Capítulo 12

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Narra América:

Después de que Maxon me susurrara esas palabras no pude evitar sonreir. Sabía cómo alegrarme aunque fuera en lo más mínimo. Pero entonces miré hacia las escaleras de palacio y toda mi alegría se esfumó. Yo seguía sonriendo natural y Maxon tenía una sonrisa algo más falsa que la mía.

- Oh, queridos, ¡bienvenidos a París! - dijo una señora que, supuse, sería la reina de Francia. - ¿Qué tal está llendo vuestra Luna de Miel?

- Bien, muy bien y, gracias - contestó Maxon con una sincera sonrisa. Quizá solo le caía mal Daphne. - Lo estamos disfrutando al máximo.

- Me alegro. Bueno, Maxon, tú ya la conoces pero nosotros no así que, por favor, preséntanos a tu mujer, ¿America, cierto?

- Sí, soy América Schreave, un placer.

- Yo soy Daphne, princesa de Francia - contestó Daphne con una muy falsa sonrisa.

Era alta, como yo, tenía el pelo castaño oscuro y suelto en unas ondas naturales, su postura era regia y digna de un miembro de la realeza, su maquillaje era natural pero demasiado para mi gusto y llevaba una tiara la cual parecía demasiado delicada como para que sobreviviera en mi cabeza. Ah, y también tenía grandes dotes de actriz. En fin, una mujer perfecta, ni siquiera podría competir con ella, no estaría ni dentro de la competición y, ahora que la conocía, dudaba de las palabras que Maxon me había dirigido hacía apenas dos minutos.

- Encantada, Daphne - saludé correspondiéndole el gesto con una sonrisa igual o más falsa que la suya.

Pero parecía que Maxon no se inmutaba sobre las falsas sonrisas que Daphne me dirigía, pero tampoco de las mías hacia la castaña. Eran sonrisas solo descifrables por mujeres y muy pocos hombres.

Después de saludar y hablar unos minutos con los reyes y Daphne, nos dirigieron hasta nuestros aposentos pero, increíblemente, eran dos habitaciones en vez de una con cama de matrimonio. ¿Acaso no sabían que ya estábamos casados?

Los reyes no pusieron una buena cara, de hecho estaban tan impresionados como Maxon y yo y le dirigieron una mirada desaprobatoria a su hija, gesto que me daba a entender que ella había sido quien se había encargado de escoger nuestras habitaciones. Entonces todo cobró sentido. ¡Era obvio! Nos había puesto en habitaciones separadas, ni siquiera tenían una puerta que las comunicara, y todo porque esa niñita enamorada de mi Maxon quería intentar meterse en su cama alguna de estas noches. ¡Lo que me faltaba! Que ahora tuviera otro problema más: primero, que Daphne intentara fastidiarme hasta que quedase satisfecha y, segundo, que Daphne quisiera a Maxon en su cama. ¡Qué casualidad que en los dos Daphne formara parte!

Unas doncellas metieron nuestras maletas, cada una a la habitación que nos habían asignado.

- Bueno - comenzó el rey, quien se llamaba Léonard, - mañana por la noche celebraremos una fiesta en honor de teneros aquí, en Francia. Esta fiesta la ha preparado Daphne y no tendréis que ocuparos de nada, solo de saber que abrá alcaldes, embajadores, reyes... Ya sabéis, gente que va a fiestas importantes.

- Papá, no seas descortés, América no lo sabe, no ha estado en ninguna - le susurró a su padre. Pero se lo susurró lo suficientemente fuerte como para que yo y Maxon lo oyeramos.

- La verdad es que sí que he estado en fiestas importantes. Cuando era una cinco cantaba y tocaba el piano o el violín en fiestas importantes que preparaban las familias de casta alta. Además, en La Selección hubo alguna fiesta a la que asistió gente importante - respondí yo intentando que mi voz sonara normal y no enfadada.

No iba a permitir que esa estúpida princesa hiciera pensar a los reyes algo malo de mí, si es que todavía no les había dicho nada. Miré a Maxon y tenía una sonrisa que no logré descifrar. ¿Acaso le parecía mal lo que acababa de decir o estaba orgulloso de mi contestación?

- Oh... Lo siento, no tenía ni idea - dijo Daphne con cara de tristeza. Pero, ¡eh!, tristeza falsa, por supuesto.

- Tranquila.

Si no me comportaba bien todo iría peor de lo que ya iba, así que decidí contestar de una forma serena y poniendo una sonrisa sincera pero que, obviamente, no era real.

- Bueno - cortó la reina la tensión que se concentraba en el ambiente -, la fiesta comenzará a las 7 de la tarde pero sería preferible que os encontraseis en el salón 5 minutos antes, por si acaso.

- Perfecto, allí estaremos - respondió Maxon con una sonrisa.

Cada uno entró a su habitación para no parecer descorteses pero estaba claro que una de nuestras habitaciones estaría prácticamente todo el rato libre. No pensaba dormir separada de Maxon ni un solo día, y más sabiendo que Daphne aprovechará cualquier despiste mío para acercarse a él y coquetearle.

Al cabo de cinco minutos salí de la habitación para dirigirme a la de Maxon. Abrí la puerta y entré con mis maletas. No pensaba usar la habitación que me habían asignado.

- Menos mal, pensé que ya no vendrías - dijo Maxon cuando cerré la puerta. - ¿Cómo nos han podido poner en distintas habitaciones?

- Cómo nos ha - dije enfatizando la última palabra. Maxon frunció el ceño dándome a entender que no entendía lo que quería decir. - Daphne ha sido la que hs asignado nuestras habitaciones. Y a ver qué hace mañana en la fiesta.

- Tampoco ha sido para tanto, su comportamientoha sido al infantil pero... - no le dejé acabar.

- ¿Infantil? Llevaba mucho tiempo sin ver sonrisas tan falsas y ensayadas como esas. La última que vi fue la de Celeste - Maxon rió.

- Que no te haga estar de mal humor - me dijo acercándose a mí y cogiéndome de la cintura. - Sabes que estaremos todo el rato en el mismo cuarto.

Después de una sesión de besos nos empezamos a preparar para ir a cenar. Yo me puse un vestido granate que tenía unas tiras de perlas plateadas debajo del pecho con unos tacones bajos plateados. El pelo me lo recogí en una coleta. Maxon llevaba un traje azul marino con la corbata a juego con mi vestido.

Bajamos al comedor y al entrar ya estaban todos sentados en la mesa. Nos sirvieron y la cena no se podía definir con otra palabra que no fuera incómoda. Prácticamente no cruzamos palabras y aunque se notaba que la reina intentaba que todos hablásemos más estaba demasiado enfadada con Daphne como para que de mi boca no saliera algo incoherente. Maxon estaba parecido a mí, se notaba que no le entusiasmaba estar ahí y que estaba incómodo. Pero de vez en cuando le regalaba alguna caricia en la pierna junto a una sonrisa, acto que hacía que dejara de estar tenso y tan incómdo. Pero más que nada lo hacía porque, aunque Daphne me mandara miradas asesinas, no había nada en el mundo que me gustara más que verla celosa pero que no se pudiera quejar. Y sé que soy mala al hacer eso pero le tiene que quedar claro que él es mi hombre. Y punto.

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Volví!!!!! Ueuee!! Bueno, qué os ha parecido??? Un besazooo!!

Después de La Elegida - MaxéricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora