Capítulo 11

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Narra América:

Acabábamos de montar en el avión rumbo a nuestro segundo y último destino de nuestra Luna de Miel. Yo seguía sin saber a dónde íbamos pero, después de insistirle a Maxon unas diez veces, decidí parar ya que no me lo iba a decir.

Maxon y yo estábamos sentados en los sillones, cogidos de la mano y con el cinturón puestoya que estábamos despegando. Maxon había repetido la acción de cerrar las ventanas para que no viera nuestro destino y, sinceramente, no tenía muy buena cara.

- Cariño, ¿ocurre algo? No tienes buena cara - le pregunté acariciándole la mano. Él giró levemente la cabeza para poder observarme mejor y sonrió un poco, intentando demostrar tranquilidad, pero le conocía, y algo no iba bien.

- Todo perfecto, solo estaba pensando en todo lo que vamos a poder hacer en el lugar al que estamos llendo - contestó con un sonrisa. No se le veía falsa del todo pero tampoco plenamente sincera.

Volvió a girar la cabeza y al segundo su sonrisa cambiópor un gesto serio. Parecía preocupado.

- Sabes que puedes contarme lo que sea, ¿no? - le pregunté. Quería que confiase en mí.

- Claro que lo sé, mi vida.

Asentí levemente y también me pise seria. Me empezaba a preocupar el comportamiento de Maxon, y quería saber que era lo que en ese momento pasaba por su cabeza. Pero tampoco quería que pensara que soy una mujer controladora, así que decidí darle un poco de espacio y no preguntar más por el tema.

Narra Maxon:

América me había preguntado a ver qué me ocurría y yo le había mentido. Aunque sabía que ella sabía perfectamente que estaba mintiendo agradecía que ella no me preguntara más sobre el tema.

La razón de mi preocupación era simple: Daphne me había llamado. Pero no para hablar como amigos o para preguntarme qué tal, no. Me había llamado porque se había enterado de que íbamos a París y había decidido invitarnos a pasar nuestra estancia allí, en palacio. Yo me había opuesto varias veces pero ella dijo que era muy descortés de mi parte el negárselo. Sabía cómo hacer para conseguir lo que quería, y en verdad lo había logrado. Tuve que aceptar sí o sí su invitación porque sino podría haber problemas entre los dos países o incluso una guerra. Y eso era lo que menos necesitábamos ahora, que todo estaba calmado en Illea.

El problema es que América no sabe nada y no sé cómo decírselo sin que se entere del destino. Quería, lo primero de todo, enseñarle la Torre Eiffel. Pero visto lo visto no va a poder ser.

América había decidido ir a la cama a echar una pequeña siesta pero yo no tenía sueño, y el dormir era lo que menos me preocupaba en estos momentos.

De repente, la azafata entró en la habitación haciendo que lavantara la vista para mirarla.

- Majestad - dijo haciendo una pequeña reverencia. - El avión aterrizará en pocos minutos así que, por favor, abróchense los cinturones. Y, por cierto, en cinco minutos pasaremos por la torre - terminó. Al decir esto sonrió ampliamente y salió del cuarto cerrando la puerta sigilosamente.

Yo me levanté. Tenía que levantar a América para que se pusiera el cinturón. Pero al mirar la cama ella no estaba allí, asi que supuse que estaría en el baño. Me acerqué lentamente a la puerta del baño y abrí la puerta. América estaba lavándose la cara.

- Querida, el avión va a aterrizar muy pronto. Hay que sentarse y ponerse los cinturones.

- Maxon, ¡no me llames querida! - se quejó al darse la vuelta haciendo que los dos riéramos.

Fuimos hasta los sillones y miré la hora. Empecé a subir las extrañas cortinas de las ventanas. América me miraba sin entender por qué las levantaba ahora si estábamos llegando.

- Cariño, mira bien por la ventana porque, bueno... - ella acercó su cabeza a la ventana y abrió la boca sorprendida -, ¡estamos en París, la ciudad del amor!

Ella giró la cabeza y me besó con pasión y amor. Dios, nunca me cansaría de sus besos... Pero, sin avisar, se separó de mí brsucamente. Estaba seria, y creía saber el porqué de su seriedad y brusquedad.

- ¿Dónde nos vamos a alejar? - preguntó con la voca formando una ángulo llano.

- Cariño, te juro que te lo explicaré pero, por favor, mantén la calma y la compostura cuando lleguemos - dije no muy convencido de que me fuera a hacer caso y no hiciera ningún gesto que delatara su malestar al estar ahí.

Dicho esto y con América todavía seria y pensativa el avión aterrizó en el aeropuerto más cercano al palacio.

Salimos del avión, nos despedimos de Charles y la azafata y les digimos que nos volveríamos a ver para la vuelta a Illéa. Ellos, sonrientes, asintieron y nos desearon una bonita estancia.

Entramos a la limusina que nos esperaba fuera del aeropuerto. Cuando esta comenzó a avanzar América por fin habló.

- Espero que el hotel sea bonito - dijo mirándome intentando descifrar el sitio donde nos alojaríamos fijándose en mi mirada y mis gestos. Yo por mi parte actué normal pero no le respondí porque entonces igual si que notaba mi nerviosismo.

Empezábamos a acercarnos al palacio y estaba muy nervioso. No hacía más que pasarme la mano por el pelo y evitar mirar a América. Entonces la ví. Ví la entrada a palacio. Ese camino de madera el cual estábamos surcando ahora mismo, los jardines repletos de flores de todos los tipos inimaginables, la fuente gigante tan brillante como siempre, los establos con los caballos limpios y listos para montar, los jardineros podando arbustos, plantando flores o mejorando la hierba, el estúpido gato de Daphne contoneando su cola...

Sí, Daphne tenía un gato. Se llamaba Dirty porque como era blanco y siempre estaba en los jardines siempre acababa por ser marrón o negro y Daphne no tenía otro nombre para ponerle que sucio en inglés. ¡Bravo, Daphne!

Dirty tenía los ojos verdes y por la noche, alguna vez que me había cruzado con él al quedarme aquí por trabajo, daba miedo ya que lo único que se veía eran sus ojos verdes entre toda la oscuridad. Para que os lo imaginéis es la copia del Lucifer, el gato de la madrastra de Cenicienta. De hecho, se llevarían de maravilla porque son igual de pijos, igual de tontos e igual de mimados y gordos. En fin, que odiaba a ese gato.

Y con tanto pensamiento llegamos a las escaleras, y nos teníamoz que bajar. Giré la cabeza antes de abrir la puerta y la cara de América no parecía muy mala, pero tampoco la de una niña súper feliz. Tenía el rostro neutro, no demostraba ningún sentimiento así que bajé del coche y lo rodeé para abrirle la puerta y tenderme mi mano. Cuando bajó no pude más que susurrarle al oído

- A mí tampoco me gusta estar aquí, leugo te explicaré el motivo, espero que lo entiendas. Ah, y, por cierto, te amo.

Dicho esto ella estaba más sonriente y me agradecía mentalmente por haberle dicho esas palabras, aunque bueno, eran ciertas así que no había que preocuparse.

Pero ahora venía lo peor. Daphne y toda su familia se encontraba en las escaleras, esperándonos.

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Bueno, lo sé, he tardado mucho, pero no estaba demasiado inspirada. Espero publicar dentro de una semana aproximadamente pero, cuando termine los examenes intentaré actualizar una cez por semana.

Gracias a todos los que seguís esperando actualizaciones a pesar de mi tardanza.

Besosss 😘

Después de La Elegida - MaxéricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora