Vi blanc

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- Soy un gilipollas. Todos estos años preguntandome como mi madre había sido tan tremendamente tonta y mirame.-Pol se mordió los labios con la fuerza de quererlos atravesar.

- No seas tan duro contigo mismo Pol. Sabías que se iba a ir. En ese momento lo sentiste así pues eso que te llevas pal' cuerpo.-dijo Ona.

- Ni siquiera me lo folle. Es que soy tonto, de verdad. -dijo con un gesto airado.-Y lo peor de todo es que aunque lo sabía, como que una parte de mi esperaba que dijera "No, yo me quedo" y sacara la bolsa del maletero.-se sobó la cara con las manos. - Estoy seguro de que llego a ser mujer y ya tengo un bombo.

- No, porque no te lo follaste.-Ona sorbió la horchata con la pajita.

Pol gruñó y apretó los puños. Desde el día anterior una rabia y un abandono constante le carcomía la cabeza. Le emponzoñaba cada fibra de su ser y Pol ya se preguntaba cuando empezaría a vomitar bilis.

- ¿Te ha dicho algo?-preguntó curiosa.

- Nada.-suspiró.- Lo peor es eso. Todo mentira Ona, todo mentira.

- No creo Pol...

- ¿Entonces que, que escusa tiene?-dijo acelerado, interrumpiendola.

- Ay Pol, quien diría que tú estas dicienso esto. Con lo dejado que eres para estas cosas.-rió ligeramente.

- ¡Para que veas!

- Bueno, ¿y el francés aquel que?-dijo cambiando de tema deliberadamente.

- ¿Boris?-preguntó enarcando una ceja. Ona asintió.- Ese nada. Un polvo y punto.

- Era guapo.-volvió a sorber.

- Sí, y tonto también.

- Pol, de verdad, lo mismo con todos. Es tonto, es viejo, solo follar bla bla. Edu se ha ido, ya está.

- Eso no es verdad. Sophiane me gustaba.

- Ese estuvo 3 días aquí y tenía 17.-frunció el ceño.

- Pero me gustaba. Edu tiene 18.

Ona suspiró y se recostó en su silla de madera. Agarró el vaso largo de cristal y se lo acercó al pecho, sorbeteando sonoramente las últimas gotas de chufa. Pol hizo una sonrisa y tomó el botellín de cerveza, ya ligeramente tibia por el sol.

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Cuando Edu despertó el paisaje había cambiado por completo. Los pinos y la piedra habian sido substituidos por un amarijo de metal y cemento. Un mundo saturado donde la naturaleza se plegaba ante el hombre, donde la hierba bordeaba carreteras y los pajaros colgaban de los cables. El olor no era mucho mejor. Una peste quimica y asfixiante cargaba el aire que entraba por la ventanilla.
Edu había estado soñado. En estos había aparecido de nuevo la playa de arena gris y pese a que no recordaba mucho más sabía que Pol le acompañaba. Edu quiso echarse a llorar. Todo se había ido y lo había hecho para no volver jamas.

Al llegar a su casa y entrar a su cuarto lo encontró oscuro y ajeno. Sus ojos buscaba con desesperación los porticones de madera para hacer entrar un poco de luz a aquel lugar triste. Quería abrir el ventanal, inspirar el aire salado y hipnotizarse con los reflejos del mar. Sabía que tras la persiana metálica solo se alzaba mas cemento y polución. Se sentó en la cama con la guitarra aun en los brazos. Se sintió estúpido. Inmensamente idiota. ¿De verdad había cambiado toda la felicidad que sentía la noche anterior por aquello?

Desenfundó el instrumento. Aun sentía el tacto de la piel de Pol en los dedos, el aroma de su pelo en la nariz y el sonido de sus gemidos en los oídos. Un miedo atroz de perder todos aquellos recuerdos, de contaminarlos con la impureza de Barcelona, le agitó. Antes de que todo aquello se pudriera Edu se forzó a, de alguna forma, registrar la canción que había estado componiendo.

2010 [boyslove]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora