46

120 7 0
                                    

SOLO QUEDAN 8 CAPITULOS :(

Capítulo cuarenta y tres. –Let me die. 

Robert salió antes del trabajo porque se sospechaba que la lluvia no lo dejaría salir de su oficina y por lo tanto a eso de las ocho de la noche estaba en la casa con una caja de pizza para comer. Al entrar al cuarto y ver a los dos adolescentes acurrucados mirando la televisión, frunció la ceja, sabía que tanto Justin como su hija pasaban mucho tiempo juntos y que solían verse casi siempre en esta misma casa pero también, entendía que eran novios y ellos hacen tales cosas. 

Dejó de pensar en eso para decirle que había traído pizza y que podía bajar con Justin para que la comieran, él estaba dormido mientras Anna le acariciaba los nudillos con el dedo pulgar y le daba pequeños besos en la mejilla y él se quejaba, le daba muchísima ternura tener que lidiar con eso. 

Cuando su padre se fue de la habitación, le besó en los labios a su novio y este siguió durmiendo. No le importaría besarlo hasta que despertara. Se sentó a su lado y le dio otro beso, y después otro seguido de otros más hasta que Justin la tomó de la cara y la puso bajo su cuerpo en la cama, él estaba arriba de ella con los ojos aun cerrados y una sonrisa quería escapar de la comisura de sus labios, Anna le besó y Justin la tomó de la cara con más fuerza para que el beso durara.

—Me encantaría despertar todos los días con besos de tu parte.

Anna sintió un vuelvo en el corazón de ternura, quería tantísimo a ese chico que no podía expresarlo con palabras. 

Digamos que le hacía ver el mundo de una diferente perspectiva, le hacía saber que siempre había que vivir disfrutando y no teniendo miedo de las consecuencias, Anna nunca le hacía caso porque ella era así y en parte, le gustaba ser de tal manera porque se había acostumbrado. 

Justin le cambiaba los estados de humor. Él era una persona que le hacía sentir todos los sentimientos –tantos malos como buenos– que pueden existir. Sabía como tratar a alguien de una manera especial sin ser un bruto. Le quería y cada vez que le miraba se preguntaba que había visto un chico como él en una chica como ella. La mayoría de los chicos suelen buscar chicas que tengan una figura deseable, que sean alegres, bonitas. Otros buscaban a una chica que tuviera la personalidad más agradable de todo el planeta, que supiera cómo ser divertida y espontanea. 

Anna no era así, ella tan solo era Anna. 

—Mi padre está esperando abajo, deberíamos ir, no quiero después estar en un interrogatorio policial. 

Justin soltó una risa y le dio otro beso antes de pararse y ayudarle a ella. Cuando Anna se levantó, llevó sus manos al hombro del muchacho, él la sostuvo por la cintura con una fuerza indescriptible pero no le hacía daño en más, el tacto era firme, fuerte pero también –de algún modo– era suave y tibio. 

Justin rozó sus labios contra los de ella antes de desviar estos y darle un beso en la nariz y otro en la frente donde recostó su cabeza antes de dejarla ir. 

—Ve abajo, iré al baño. 

—Vale. 

Anna salió por la puerta de la habitación dejándola abierta, supuso que a Justin no le importaría, total el baño tenía su propia puerta como todas las demás. Llegó con su padre y le saludó, este le sonrió al ver el polerón que tenía puesto, era de su madre, su padre se lo había comprado como un regalo en uno de sus cumpleaños, era de color verde porque combinaba con los ojos de Lynn tanto como los de Anna. 

Su padre la abrazó y le dio un beso en la cabellera. 

—Ese fue el primer obsequio que le di a tu madre cuando cumplió años ya estando casados, me acuerdo que le había fascinado —sonrió—, sabes que no soy bueno con los regalos. 

let me dieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora