Capítulo cuarenta y nueve. –Let me die.
Narra Anna.
Me sentí vacía y pérdida toda la semana. Salía algunas veces de mi cuarto cuando llegaba mi papá para no preocuparlo pero no podía sonreír, no sentía mi cuerpo funcionar. Era una máquina obligada y odiaba eso. Lo mejor de todo era que tanto Alissya como Justin no estaban cerca de mi casa, y mi padre trabaja hasta tarde, algunas veces me hacía la dormida para no tener que hablar con él.
Justin se fue con su madre a visitar a su abuela que había tenido un problema la semana pasada y se quedó con ella ya que, hace mucho tiempo no le veía. Se quedaría unos días más o eso me había dicho. Alissya fue al casamiento de su prima que era en Nueva York así que, aprovechando tales circunstancias se quedaría ahí unos días. Era uno de los mejores lugares para ir a comprar, la quinta avenida tiene las mejores tiendas y ella iría a todas esas tiendas y se llevaría algo.
Mi papá llegaba a las diez de la noche ya que, le pidieron que cubriera a uno de sus compañeros que tuvo que irse por un tema personal unos días afuera del país, me quedaba sola desde que llegaba del Colegio hasta que mi padre aparecía en la casa.
Parecían los viejos días, los que siempre eran iguales. En clase, permanecía sola, no hablaba con nadie y podía observar como Sandy hablaba sobre mí. Cada día era un miedo que me atormentaba, no podía salir de la casa con seguridad. Sin Justin y sin Alissya todo parecía igual que siempre, aburrido, sin trama, sin nada especial o raro que pueda llegar a pasarme entonces entendí que les quería mucho, les quería tanto que los extrañaba.
Salí de la clase corriendo. Sentía la mirada de tres chicas a mis espaldas y traté de ignorarlas lo más que pude, no me quedé para almorzar en el Instituto directamente salí para mi casa y las miradas seguían penetrándome en el cuello. Era odioso. Quería correr y llegar a mi casa pero tampoco era un lugar seguro, ningún logar en el que este sola era seguro, siempre viviría con ese miedo.
Iba a correr.
— ¡No te apures, querida! —Gritó. Conocía aquella voz como si fuera la mía. Como si fuera la palma de mi mano—Te alcanzaremos de todos modos. Somos tres y tu, una —Le señaló. Anna ya se había detenido. Era mejor relajarse en ese momento a que correr y que con toda la furia que ellas tengan lastimarla. —Me gusta cuando la gente hace lo que le ordeno.
—Sandy...
— ¿Qué? ¿Qué vas a decirme? ¿Qué no te haga daño, qué te tenga pena? —Me preguntó mirándome desde más arriba, sentí miedo pero más que nunca— Tu novio no está por aquí, tampoco tu amiga, la rubia. —Dijo sonriendo de lado, y sentí el peor de mis miedos llegando hacia mí. Sabía que iba a pasarme en estos momentos, era consciente pero no quería admitirlo. La miré, la miré por unos segundos antes de salir corriendo hacia algún lado. No importase el lugar, tenía que haber gente. No duré mucho. Cuando me di cuenta, estaba tirada en el piso con la boca sangrando al igual que mi nariz, era como volver a aquellos días que necesitaba mi navaja para sentirme satisfecha con la vida que tengo. Era cobarde.
Era cobarde por dos cosas: Me dejaba usar y lastimar por las personas. No ponía un punto a todo porque no sabía cómo y debería de saberlo, en vez de lastimarme y odiarme debería de aprender a finalizar toda esta mierda. Y por otro lado, porque me lastimaba... No sabía afrontarlo de otra manera y eso me hacía cobarde. Habiendo millones de posibilidades y no opté por ninguna, podía haberme cambiado de escuela, total no perdería a nadie. También hubiera hablado con un Director o hubiera contado por qué siempre tenía moretones en mi cara a los médicos.
—Vas a desear morir, estúpida. —Me gritó pero fue más como un susurro.
Sentía los huesos de mi cuerpo doblarse, sentía como mi cabeza giraba y como mis ojos perdían la vista con el paso de segundos. No soportaba todo esto, era demasiado para lidiar. Sabía que llegaría el momento en el que no me sentiría más con ganas, que estaría vencida por completo solo por no saber aprovechar todas las oportunidades que me dio la vida, que me ofrecieron. Todo tenía un final, todo en la vida tenía su punto definitivo, el punto que cerraba cada historia y hoy, sería el mío.