Regresé a la mesa de fútbol un poco aturdido. Samuel estaba inclinado sobre la mesa y su rostro mostraba concentración competitiva. Alex estaba gritando y riendo. Frank seguía perdido.
Alex me miró. - "¿Y bueno? ¿Qué pasó? ¿Qué te dijo?"
- "Nada. Le dije que no nos molestara y se fue." Dije con voz monótona.
- "Él no parecía molesto cuando se fue," dijo Samuel. "Sea lo que sea que le hayas dicho, debió haber funcionado."
- "Que mal," dijo Alex. "Estaba esperando algo más emocionante."
- "¿Estamos listos para jugar?" Preguntó Samuel. "Se me está antojando la pizza que me voy a ganar."
- "Sí, si es que Frank regresa," dijo Alex. "Estoy comenzando a pensar que no le agradamos. Él sigue desapareciendo. Creo que es una indirecta."
- "¿Estas bromeando? Él los adora," Samuel dijo con demasiado entusiasmo. "Lo que pasa es que él es tímido con los extraños. Voy a buscarlo. No se vayan a ninguna parte."
Tan pronto Alex y yo estuvimos solos, dije, - "¿Sabes que te voy a matar, verdad?"
Alex levantó las manos y dio un paso hacia atrás. - "Te estaba haciendo un favor. Samuel está loco por ti. Después de que te fuiste, le dije que tienes como a diez chicos que te llaman todas las noches. Debiste haber visto su cara. A penas contenía los celos."
Gruñí.
- "Es la ley de oferta y demanda," dijo Alex. "¿Quién diría que economía sería tan útil?"
Me di en la frente con la palma de mi mano.
- "Necesito algo."
- "Necesitas a Samuel."
- "No, necesito azúcar. Mucha. Necesito algodón de azúcar." Lo que necesitaba era un borrador lo suficientemente grande como para borrar de mi vida toda evidencia de Mangel. Particularmente eso de hablar a través de la mente. Me estremecí. ¿Cómo él lo hacía? ¿Y por qué a mí? A menos que... lo haya imaginado.
Al igual que imaginé golpear a alguien con el Neón.
- "Yo también podría usar un poco de azúcar," dijo Alex. "Cuando llegamos, vi a un vendedor cerca de la entrada. Me quedaré aquí para que Frank y Samuel no piensen que huimos y tú puedas comprar el algodón de azúcar."
Retrocedí hasta la entrada, pero cuando encontré al vendedor que vendía los algodones, me distraje por algo que vi a lo lejos del camino. El Arcángel se alzaba sobre la copa de los árboles. Una serpiente de carros montaba sobre la alumbrada vía y bajaba en picada hasta perderse de vista. Me pregunté por qué Mangel quería reunirse conmigo. Sentí un pinchazo en el estómago y probablemente debí haber tomado eso como una respuesta, pero a pesar de mis mejores intenciones, me encontré caminando hacia el Arcángel.
Me movía junto a la corriente de todas las demás personas, manteniendo mis ojos en las distantes vías del Arcángel que serpenteaba en el cielo. El viento había cambiado de frío a helado, pero esa no era la razón por la cual me sentía mal.
La sensación había regresado. Esa fría y mortífera sensación de que alguien me estaba observando.
Miré hacia ambos lados y no vi nada. Di una vuelta de 180 grados. Un poco más atrás, parado entre un pequeño grupo de árboles, una figura encapuchada se dio la vuelta y desapareció en la oscuridad.
Con mi corazón latiendo velozmente, eludí a un enorme grupo de personas para alejarme de los árboles. Cuando ya estaba más lejos, volví a mirar hacia atrás.
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El chico de ojos negros
Fiksi PenggemarPara Rubén Doblas, el romance no era parte del plan. Él nunca se había sentido particularmente atraído hacia los chicos de su escuela, sin importar lo mucho que su mejor amigo, Alex, los empujara hacia él. No hasta que Mangel llegó a su vida. Con s...