Renec

36 3 7
                                    

Le resiguió la piel con la yema del dedo indice, empezando por su cuello y llegando hasta el elástico de la ropa interior. Dió un pequeño saltó, revoloteando alrededor del bulto entre sus piernas. Era hermoso, era suave, olía bien. Le miró a los ojos profundamente y estos eran vívidos y claros. Edu se alegró. Había empezado a pensar que había olvidado como eran realmente sus ojos. Acunó su rostro con la mano y la acarició, cerrando este sus ojos miel. Atacó entonces sus labios y el sueño era fluido y placentero. Edu le tocó el pecho plano, le resiguió los músculos del abdomen, los de la ingle, los de la espalda y los del trasero. Le tocó con avidez, como si aquella realidad pudiera esfumarse en cualquier segundo. Y de una forma o otra lo hizo, porque cada vez era todo más difuso, más errático, las sensaciones más agrias. Finalmente Edu abrió los ojos a regañadientes. Estaba sobre su cama, una erección palpitante bajo la tela y un charco de sudor a su espalda.

Llevaba un mes haciendo eso. Fingiendo. Reproduciendo recuerdos. Construyendo algunos nuevos. Era una tarea muy difícil. Forzarse a soñar con Pol, controlar el sueño como si de la vida misma se tratase. Siempre acababa igual, ponía tanto esfuerzo mental que terminaba por despertarse. Al irse a dormir repasaba sus momentos favoritos. Aquella noche en la playa, cuando despertó en su cama, su dedo posado sobre el final de su clavícula. No aprecio todos esos pequeños momentos en su momento pero ahora los atesoraba como si de su vida misma se tratara. Incluso más.

Se levantó de un salto y se acercó a la ventana. Abriéndola de par en par. El aire caliente le atizó en la cara. Se suponía que no podía hacer eso porque se perdía el frió del aire acondicionado pero le daba igual. Necesitaba un oxígeno menos contaminado que respirar. Estaba seguro que el aire de la calle tampoco era exactamente puro, pero al menos estaria libre de sus patéticas exhalaciones. Edu se despeinó los rizos, apelmazados por el sudor. Quería verle, besarle, follarle. Que estuviera en su cama y le abrazara por la espalda aunque se asaran de calor. Quería que le susurrara canciones al oído. Observar como una sola gota le resbalaba por el pecho hasta el ombligo. Quería decirle que le quería con tal normalidad que un nudo no le atravesara la garganta. Quería comprarle helado, e invitarle a cervezas. Tomar un creppe en lo alto de la Goleta y besarse ante la puesta de sol. Quería enviarle mensajes de buenas noches y despertar con un mensaje de él. Aunque no usara demasiado la mensajería.
Y Edu quería tantas cosas que era incapaz de conformarse solo con esto ultimo.
Se había equivocado y perpetuar el error seria despiadado. Egoísta. Cruel. Todo lo contrario a lo que en verdad quería. Porque no podía soltarle para luego agarrarse le al tobillo, como un lastre pesado que le impidiera avanzar. Pol se merecía seguir con su vida a las orillas del Mediterráneo después de que el rechazara la suya propia allí.
Dolía. Dolía como un demonio deborandole el pecho. Dolía despertarse cada mañana en el paisaje gris. Sentarse en esas clases blancas, repletas de alumnos con o sin ambición pero convencidos de su presencia se hacia cada tarde mas insoportable. Su grupo se había desintegrado, casi sin pactarlo. Simplemente había muerto ese verano y Edu desconocía si había sido el único que había empezado un nuevo capitulo de su vida. O quizás un libro entero. Ahora solo era él, solo en todas partes, fuera con un libro o una guitarra. Unos pasos cerca de la puerta le sacaron de su ruina mental. Finalmente esta se abrió.
Marina entro a su cuarto con soltura, rebuscando, como aquel que no necesita permiso, en un cajón. En esos meses escasos había crecido. Su cuerpo perdía la redondez de la infancia y se empezaba a definir como esbelto, incluso espigado ahora que aun no tenia las formas de mujer. Pese a esto un incipiente pecho se asomaba bajo la tela y por lo que sabia ya se había hecho comprar unos cuantos tops.
Su hermana era la vivida imagen del paso del tiempo. De como todo seguía rodando mientras el seguía clavado. El mundo giraba pero Edu no lo podía advertir. Él estaba sumergido en el agua, donde todo se congelaba y por unos instantes solo sentías tu cuerpo y tu ser. Ajeno a todo menos a sus desgracias.

2010 [boyslove]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora