Capitulo Veinte.

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A decir verdad, la imagen resultó bastante patética. Ante mí podía ver a un grupo de desechos humanos, transformados en eso por el efecto de las drogas. Entre ellos pude distinguir a un par de actores, una chica extremadamente delgada que me resultaba extrañamente familiar y a su lado, agachado frente a la mesa, a punto de inhalar una última raya de cocaína estaba Dante.

Pero esa no fue la imagen que más me dolió. Lo que más daño causó a mi corazón fue que, al levantar la cabeza y al verme allí, los ojos de Dante no mostraban arrepentimiento ni vergüenza alguna, sino sólo simple extrañez. Incluso me llegué a preguntar si me reconoció antes de que su rostro fuera tomado en manos de la chica, quien besó sus labios apasionadamente, sin recibir rechazo alguno por parte de Dante.

Entonces no lo pude aguantar más, me di la vuelta y huí del lugar como si faltara cinco minutos para año nuevo. Salí del local sin un rumbo fijo, sin saber a dónde quería ir, lo único que tenía claro es que debía alejarme de allí. La verdad no sé cómo, pero llegué a la playa y una vez allí me senté en la arena mirando al mar.

Obviamente las lágrimas no se hicieron esperar y empezaron a descender a través de mi cara sin que yo tuviera fuerzas para retenerlas.

No sé cuánto tiempo me mantuve así hasta que una voz familiar me llamó.

-¡Deb! ¡Al fin te encuentro!-dijo Ferran abrazándome – ¡Que te pasa?

Pero las palabras no lograron salir de mi boca así que solo negué con la cabeza.

-Está bien, tranquila, vámonos a casa necesitas descansar. - dijo mientras ayudaba a ponerme en pie y marcaba rápidamente un número en su teléfono móvil - Erik ya la he encontrado, sí en la playa... Vale te esperamos aquí - concluyó colgando el teléfono y guardándolo de nuevo en su bolsillo- Están de camino, no tardarán mucho.

En realidad no tardaron ni cinco minutos en llegar, así que metieron en el coche y nos dejaron a Fer y a mí en nuestro apartamento.

-¿Quieres hablar de ello?- dijo a la vez que se sentaba a mi lado en el sofá. Pero las palabras seguían negándose no querían salir de mi boca así que nuevamente le respondí con una negación de cabeza- Está bien

Entonces rodeó mi espalda con su brazo derecho haciendo que mi cabeza quedara apoyada en su hombro. Con el paso de los minutos yo terminé por quedarme dormida y a la mañana siguiente desperté en mi cama. Cuando me ubiqué, salí de la habitación y me encontré con algo insólito, Ferran estaba cocinando.

-¿Te encuentras bien?- le pregunté

- ¿Eso no debería preguntarlo yo?- respondió con una sonrisa en la boca

- Si lo preguntaras tú la respuesta sería evidente, pero en cambio… - dije señalándolo - ¿De verdad estás bien?

- ¿Oye a caso no puedo cocinar si me apetece?

- Por supuesto que sí, lo que pasa es que ignoraba que supieras

- Ignoras tantas cosas de mí, que si las supieras todas caerías rendida a mis pies - dijo consiguiendo así robarme una sonrisa, ya que tenía el don de conseguirlo. Así pues, esa mañana de domingo, desayunamos un intento de huevos fritos, acompañados de un poco de embutido Español. Llevábamos varios minutos en silencio cuando empecé a hablar casi de forma inconsciente

- Estaba ahí Fer - dije sabiendo que el sabría a lo que me refería - Y estaba con un grupo bastante pintoresco por así llamarlo… Y justo cuando abrí la puerta el estaba a punto de inhalar una ralla - Y con esta última frase

Fer abrió los ojos como platos - Y había una chica… Está con ella Fer, ¿Pero sabes lo peor? No se arrepintió de lo que hizo, no había ni una pizca de culpa en sus ojos cuando me vio, ni siquiera tengo claro que me reconociera.

- ¡Que cabrón! Como lo pille - pero su seguro muy aterradora amenaza fue interrumpida por el timbre de la puerta, así que se levantó a abrirla aún refunfuñando entre dientes -¡Hombre! Contigo quería yo hablar- dijo justo antes de que su puño impactara en la cara del visitante.

El precio de la Fama© (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora