39. Fecha de Caducidad

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38. Fecha de Caducidad

"No sabía si había escuchado bien. ¿Acaso acababa de decir que lo hacía para llamar su atención?

Su corazón dio un salto y el rubor tiñó sus mejillas.

A ella le gustaba. Y mucho. Desde el año anterior que lo hacía, cuando se dio cuenta de que detrás de esa fachada de niño quema-hormigas había soledad y tristeza.

Pero eso no quería decir que lo perdonara.

- Di algo.

Por primera vez, la voz del pelirrojo sonó tímida. Temía como ella iba a reaccionar. Si le gritaría, lo dejaría allí solo o lo empujaría de la rama.

Curiosamente, le agradaba más la idea de ser empujado de dos metros de altura que a la de ser abandonado.

- No debiste hacerlo -finalmente dijo ella.

- Lo sé -respondió él.

Sin embargo ni una disculpa salió de sus labios.

Ella volteó para mirarlo a la cara. Se dio con la sorpresa de que él también la estaba mirando. Tenía una expresión en el rostro que Noah nunca había visto en él. Su estómago se agitó de manera extraña.

Él se acercó a ella y, de un momento a otro, estaba besándola."

El resto se basó en abrazos y palabras no dichas. El fin de nuestra relación nunca me había parecido tan real hasta ahora. Pareció materializarse recién cuando ella me dio la fecha de su partida.

Como si nuestra relación tuviera fecha de caducidad.

Recordé lo que ella me dijo cuando estábamos en la cabaña de mi abuelo. Que nuestra relación no era un ¿queso? Como para tener una fecha de caducidad. Pero la realidad decía otra cosa.

Me negué a desesperarme, porque sabía que si lo hacía terminaría perdiendo el control y haría una escena. No sabía hasta qué punto llegaría, pero llevaba teniendo un nudo en la garganta y sentía una presión en el estómago desde que Noah me había dicho la noticia.

- Ayúdame a buscar la foto -me pidió.

Estábamos en su cuarto viendo una película. Trataba de unos espartanos exhibicionistas luchando contra un enemigo imposible o algo asi. Noah la había elegido, supongo que en un intento de aligerar el ambiente con el chiste de ver tipos musculosos y prácticamente desnudos. Pero en vez de hacerlo, me hacía pensar en todo lo que iba a extrañar esto. Fastidiándonos y riéndonos de eso.

Perdido en mis pensamientos respondí:

- Okay.

Pausó la película, tomó mi mano y, saliendo de la habitación bajamos las escaleras. Me guio hacia una puerta que no había notado hasta ahora.

- Vamos al sótano.

Tenía sentido. Ella ocupaba el ático como habitación, así que las cosas las guardaban aquí abajo.

Una vez abajo, prendí la luz. Una gruesa capa de polvo cubría todo. Había cajas por doquier y algunos muebles. Alcancé a ver un peluche, lo agarré y se lo mostré a Noah, que estaba rebuscando en una caja que citaba <<Álbumes>>.

- ¿Esto es tuyo?

Me lo quitó bruscamente, sonrojándose.

- Deja al Señor Bigotes.

Un Recuerdo Para Noah |EDITANDO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora