Reflexos

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El sol ya estaba bajo en el Cap de Creus. Las nuves entorbolecian el cielo y Pol supiró con pesar. Ese era el unico sonido que salía de sus labios ultimamente. Suspiros, susurros y gemidos lastimeros. Como si la vida le costara. Cada rincon, cada piedra, cada reflejo en el agua le recordaba a él: a su inocencia, a su curiosidad por todo aquello que le era ageno.
Lo escuchaba en las canciones indie, en las rumbas, en el reggeton y en las havaneras. Lo sentía en las cuerdas de su propia guitarra y lo veía entre la multitud cuando llevaba unas copas de más.
Pol se negaba casi a pensarlo, pero si aquello era estar enamorado, ni era tan dramático, ni era tan fantástico. No había nada de poético en ese desazón. Siempre había pensado que enamorarse era un gran concierto de fuegos artificiales en las entrañas. Demasiadas canciones edulcoradas sobre los misterios del amor. En su aforo interno estaba bastante seguro de que estaba enamorado de Edu y era un sentimiento tan sútil que ni siquiera se había dado cuenta de como surgía. Simplemente había aparecido ahí. Y es que más que un gran espectaculo pirotécnico era como un suave filtro. Un tono que lo teñía todo progresivamente hasta que no recordabas de que color eran antes las cosas.
Pol había solido pensar que cuando se enamorara su inspiración sería un torrente desbordante. Que no pararía de componer canciones de amor. Pero no. Su inspiración era más bien un desierto. Hacía semanas que no cojía la guitarra si no era para tocar cosas que había cantado con él.
La brisa empezaba a correr y Pol se sobó los brazos, intentando deshacer el vello erizado. Se preguntó como sería aquel instante en Barcelona, como lo estaría viviendo Edu a más de 200km, que bien vistos, tampoco eran tantos.

- ¿Qué haces?-dijo a su espalda. Le besó la mejilla antes de sentarse a su lado.

- Pienso.-respondió escueto.

- Y en qué piensas.

Pol le miró por primera vez. Carles le miraba risueño. Tenian una relación extraña. Pol había estado completamente obsesionado con él cuando eran adolescentes. En ese momento creía que era muy amigo suyo. Luego se dió cuenta que simplemente le gustaba. De alguna manera le hizo ver que estaba encerrado dentro del armario. Carles había mantenido siempre una ambivalencia cruel, sin cortarle las alas pero sin dejarle alzar el vuelo. En ocasiones Pol pensaba que si se lanzara ocurriría, pero siempre acababa por decidir que no tentaría esa suerte. Mientras tanto matenian ese contacto demasiado íntimo para dos amigos pero demasiado familiar para dos personas que se atraen. Finalmente Pol negó con la cabeza.

- Es bueno estar aquí de nuevo.-dijo inspirando y mirando al mar.

- ¿Te quedarás hasta setiembre?- preguntó resiguiendole el tatuaje del brazo.

- Sí. Segunda semana.- Pol bajó la vista.- No pongas esa cara. Ya sabes que subo algunos findes.

- No venías desde mayo.-realmente no estaba apenado pero lo sonó.

- Bueno. Necesito la pasta.-Carles se encojió de hombros.- Pero ya estoy aquí para disfrutar el verano. ¿Qué te parece si mañana cojemos el kayac y nos vamos al golfo?

- ¿Al golfo? Es mucho para un día.

- Dormimos por ahí.- se le asomarón los dientes de arriba por la sonrisa como le solía pasar cuando algo le emocionaba. Pol suspiró.

- Venga, pero me compras tú el antimosquitos.

Carles rió antes de levantarse y despeinarle en una caricia.

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Llevaban horas remando cuando empezó a sentir los brazos flaquear por el entumecimiento. Él iba delante por ser el más delgado y básicamente llevaba horas y horas viendo agua. Por suerte se había acordado de cojer las gafas de sol.

2010 [boyslove]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora