CAPÍTULO 8

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Regresé a la mesa de fútbol un poco aturdido. Samuel estaba inclinado sobre la mesa y su rostro mostraba concentración competitiva. Alex estaba gritando y riendo. Frank seguía perdido.

Alex me miró. - "¿Y bueno? ¿Qué pasó? ¿Qué te dijo?"

- "Nada. Le dije que no nos molestara y se fue." Dije con voz monótona.

- "Él no parecía molesto cuando se fue," dijo Samuel. "Sea lo que sea que le hayas dicho, debió haber funcionado."

- "Que mal," dijo Alex. "Estaba esperando algo más emocionante."

- "¿Estamos listos para jugar?" Preguntó Samuel. "Se me está antojando la pizza que me voy a ganar."

- "Sí, si es que Frank regresa," dijo Alex. "Estoy comenzando a pensar que no le agradamos. Él sigue desapareciendo. Creo que es una indirecta."

- "¿Estas bromeando? Él los adora," Samuel dijo con demasiado entusiasmo. "Lo que pasa es que él es tímido con los extraños. Voy a buscarlo. No se vayan a ninguna parte."

Tan pronto Alex y yo estuvimos solos, dije, - "¿Sabes que te voy a matar, verdad?"

Alex levantó las manos y dio un paso hacia atrás. - "Te estaba haciendo un favor. Samuel está loco por ti. Después de que te fuiste, le dije que tienes como a diez chicos que te llaman todas las noches. Debiste haber visto su cara. A penas contenía los celos."

Gruñí.

- "Es la ley de oferta y demanda," dijo Alex. "¿Quién diría que economía sería tan útil?"

Me di en la frente con la palma de mi mano.

- "Necesito algo."

- "Necesitas a Samuel."

- "No, necesito azúcar. Mucha. Necesito algodón de azúcar." Lo que necesitaba era un borrador lo suficientemente grande como para borrar de mi vida toda evidencia de Mangel. Particularmente eso de hablar a través de la mente. Me estremecí. ¿Cómo él lo hacía? ¿Y por qué a mí? A menos que... lo haya imaginado.

Al igual que imaginé golpear a alguien con el Neón.

- "Yo también podría usar un poco de azúcar," dijo Alex. "Cuando llegamos, vi a un vendedor cerca de la entrada. Me quedaré aquí para que Frank y Samuel no piensen que huimos y tú puedas comprar el algodón de azúcar."

Retrocedí hasta la entrada, pero cuando encontré al vendedor que vendía los algodones, me distraje por algo que vi a lo lejos del camino. El Arcángel se alzaba sobre la copa de los árboles. Una serpiente de carros montaba sobre la alumbrada vía y bajaba en picada hasta perderse de vista. Me pregunté por qué Mangel quería reunirse conmigo. Sentí un pinchazo en el estómago y probablemente debí haber tomado eso como una respuesta, pero a pesar de mis mejores intenciones, me encontré caminando hacia el Arcángel.

Me movía junto a la corriente de todas las demás personas, manteniendo mis ojos en las distantes vías del Arcángel que serpenteaba en el cielo. El viento había cambiado de frío a helado, pero esa no era la razón por la cual me sentía mal.

La sensación había regresado. Esa fría y mortífera sensación de que alguien me estaba observando.

Miré hacia ambos lados y no vi nada. Di una vuelta de 180 grados. Un poco más atrás, parado entre un pequeño grupo de árboles, una figura encapuchada se dio la vuelta y desapareció en la oscuridad.

Con mi corazón latiendo velozmente, eludí a un enorme grupo de personas para alejarme de los árboles. Cuando ya estaba más lejos, volví a mirar hacia atrás.

El chico de ojos negrosWhere stories live. Discover now