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Elliot

El cuarto apestaba. No estaba seguro de si era porque Alejandro, mi mejor amigo, no había vaciado su cesta de ropa sucia o porque se tiró un pedo en mi ausencia.

- ¿Te has tirado un pedo? -pregunté cortésmente.

El rubio me miró como si esperara que fuera una broma.

- ¿Qué dices, Elliot?

- Que si te tiraste un pedo –me recuesto a su lado en la cama y agarro el otro mando de la consola. Me siento en el puff y pongo PLAY.

- ¿Por qué piensas eso? –dice atendiendo al juego de FIFA.

- Porque tu habitación huele peor de lo normal y luces nervioso desde que llegué.

Me mira y en ese momento de distracción meto gol.

- Maldito seas, Cohen –me gruñe. Agarra el bowl de botanas y me lanza mi celular, que estaba sobre la cama -. Toma. Hace rato que está sonando.

Lo atrapo y prendo la pantalla con el botón frontal. Es mi alarma. Ya debería estar volviendo a casa para sacar a Tristan.

- Rubia, me tengo que ir –digo guardando el aparato en mi bolsillo y levantándome del puff –. Le prometí a Tristan ir a por un helado y mañana tengo que...

- Trabajar de nueve a doce –repite con voz aburrida –. Sé que no lo tienes libre. No lo tienes libre desde hace meses... ¡Hasta me sé tu horario!

- Eso es porque estás enamorado de mí, Ale –lo empujo y cae en la cama como un costal de papas –. No te confundas.

Salgo corriendo de la casa de mi amigo en dirección a la mía. Debería conseguirme una bicicleta o algo, para movilizarme sin problemas. A mis diecisiete años de edad no tengo auto, pero si un hermano menor que hace de sanguijuela y no me deja de pedir hace meses que lo lleve por su dichoso helado de menta.

Llego y salto la valla. Camino hasta el patio trasero y entro por la pequeña puerta que está en el estacionamiento. Después ingreso en la casa y llamo a mi hermano mientras subo las escaleras.

- ¡Tristan! –camino a paso ligero a mi cuarto y agarro mi billetera - ¡enano!

- ¡Estoy en la cocina!

Bajo encuentro al enano no tan enano de pelo azabache y ojos azules donde me dijo.

- Hasta que llegas –deja su vaso con agua en el fregadero –. Pensé que coger dinero de tu billetera e ir yo solo.

- Como si mamá te dejara salir solo – ruedo los ojos.

En realidad, el que no lo deja salir solo soy yo. Mamá no está mucho en casa gracias a los turnos extra que toma en su trabajo como enfermera y me deja a cargo; y Trevor... bueno, él es otra cosa.

- Vamos por tu helado, enano.

(...)

Camino tranquilamente por el parque junto a mi hermano. Ambos con un helado de dos bolas en mano y disfrutando de su sabor. Tristan nunca olvidaría cuando alguien le ofrece helado y, como podrán observar, siempre se aprovecha de esas oportunidades.

̶ ¿Por qué no tienes novia? –Pregunta mi hermano.

Me atraganto con mi helado de café y toso hasta ponerme rojo. No sé si es por la pregunta o la falta de aire.

Un Recuerdo Para Noah |EDITANDO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora