15. Nessie, exclusivo para borrachos desamparados

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15. Nessie, exclusivo para borrachos desamparados


¾ MI hermosa princesa escarlata –susurra alguien en mi oído –, he venido a rescatarte de tu funesto encierro.

Esa voz petulante, ese afán por llamarme princesa, esa actitud dramática y ese exceso de colonia cara; solo podría ser una persona.

¾ William –me quejo, ahora no me puedo acordar bien de lo que estaba soñando. Solo recuerdo el sonido de una risa y un montón de pelo castaño. Soñando de nuevo con Noah, probablemente –, lárgate de mi habitación.

¾ Pero –se lanza a mi cama. Más exactamente, encima de mí –, no me puedes abandonar ahora, princesa. Te necesito –esto último lo ronroneó.

¾ Deja de ronronear en mi oído –lo aparte suavemente y la muy delicada dama cayó al suelo. Bueno, lo empujé –. Lo que quieres es largarte a beber donde Rosalie y no tienes quien conduzca.

¾ Que bien me conoces primo –entonces me agarra por el brazo y me jala hasta hacerme caer al suelo con un ruido sordo –. Ahora mueve ese inexistente trasero y llévame al pueblo, quiero un poco de whisky.

(...)

La luz de los faroles iluminaba la calle. Will había aparcado la camioneta a unas calles del bar Nessie.

¾ ¿qué tal la universidad? –pregunté mientras caminábamos – ¿Ya quieres morirte o aun te falta mucho más por soportar?

¾ Los hoteles del abuelo no se administrarán solos una vez que el abuelo muera –dice con una sonrisa altanera –. Y mi padre necesitará ayuda para mantener las cosas bajo control.

¾ Eso y el simple hecho que te gusta mangonear a la gente.

¾ Esa es una ventaja –ríe.

¾ ¿Alguna chica? –pregunto.

¾ A veces pienso que voy a quedarme calvo de estrés.

Acaba de esquivar la pregunta. Definitivamente hay una chica y él no quería hablar de ella.

¾ ¿qué pasó Will? –digo burlonamente – ¿No quieres hablar de la chica que anhelas con todo tu corazón?

¾ No anhelo ni necesito a ninguna –responde de manera brusca –, y ninguna de ellas me necesita a mi –dice con... ¿resentimiento?

Ato cabos. No está ni a mediados de universidad, me dice que está estresado y ha venido de Saint Andrews a Inverness solo para visitar al abuelo. También esta la fracesita resentida y corta-vena que me acaba de soltar y su expresión en una fusión de niño con estreñimiento y niño al que se le cayó al suelo el helado más grande del mundo.

¾ Te han roto el corazón.

¾ ¿Qué te hace pensar eso? –dice abriendo la puerta del local.

¾ Es obvio –digo –. Quieres beber hasta perder la conciencia, has cruzado el país a medio año de universidad de una carrera a la que amas más que a mí y me has soltado una frasecita digna de una canción de Adele –señalo enumerando con los dedos –. Conclusión: te han roto el corazón.

Los ojos de Will chispean bajo la tenue luz del local. Nos sentamos en la barra y esperamos a que alguien nos atienda.

¾ ¡Chicos!

Ambos volteamos a ver hacia donde nos llama la voz de una chica. Es Rosalie. Está como siempre: usando su pequeña falda negra con un pequeño delantal para guardar las propinas y su camiseta del uniforme de camarera. Su cabello castaño lacio sujeto en una cola.

Un Recuerdo Para Noah |EDITANDO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora