34. El discurso

41 8 15
                                    


34. El discurso

"Hay un tipo de hermosura extraña. Y ese era el de Noah. Cruzaba la sala a paso ligero, como si el mundo fuera un trampolín en el que había constantemente que salta. Su vestido lila era vaporoso y parecía que la falda eran pétalos de tulipanes.

Lucía como una autentica hada.

- ¿Qué miras, chico bestia?

Así era como lo llamaba desde que había roto un pupitre hace unos meses. Pero no le importaba, era como un apelativo que sólo ella usaba contra él y no parecía hacerlo de manera hiriente.

Todo lo contrario a lo que él llevaba haciendo los últimos cuatro años.

- Tu vestido, ardilla odiosa –respondió acercándosele -. Pareces un hada.

- ¿eso que escucho es un cumplido? –bromeó preparándose para el golpe.

- Tal vez, Noah–le regaló una sonrisa tímida.

Abrió los ojos impresionada. El nunca hacía cumplidos, nunca la llamaba por su nombre y mucho menos sonreía de esa manera. No una esas sonrisas crueles antes de hacer o decir algo contra alguien, no; sonreía como si estuviera auténticamente feliz.

Y eso en Elliot Cohen no lo había visto.

- Estás sonriendo.

- Creo que eso es obvio– Elliot rodó los ojos sin dejar de sonreír.

- Pero tú no sabes sonreír –soltó sin pensarlo –. No era eso lo que quería decir – se apresuró al ver que la miraba de una manera extraña -, sino que tu sonrisa es... no sé, diferente.

- ¿Cómo así?

- Tú... –se acercó a él para examinarlo más de cerca – pareces estar feliz.

La miró confundido. No comprendía lo que decía ni tampoco su sorpresa. Porque él había sonreído delante de ella antes. Delante y cuando no lo podía ver.

Sobre todo cuando no lo podía ver.

- Uno sonríe cuando está feliz, Noah.

- Excepto tú –lo miró con curiosidad –. Tú nunca sonríes cuando estás feliz. Nunca te he visto feliz, Elliot.

Salía del hospital. Tristan estaba a mi lado siento transportado en una silla de ruedas. Trataron de hacer lo mismo conmigo pero me resistí y peleé con el enfermero hasta que David llegó y les dijo que me dejaran en paz, mi hermanito no había tenido tanta suerte.

Al cruzar la calle hacia el auto de David, acompañado por este y escoltado por mi madre, miles de cámaras aparecieron para tomar fotos, otras grababan y unos reporteros se acercaban a nosotros.

¿Qué mierda sucede aquí?

- ¡Señor! –se dirigió a mí una reportera –Escuchamos que fueron abusados por su padre desde hace años ¿Tiene algún trauma al respecto? ¿Cómo se siente al pensar que s progenitor quiso matarlo?

David nos dijo que esto podría pasar, ya que, a pesar de que toda nuestra vida hemos mantenido el perfil bajo, era bien conocido que mamá era la hija de Henry McAllen. Hombre que se codeaba con los más refifí de la isla. Íbamos a ser comidilla para la prensa.

David los obligaba a retroceder, mi madre era acosada por otro periodista y no dejaban de tomarle fotos a Tristan, quien se mostraba cohibido y aterrado.

Un Recuerdo Para Noah |EDITANDO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora