Capitulo 6

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   El olor putrefacto invadía el bar, las cortinas rojas estaban manchadas, alguien había vomitado sobre ellas y las mesas desnudas sostenían a los  borrachos mas destruidos

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El olor putrefacto invadía el bar, las cortinas rojas estaban manchadas, alguien había vomitado sobre ellas y las mesas desnudas sostenían a los borrachos mas destruidos.
Ajeno a lo que pasaba en el mugriento bar estaba Alexander, apoyando su peso sobre la barra. El vaso de cristal medio lleno de licor abrazaba su mano. Los problemas aumentaban y podía sentir el peso sobre sus hombros.
A unos cuantos pasos de allí se encontraba Anniel, encerrada en una habitación. Tanta gente había pasado por allí, podía sentir el olor a alguna colonia de flores mezclado con sudor, el aire estaba cargado de ese aroma, y la humedad en las paredes no ayudaba.
La decepción que sentía era inmensa, lo tuvo que pensar mas de una vez antes de lanzarse del carro, no quería meterse en esas cosas y mucho menos tratar con esa gente. El pánico la invadió y se repitió una y otra vez ''Oh Dios mio estoy aquí, estoy con ellos. No quiero estar aquí, no quiero estar aquí" los sollozos salían de forma descontrolada, su mano viajo rápidamente hacia su boca cubriéndola con fuerzas mientras el pánico abría la puerta y entraba sin permiso.

Ella se dio cuenta de lo ingenua que habia sido y lloro por eso, quería irse. Mientras estaba allí el fantasma de su madre le sonreía desde la esquina de la habitación mientras le hablaba " Te lo dije, mírate, patética. El mundo del cual saliste hace años te abraza otra vez querida"
Alexander vio un poco de luz cuando escucho que los Juless estaban por allí. Esos muchachos habían salvado su trasero incontables veces, necesitaba de ellos. Por mas tentadora que fuera la idea no se podía aparecer en las vegas pateando traseros solo. La maldita madriguera del diablo estaba allí.
El viaje no era corto. Se coloco de pie y camino a la parte de atrás del bar. Lucca asomo la cabeza con una sonrisa burlona en el rostro. Por estos lados todos tenían esa maldita sonrisa, reclamo
- Alexander- exclamó- ¿Qué te trae por aquí?-
- Lucca, dijiste que los Juless estaban por aquí- Alexander se apoyo sobre el marco de la puerta.
- así es hermano ¿necesitas algo de ellos?- Lucca se movió rápidamente detrás de su escritorio, mientras ordenaba unos papeles. El bastardo era una bestia, media casi dos metros, el largo cabello le colgaba por los hombros, su larga barba estaba quedando blanca por las canas, a pesar de que no tuviera tantos años encima, parecía demacrado. Los problemas a los que se enfrentaba eran una mierda y a pesar de eso nunca había pisado mal la rama, el hijo de puta era un fantasma.
- Los malditos papeles de Carolyl están en las Vegas, por mas que quisiera entrar allí solo seria un suicidio. Los hijos de puta tienen una fortaleza- Alexander se miraba cansado, tenia los hombros caídos y los ojos manchados.
- Que demonios Alexander- Lucca soltó una áspera carcajada, que raspo en su garganta como si hace años no se hubiera reído- Tú pidiendo ayuda- negó sin dejar de sonreír- La maldita fortaleza cae a tus jodidos pies, vayas solo o con una maldita caballería. Pero te comprendo hermano, no es fácil toda esta mierda. Nos metimos en esto y tiramos la maldita llave al pozo- dejo caer su pesado cuerpo sobre la silla negra que estaba detrás de él- Los bastardos no son mas que nosotros, pero cargan con una maldita estrategia. Tu vienes aquí, confiando en la palabra de un bastardo mentiroso, y dices que el maldito cartucho esta en las vegas, no lo piensas. Analiza hermano ¿y si es una trampa?
Lucca guardo silencio mientras pensaba en algo muy lejano.
- Qué no se te olvide que te jodió una vez ¿qué te hace pensar que no lo hará dos veces? - lo miro desafiante
- Lucca- advirtió Alexander
-Contradecirte no es lo mio Alex- miro a otra parte de la habitación- juega tus jodidas cartas- a lo lejos se veía la bandera blanca en señal de rendición
-Los Juless están del otro lado de la plantación de limones, se esconden como ratas del FBI. En la casa de maderas justo detrás de la fabrica. Esta a una hora de aquí -
Alexander se puso derecho y miro a su dirección asintiendo.
Antes de marcharse ese día repitió la palabra de despedida mas conocida por esos lados.

Alexander miro por el espejo y vio a Anniel acurrucada en el fondo del auto, el seguro para niños se habían activado, nunca había usado ese seguro para puertas en el auto.
Siete minutos atrás estaba en el suelo de la habitación llorando, se cubría los oídos con las manos, como si no quisiera escuchar algo o a alguien, al verlo se asusto mas de lo que él se podia imaginar.
Por mas que quisiera ignorarlo podía ver como los demonios viajaban por sus brillantes ojos extraños, había alguien que se acercaba a ser un poco igual de jodido que él. Un pequeño y hermoso ángel de cabello oscuro y de extraños ojos celestes, peleando por escapar del infierno al que la condenaron.
Por más que quisiera salir viva del infierno, el fuego la consumiría, lo podía ver, y se sentía jodidamente culpable por ello.
El la escondería en alguna casa en las montaña y cuidaría la puerta dia y noche. Horas antes queria darle algo mejor, ofrecerle protección a cambio de nada, darle todo lo que siempre había soñado. No era amor, era compasión de la mas genuina, cuando la vio tan deprimida y llena de miseria con la marca azul en su rostro blanco Alex tuvo que centrarse nuevamente en el camino. La culpa que nunca habia sentido se levanto del sueño y lo amenazo. No dejaría que el mundo del que había huido la abrazara jamás. Entonces se juro en ese momento que la protejeria, la protejeria de sus propios demonio y de si mismo si asi fuera necesario.

Alexander tuvo miedo por primera vez en su miserable vida.

  Alexander tuvo miedo por primera vez en su miserable vida

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And if you have the courage ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora