CAPÍTULO 10

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CAPÍTULO 10
||Compromiso||

Habría deseado no haberse despedido así de él, pero cuando se ponía así, cerrado e impasible, era imposible tratar con él

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Habría deseado no haberse despedido así de él, pero cuando se ponía así, cerrado e impasible, era imposible tratar con él. Quería odiarlo, encontrar una razón para no querer verlo más. Pero hallar un ápice de odio hacia Robb hacía tiempo que le resultaba una tarea sin sentido. Cuando pensaba en él, sentía calidez y nervios de ilusión. 

Deja de pensar en él, se dijo mientras se apresuraba a llegar a sus aposentos. 

Pero su rostro flotaba ante ella cuando cerraba los ojos, su voz sonaba, ronca y caliente, su olor no la abandonaba y la sensación de sus besos no se despegaba de sus labios.

Willas, céntrate en Willas, se dijo, consciente de sería completamente inútil. Estoy enamorada de Robb.

Kiyara la vistió con un mustio vestido blanco, de seda vaporosas y perlas incrustadas entorno a la estrecha cintura. Elise apenas era capaz de respirar. 

Willas acudió a buscarla con la puntualidad aburrida de siempre. Vestía de verde intenso y sus ojos brillaban ambiciosos. Por un segundo, Elise se preguntó si alguna vez llegaría a conocerlo del todo. 

Me pregunto si alguna vez ha visto en mí algo más que no sean mis riquezas y Torrealta, se preguntó, agarrándose al brazo del chico.

—Esta noche estáis especialmente magnífica, Lady Elise—la elogió, vagando por los pasillos. Estaban llenos de invitados que se apresuraban para llegar, pero Elise no se fijó en ellos. Sentía la mente apagada de toda emoción. 

—Os lo agradezco, mi señor.—Forzó una sonrisa. Willas asintió.

—Creo que vamos a ser muy felices. Espero haceros una mujer dichosa.—comentó.

—Por supuesto, mi señor—respondió ella, sin ánimo. La felicidad parecía un término improbable junto a Willas. 

—Tendremos muchos hijos, que serán caballeros de renombre. Pretendo mostarles el arte de la guerra desde jóvenes. Les daré todo lo que deseen, desde caballos hasta barcos. Así, criaré prósperos caballeros —habló, ilusionado.

—Nada me haría más feliz—contestó ella, sintiendo que el estómago se le revolvía.

No te daré ni un hijo, decidió, tragando saliva. Willas casi debía arrastrarla. El comedor estaba cada vez más cerca, y con él, se acababa el tiempo libre de Elise Hightower.

—Los llamaremos Alester, como el fundador de la casa Tyrell. Y Gareth y Leo, como sus hijos.

—¿Y si son niñas?—replicó ella sin pensar. En el rostro de Willas creció una pequeña mueca de desagrado que se borró enseguida.

—En ese caso—se detuvo. Le sonrió y le acarició la mejilla.—, tendrán la belleza e inteligencia de su madre.

Le rodeó la cintura con los brazos, como raíces traicioneras que se enroscaran al tobillo para hacer caer a alguien y borró la sonrisa estúpida.  Willas se acercó a ella y entrecerró los ojos.

proelium; battles. -robb stark.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora