Capítulo 20

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Mientras que Anniel recogía la botella de whisky vacía se percató de la foto que estaba en el sillón, era la misma que había visto algunas semanas atrás

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Mientras que Anniel recogía la botella de whisky vacía se percató de la foto que estaba en el sillón, era la misma que había visto algunas semanas atrás. Sentándose en el sillón tomo las fotos entre sus dedos para estudiarla, las arrugas de la foto habían causado algunas grietas en ella, pero aun así se podía apreciar la belleza de la retratada, en el dorso de la imágen venia escrito con letra caligráfica casi imperceptible, la tinta estaba corrida pero se podía distinguir las palabra "Con amor, Danae"

La dueña de la fotografía sonreía plácidamente mientras que miraba a la nada, el cabello caía a cascadas por sus hombros, el color aceituna de su piel brillaba saludable. Era una mujer espléndida, en la fotografía parecía de unos veinticinco o treinta años, lucia radiante y era extremadamente bella, Anniel se preguntó como ella había terminado en el mundo de Alexander, parecía una persona decente. Anniel ahogo las preguntas en su cabeza y siguió recogiendo el desorden que había quedado en la sala.
Más tarde estaba sentada en el césped leyendo un antiguo libro que había encontrado en las cajas. Alexander no había aparecido desde que había entrado en la habitación, la tarde ya había llegado y las frías tierras escocesas comenzaban a pintarse.
Anniel había pasado la tarde juntando rocas, leyendo y caminando por la costa, pensando en el extraño azul del cielo y añorando regresar en otra vida menos problemática. Cuando estuvo dentro de la casa encontró a Alexander sentado en la cocina, apretando con fuerza sus cienes, lo observo unos segundos en silencio y se dispuso a marcharse antes de que se percatara.
-¿A dónde vas?- pregunto malhumorado sin abrir los ojos
- yo..- cuando iba a contestar se interrumpió de golpe, sintió la necesidad de contestarle pero reprimió ese impulso
-Ya te lo eh dicho demasiadas veces que no salieras de aquí- la voz de Alexander era ronca y amenazadora, él hombre que se había presentado días atrás se había esfumado y en su lugar el frio y calculador Alexander ocupaba nuevamente la silla. Anniel suspiro con fuerza y dejo caer los hombros con angustia acumulada, quería gritarle, quería que se fuera a lo más profundo del infierno y no regresara nunca más, pero guardo silencio, aprisiono en su garganta cada palabra, solamente quería correr a su habitación, para poder desatar todas las lágrimas que gritaban por salir.
-¿eso es todo?- gruño con desespero Alexander- ¿no tienes nada que decir? - bufó con desespero- ¡habla por el amor de Dios!- musito colocándose de pie mientras que pasaba las manos por el cabello con desesperación- dime algo por favor que me estoy quedando sin cordura- gruño.

Con un suspiro en señal de rendición paso a su lado tomando la chaqueta que descansaba sobre la mesa y se marchó, mientras que Anniel temblaba como una hoja de papel y se dejaba caer en el suelo ahogando las palabras- Quiero salir de aquí- murmuro sollozando-quiero salir de aquí- con un sollozo ahogado suspiro rendida.

Mientras que Alexander ahogaba sus penas en un pequeño bar de un pintoresco pueblo, rogaba interiormente que las penas se acabaran como las botellas de cerveza, se maldijo en voz baja mientras que miraba la hora en el pequeño reloj que colgaba de las paredes, eran pasada las 6 de la tarde cuando se dispuso a marcharse. No estaba ebrio precisamente, tantos años de whisky y ron lo habían curtido, hacía falta más de una cerveza para trastornar su cerebro.

Mientras paseaba por las calles escocesas se recordó aquellos tiempos en donde los visitaba con Danae, la manera en que sus ojos se iluminaban con admiración cuando recorría las pequeñas construcciones, era extremadamente satisfactorio. Podía traer a Anniel a esos sitios, podía mostrarle las grandes construcciones, podía llevarla a los mejores restaurantes de la zona y hacerla ceder a este esplendido paraíso, se propuso Alexander. Cuando la había traído a ese sitio pretendía protegerla, tanto que su vida dependía de ello. Cuando la visito en el consultorio y luego en el apartamento había pensado en las consecuencias que traería esa repentina protección, pero aun así quiso hacerlo, lo hacía porque se lo debía a la vida, se lo debía a Danae y se lo debía a sí mismo. No quería redimirse de sus pecados, mucho menos añoraba suplantar el lugar de Danae, pero por una extraña razón quería mantenerla a salvo de todos los demonios que acechaban su llegada. No quería que su espíritu lo culpara de sus desgracias, él se recordó que nunca había visto unos ojos tan tristes como los de Anniel, Danae había llegado con ojos demasiado felices y se había marchado con el alma rota y no deseaba que un alma tan pura y genuina lo volviera a mirar de la forma en que Anniel lo hacía.

Cuando llego a la casa, las luces estaban encendidas y una silueta se visibilizaba en la cocina, con la cabeza recostada en la mesa y las manos debajo de ella estaba Anniel, con los pies descalzos y los hombros caídos en señal de rendición. Cuando Alexander se acercó a la mesa ésta no se percató de su presencia, mientas que tarareaba una amarga melodía en un susurro casi inaudible.

-Anniel- Musito Alexander para llamar su atención

Cuando ella levanto la cabeza lo observo con una triste sinceridad

-Venga levántate de ahí- murmuro otra vez Alexander- te sacare de aquí- susurro desanimado al observar su blanco rostro manchado de rojo de tanto llorar

Anniel lo observo con confusión mientras que el hacía una seña y la tomaba por los codos- Cariño no te lamentes por las cosas que no puedes cambiar- murmuro suavemente- sé que no soy la mejor compañía pero te prometo que si no huyes y dejas que te complazca lo llevaras mucho mejor- murmuro sin detenerse al caminar

Anniel lo observo con recelo mientras que la arrastraba hasta la salida, no quería llevarlo, quería huir y jamás volver a verlo

Cuando se detuvo para subir al auto él volvió a mirarla para hablar

-No es lo que imaginas, tampoco lo sera, pero prometí cuidarte hasta que ya no tengas que correr y jamás incumplo mis promesas, ahora, es tu decisión si quieres quedarte encerrada aquí o acompañarme- murmuro- puedo ser una buena compañía, sé que no te traje aquí en los mejores términos, ni me comporte de la mejor manera pero acepta la tregua- No se veía para nada amigable, mucho menos paciente, sin embargo Anniel lo observo taciturna, sabía que él cuidaría de ella, lo venía haciendo hace semanas, pero ella no podía comprender la manera en que cambiaba de actitud, al comienzo la había tratado como una autentica basura, la había echo dudar de su seguridad, la humillo hasta el punto de sentir la necesidad de rogar por su vida y luego, la obligo a venir a un lugar que apenas conocía, incapaz de huir, la tenia prisionera sin encerrarla y la había echo sentir como si su vida dependiera de las palabras que dijera, obligándola a guardar silencio. Ella se reprochó internamente si de verdad él estaba cuidando de ella, si de verdad se había comprometido protegerla ¿por qué? ¿Por lastima? No anhelaba su misericordia, ni tampoco su compresión, quizá la había visto demasiado débil para sobrevivir o quizá solo anhelaba sentirse un poco mejor consigo mismo. Cualquiera que fura la respuesta ya no importaba, no importaba porque ya no había una forma de correr, no había una sola posibilidad de huir del tormento abrumador de la soledad. Lo observo sentado conduciendo tranquilamente mientras que ella reclamaba la libertad que él le había arrebatado silenciosamente y se preguntó asimisma ¿Cómo podría vivir si sentía que cada día perdía un poco más de vida?




 Lo observo sentado conduciendo tranquilamente mientras que ella reclamaba la libertad que él le había arrebatado silenciosamente y se preguntó asimisma ¿Cómo podría vivir si sentía que cada día perdía un poco más de vida?

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And if you have the courage ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora