Capítulo 10

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Narra América:

Al ver su rostro quedé inmóvil. No podía creerlo. ¿Qué hacía él aquí? No podía ser.

- ¿Q-ué haces t-tú aquí? - pregunté mientras le miraba a los ojos y rezaba porque Maxon no tardara demasiado.

- ¿Te ha gustado mi sorpresa? - dijo con una sonrisa de suficiencia.

Vi cómo con su mano derecha sacaba una pistola, y la cargaba.

- K-Kota, ¿q-qué estás ha-haciendo? - seguí preguntando aterrada intentando salir de su agarre.

- Divertirme, como tú. ¿No se puede uno divertir o qué?

- S-sí, p-pero no de es-sa forma... ¿n-no crees?

Él rió como una bruja. Esto me daba terror. La última vez que vi a Kota fue cuando papá falleció y no tuvimos una conversación bonita a decir verdad. ¿Dónde está Maxon?

Narra Maxon:

Vi como el hermano de mi esposa sacaba una pistola de su bolsillo y la cargaba. ¡Dios, América! ¿Qué podía hacer?

Vi a mi mujer llorar, y el terror en sus ojos. Kota rió. Ahí se acababa su juego.

Corrí hacia un guardia, uno de los pocos que había, y al parecer no había vsito nada porque preguntó qué ocurría.

- Eh... - no sabía qué decir. - Le diré la verdad pero yo quiero intervenir, no usted soldado Lenon - él asintió. - Mi mujer está en peligro, deme la pistola.

- ¿¡Qué!?

- Sí, pero yo intervengo, no usted.

- No puedo hacer eso, va contra la ley...

- Se lo ordeno, Lenon, deme la pistola, ¡venga!

Él me la tendió arrepentido. La cogí y salí corriendo por donde había venido.

Al llegar vi a América llorar silenciosamente y apretar los ojos. Mientras, Kota, iba hacia atrás lentamente apuntando con la pistola a la cabeza de mi esposa.

- ¡Eh! - grité fuerte con la ira corriendo por mis venas. - ¿Qué te crees que haces, pelirrojo?

América abrió los ojos y vi más terror todavía en ellos. ¿Por qué? ¿No debería de estar aliviada por haber sido salvada? Flipo con esta mujer.

Le pregunté con la mirada y ella solo negó y siguió llorando.

Estaba atada a una silla y no se podía mover. Tenía la boca tapada con cinta y tampoco podía hablar. Dios, necesitaba hacer algo pero no entendía el porqué de su llanto.

- ¡Maxon! ¡Qué grata sorpresa! - exclamó riendo. - América no se alegra mucho de verte, ¿cierto, hermanita? Ay, pero qué tonto, ¡si no puedes hablar! - y siguió carcajeándose.

- ¡Suéltala! - ordené levantando y cargando la pistola. Él siguió riendo como si nada.

- Ay, Maxon, Maxon... Ojalá todo fuera tan sencillo en esta vida, ¿eh? No pienso soltarla, es mi hermanita...

Por el rabillo del ojo y disimuladamente pude observar a América. Seguía llorando.

- ¡Suéltala! Ella no te ha hecho absolutamente nada.

- ¿Que no? - preguntó desafiante. - Mira, tu estúpida mujercita te ha estado engañando todo este tiempo...

No me creía absolutamente nada de lo que Kota decía. ¿Cómo me va a engañar América? Si me dice que me quiere cada día...

Después de La Elegida - MaxéricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora