Capitulo Cinco.

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Así tocaron el último acorde y yo canté la última nota y luego silencio, un silencio en que ambos nos quedamos mirando sin saber bien que era lo que estaba pasando. Entonces el público estalló en aplausos y nos sacó con ellos de nuestro mundo y haciendo que reaccionáramos al separarnos súbitamente.

- ¡Muchas gracias a todos! - grité dirigiéndome al público que todavía seguía aplaudiendo, y entonces se cerró el telón.

- ¡Creo que te vamos a contratar permanentemente! ¡Nunca habían aplaudido tanto! -exclamó Sergi extasiado

 - Verdad ¿Deb?...¿Deb?

Pero yo ya no estaba allí. En el momento en que el telón se había bajado salí de ahí completamente confusa. ¿Qué era lo que me estaba pasando? Me dirigía a la salida trasera del club para salir a pensar un poco pero una mano me agarró del brazo derecho y me interceptó.

- No creas que no veo lo que está pasando - era Jacob

- ¿Perdón?

- No intentes disimular, te gusta ese actorcillo de pacotilla ¿Verdad?- sus ojos estaban fijos

- ¡Pues claro que me gusta! ¡Es un actor genial – respondí orgullosa

- ¡No juegues conmigo Debora! Ya sabes a qué me refiero

- Pues no, no lo sé… Y aunque lo supiera, te aseguro que no sería de tu incumbencia Jacob. - repuse - Tu y yo cortamos, gracias a Dios, hace mucho tiempo.

- Pero yo aún te quiero - dijo él apretando mi muñeca

- ¡Suéltame ya mismo Jacob!

- Vamos tienes que darme otra oportunidad, sabes que podría salir bien

- ¡Claro que no! ¡Y suéltame que me haces daño!

Pero lejos de soltarme me agarró más fuerte y me llevo contra la pared.

- Muy bien tú lo has querido, si no es por las buenas será por las malas

- Jacob, ¡¿Qué haces?! - dije alarmada

- ¿Qué está pasando aquí? - dijo una voz familiar

- Nada que te incumba actorucho - respondió Jacob aún sin soltarme

- ¡Jacob suéltala! - dijo Dante tranquilo pero amenazante

Entonces Jacob, sintiéndose intimidado por la mirada fulminante de Dante me soltó de mala gana.

- Esto no acaba aquí - me susurró al oído a lo que yo no llegué a responder, no pude, no me salieron las palabras.

 Lo único que hice fue observar cómo se alejaba del lugar y en el momento en que paso al lado de Dante vi como chocaron sus hombros, pero Dante no se movió.

Fue entonces cuando las rodillas me jugaron una mala pasada y me dejaron caer hacia el suelo hasta que quedé sentada incómodamente con la espalda apoyada en la pared.

- ¿Estás bien? - preguntó Dante sentándose a mi lado

- Un poco incómoda, me duelen los tobillos - respondí algo ausente.

- Eso es porque te sentaste en mala posición - dijo él con una sonrisa asomando por la comisura de su boca. ¡Dios! tenía que admitir que esa sonrisa podría derretir el polo norte.

- Cierto - dije a la vez que me acomodaba mejor en el suelo.

Entonces nos quedamos callados, ninguno dijo nada durante varios minutos, cosa que agradecí. Agradecía que no hubiera estallado en un mar de preguntas sobre lo que acababa de presenciar. Aún así, estaba en deuda con él.

- Gracias 

- De nada – respondió con una sonrisa de esas que enamoran.

El precio de la Fama© (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora