Soy Uchiha [ Naruto Fanfic]

S.T. [2]: ¡Equipo!

 "Si pudieras volar 

yo sé que no volverías

te perdería en ese cielo, ese cielo tan azul...

Aunque tu crees saber lo es el dolor 

ni te imaginas quizás lo que es sufrir en verdad pero guardo mis palabras al verte partir 

ve y descubre todo por tu cuenta 

Despierta ya 
de tu sueño este es el mundo 
en realidad 

Extiende ya tus alas 
y ve a explorar".

Exhaló vagamente al terminar de cantar. El viento movió su larga coleta y ella entrecerró un poco los ojos pero sin quitar la mirada del azul cielo despejado. Para alguien que decía que odiaba todo, el color del cielo era la excepción. Aquella belleza que poseía la tranquilizaba y le hacía olvidar cada uno de sus pecados, tanto que hasta cantaba esa canción que le escuchó a una niña de un pueblo.

Le pareció perfecta para describir el azul del cielo.

Era un deleite, y se preguntaba curiosamente si existía alguien que tuviese ojos así. Había observado en varios lugares que las personas tenían tonos de ojos diferentes, incluso en la organización-familia donde vivía, pero hasta ahora, no encontraba a nadie con ese azul que tanto admiraba.

La claridad del color le recordaba la inocencia y pureza, algo que ella perdió desde el primer día que asesinó a otra persona sin titubear. Sus manos se manchaban de sangre siempre, y no se cansaba por que después de todo, se trataba de su trabajo.

Uno al que le tenía bastante obsesión.

Soltó una risita, vaya que sí que le encantaba recordar las caras de sus víctimas antes de asesinarlas, aunque era un poco asqueroso conservar la sangre en las palmas, cada muerte sumaba a su verdadera naturaleza de asesina.

— Terminé. Hora de irnos.

Obedeció a la orden de su superior y perezosamente se levantó estirando sus extremidades. Acomodándose la capa en la cintura pasó de largo a su compañera.

— ¿No piensas limpiarte la sangre?.

— Lo haré cuando lleguemos, Konan-san.— respondió sin voltear a verle.

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— ¡Devuélmelo rubia asquerosa!

— ¡Que soy hombre, joder!

Una enojada pelinegra trataba de alcanzar a un rubio de pelo largo que sostenía en la palma de su mano unos de los intocables guantes de la chica. Ella estaba más que furiosa por su atrevimiento así que dejando los juegos de lado activó su Dōjutsu para aparecer más rápido que un pestañeo delante de su asfixiante compañero. Él, sin haberse acostumbrado del todo a la rápidez de la chica no pudo evitar sorprenderse, cosa que no lo llevó a reaccionar a tiempo cuando la chica le dio una fuerte patada estampándolo con la pared del fondo de la guarida en la que residían.