Capitulo Tres.

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- En serio, conocerás a un grupo que se llamaban The Doors...

- ¿The Doors? - me interrumpió - ¡Claro que sí! No era el estilo de mi grupo pero a mí me encantan.

- Ya me está empezando a caer mal... - bromeo Ferran, muy susceptible siempre con el tema de la música.

- Eres bobo así que te callas y punto – le dije

- Ósea que… ¿tocaremos algo de The Doors?

- Exacto, y bueno al final de cada noche Carl nos deja tocar algo más movidito

- ¿Tipo qué? – Preguntó dudoso

- Tipo Simple Plan, Coldplay.- contesto Sergi

- ¿Ves? Eso ya se acerca más a mi estilo - contesto guiñando un ojo

- ¡Entonces perfecto! ¿Estamos listos para tocar? - exclamo Sergi poniéndose ya en su sitio habitual en el escenario

- No tan rápido vaquero- repuso Jacob

- ¿Y qué pasa ahora aguafiestas? - respondió el primero

- ¿Acaso olvidaste quien hacia la segunda voz?

- ¡Mierda! - exclamo Ferran

- ¿Qué es lo que pasa? - preguntó Dante ya con guitarra en mano

- Veras es que Erik es quien hace las segundas voces - respondí

- Eso es un problema - contestó

- Chicos y ¿ustedes no?- pregunté

- Ya sabes que no - dijo Ferran

- Recuerda lo que paso la ultima vez - dijo Sergi

- No puedes pretender que toque la batería y cante a la vez

Entonces algo derrotada me gire hacia Dante que intentaba evitar mi mirada

- Dante te importaría...

- Debora... Es que tocar es una cosa, pero cantar...

- Venga que seguro que lo haces muy bien - dijo Ferran al ver la posibilidad de librarse del marrón.

- ¡Es verdad! Igual que en “Los Misioneros” - dijo Sergi

- No era mi voz, no cantaba yo - repuso Dante

- Pero igualmente es cuestión de probarlo - dijo Ferran, yo prefería mantenerme al margen de la discusión

- No sé yo...

- Venga por favor no puedes fallarnos, hazlo por Carl -ahí estaba Sergi con su especialidad, el juego psicológico.

- Esta bien, lo intentaré - suspiro - Y que sea lo que Dios quiera - dijo para sí

- ¡Genial! - exclamaron Ferran y Sergi chocando las palmas de sus manos

En ese momento vino el encargado del club Kick, para avisarnos de que nos faltaban dos minutos para entrar en escena.

Entonces empecé mi rito. Cerré los ojos y visualice el club vacio a la vez que daba pequeños saltitos sobre mi posición y agitaba las manos. Cuando abrí los ojos de nuevo me percate de que Dante me estaba mirando y no pude evitar sonrojarme por completo. Dios mío que vergüenza.

El precio de la Fama© (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora