta que le había hecho, quería saber si todo lo que hacía era porque su padre lo había contratado o si de verdad lo hacía porque, de algún modo, le importaba. 

—Respóndeme algo con toda la sinceridad, ¿vale? —Le dijo ella levantándose de la cama. Empezó a caminar alrededor de la pequeña habitación, se sentía asfixiada, abrió la ventana y dejó correr el aire. Justin soltó una risa. 

—Suéltalo. 

— ¿Mi padre te pagó o algo para que tú te acerques a mi? 

Justin arrugó la frente, y juntó sus cejas sorprendido por la pregunta que había escuchado. Se pasó una mano por el pelo, y siguió de la misma manera. Negó con la cabeza. Anna pensó en que, tal vez, era muy buen actor pero, una parte de ella confiaba en que eso no había pasado pero la otra le gritaba que sí. 

— ¿Por qué lo preguntas, Anna? —Dijo en una voz muy suave como el terciopelo. 

Enfrentó sus ojos contra los de él. No debería contarle, ella todavía no lo aceptaba del todo porque, o sea, su padre le había mentido y a las personas que les confío lo que les estaba pasando solo la vieron como un proyecto para poder ganar dinero fácil. Solo tenían que fingir que les importaba, tenían que decir cosas bonitas, tenían que animarla a vivir la vida cuando Anna no quería eso. 

La vida era una mierda. 

Caminó hasta la ventana y recostó sus brazos en el picaporte blanco que poseía para ser decorado, aunque digamos que no era muy lindo, sólo era un lugar para quedarse por un día y luego, conseguir un apartamento o solo volver a la casa. 

Minutos después, escuchó pasos de alguien acercarse, sabía que era Justin porque era la única persona ahí mismo con ella. Se apoyó contra la ventana, que era amplia, y le volvió a preguntar por qué le preguntó eso. Anna hacía sus esfuerzos para no llorar cuando pensaba eso, como necesitaba a su madre en este momento, capaz si ella todavía siguiera viva, nada de esto estuviera pasando… Ella era el ángel alegre de la familia, siempre iba a hacer eso. 

Y como siempre, las lágrimas caían por sus mejillas empapando su cara, no hizo nada para que estas se fueran de la misma. Justin metió las manos en sus bolsillos, y le miró.

Anna abrió la boca para hablar, y se giró para ver la cara de Justin, en sus ojos vio que no sabía qué hacer con todo esto, al parecer era la primera vez que veía llorar a una chica de esta manera y también, vio pena. Era lo último que la gente sintiera por ella: pena. 

Todos siempre sentían pena, pena, y pena. 

—No sientas pena. 

Justin estaba sentado en el otro extremo de la cama en diagonal a Anna, ella le había contado todo porque necesitaba descargarse, quería ser un globo como su madre le dijo… No podía entender cómo es que recién ahora se acordó de eso. Ella le había enseñado un montón de frases antes de morir para poder sobrevivir para cuando sea grande por si no seguía viva… Y nunca había tenido presente aquellas que le ayudarían. 

—Tu padre no me contrató ni nada por el estilo, Anna. —Le dijo, era la décima vez que le decía lo mismo. 

—No te ofendas pero, no te creo. 

Justin chasqueó la lengua, y una sonrisa se extendió por su rostro. Sus mejillas tomaron un color más caramelo, y abrió la boca para decir algo. 

—Si eso es así, ¿Por qué sigues aquí conmigo? 

—Touché. 

Eran las seis de la mañana cuando Justin dejó la habitación por haber recibido una llamada de la madre preguntándole dónde estaba, y diciendo que realmente se preocupó por él… Anna realmente estaba agradecida de que él estuviera ahí con ella para escucharla cuando quería desahogarse. 

Le despidió y lo primero que hizo fue mirar hacia la cama, y su mochila, cual agarró entre sus manos para sacar su celular. Veinticinco mensajes de texto, veinte llamadas, cinco mensajes de voz, y todas eran de su padre. 

Canceló todas las opciones que tenía para devolver llamadas, respondes los mensajes, y oír los de buzón de voz… Solo quería dormir toda la tarde hasta que se sintiera bien aunque, nunca lo haría. ¿Cómo podía, después de esto, mirar a su padre a la cara? ¿Cómo podría EL hacerlo? No tendría el valor de caminar por los pasillos sin tener miedo de encontrarse con Alissya. 

Ojala nunca hubiera pasado nada de esto. 

Anna cogió su mochila y fue al baño, en unos de los cinco bolsillos pequeños tenía una navaja sin usar, poseía una gran colección de aquellas. Cuando la encontró, la miró por un rato hasta que se la clavó en la muñeca sin compasión sobre ella misma, la lanzó como una navaja es lanzada, hizo un trazo desde el inicio de la muñeca hasta el antebrazo, y como siempre, las lágrimas cayeron al igual que las gotas de sangre contra el piso… Contra el piso duro, y frío. 

let me dieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora