Los verdaderos dioses son los que se atreven a desafiar las leyes, a ser diferentes, a cumplir sus sueños.
Seamos verdaderos dioses y destruyamos juntos a los humanos.
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Black estaba de pie en el balcón, apoyando las manos en la barandilla de madera, y Zamasu estaba a su lado, ambos admiraron los alrededores.
—Somos seres celestiales, los mortales son inferiores a nosotros y la humanidad es una desgracia, no merece existir y debe ser exterminada para construir un mundo perfecto. —Dijo Zamasu.
Black Goku asintió con fingida atención, muy en el fondo se preguntó si había algo que lo distinguiera de Goku, si sus habilidades eran las mismas o si su poder era diferente, si era lo suficientemente fuerte para derrotar a sus oponentes y si su plan para devastar el mundo se llevaría a cabo con éxito.
Constantemente se preguntaba por qué los seres mortales aún existían y por qué los dioses les permitían seguir viviendo. Se preguntó por qué los dioses no podían simplemente eliminar a la humanidad.
—¿No te molesta que yo haya tomado el cuerpo de un vil mortal para lograr nuestro objetivo? —preguntó Black, a lo que Zamasu se sorprendió un poco por esa pregunta.
El kaio sonrió con desgana, y se apoyó en la barandilla, mirando a los ojos de Black, su rostro se oscureció, guió su mirada hasta detenerla en los finos labios del moreno.
—No me molesta —hizo una pausa—, ese cuerpo te permite hacer lo que sea necesario para exterminar a la humanidad y construir el mundo perfecto que tanto anhelamos. Además, el cuerpo de Son Goku te da una apariencia imponente y temible.
Black ante esa última apelación levantó una ceja.
—¿Te gusta cómo se ve el cuerpo de ese sayajin mientras lleva mi alma?
Zamasu tragó y abrió un poco la boca, miró a Black a los ojos, se acercó a él.
—Sí...
Zamasu lo miró detenidamente, sintió como su estómago sentía un ligero cosquilleo. Aunque estaba concentrado en su objetivo de exterminar a los seres mortales y construir un mundo perfecto, había algo dentro de él que lo envolvía cada vez que veía la figura de Black Goku, ese cuerpo, ese cabello, aunque tenía el mismo cuerpo que ese mortal, había algo que lo atraía como una polilla a la luz.