Parte sin título 10

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Así fueron pasando varias semanas, Nicolás fue dado de alta tras realizarse la amputación y conseguirse una prótesis de pierna a la cual le fue muy difícil adaptarse, como era de esperarse su animo fue bajando tomando una personalidad depresiva, a pesar de que su nieta siempre lo cuidaba amorosamente y ahora el Caballero de Acuario junto con sus dos discípulos se habían unido a su pequeña familia el viejo cazador sufría por no poder sen tan útil y fuerte como antes. El santo de Acuario se encontraba por primera vez en su vida pleno, Contaba con el rango mas alto de la orden ateniense, un gran poder, sus discípulos le llenaban de orgullo y tenia el amor de su adorada Misha quien siempre le recibía con cariño y devoción cada tarde después de entrenar a los muchachos, y a pesar de las dificultades que representaba controlar a su mujer las noches de luna nueva la vida parecía perfecta.

Así fueron pasando los meses, y sin darse cuenta pasaron dos años mas, Isaac y Hyoga ya tenían 13 años y se encontraban en su ultimo año de entrenamiento, eran fuertes y hábiles, sin embargo Hyoga seguía aferrado al recuerdo de su madre, y aunque lo tratara de ocultar Camus sabia muy bien que el chico ruso había intentado alcanzar a su madre internándose en las profundidades del mar sin haberlo conseguido, ese duelo no curado le impedía desarrollar todo su poder, por lo que mas de una ocasión paso por la mente del francés que Isaac seria el portador mas adecuado de la armadura del Cisne y tal vez un digno sucesor, pues lo tenia todo, fuerte, implacable, justo y sobre todo contaba con una voluntad férrea y un corazón frió como el de su maestro. Los adolescentes a pesar de ser consientes de su rivalidad para conseguir la armadura sagrada del cisne tenian una amistad tan pura que parecían hermanos, se ayudaban y protegían mutuamente, y a pesar de que generalmente el Finlandes sobresalía ante el ruso, el chico rubio se esforzaba para mantenerse a la altura de su compañero, y sin importar que cada vez se acercaba mas la hora en la que se enfrentarían por el ropaje sagrado de Cignus su amistad y compañerismo parecían no mermar.

Cierta noche un pensativo Hyoga se encontraba sentado al borde del portal de la cabaña mirando hacia las caprichosas luces verdeazulosas de la aurora boreal, Misha era para para los muchachos como una mezcla entre madre y hermana mayor, quien les aportaba esa dosis de cariño y ternura durante el durisimo entrenamiento, ademas que su punto de vista de las cosas era completamente diferente al de su maestro, cosa que sorprendía mucho a los chicos pues jamas se hubieran imaginado que su maestro se emparejaria con una mujer tan emocional y expresiva como era Misha, totalmente lo contrario a su mentor. Sentándose a su lado la joven de cabellos plateados tocó el hombro del rubio para que este notara su presencia y con preocupacion maternal se encaró al adolescente:

-Misha- Hyoga, casi no cenaste hoy, ¿te pasa algo?

El rubio sonrió irónicamente y le contesto en lenguaje de señas.

-Hyoga- No, Misha, estoy bien no te preocupes

-Misha- Entonces no te gustó lo que les cociné esta noche.

Dijo con cara de tristeza y decepción de si misma.

-Hyoga- No, no, ¡Para nada! todo lo que preparas es delicioso, es solo que no tenia mucha hambre...(En lenguaje de señas)

-Hyoga- Es solo que creo que nunca estaré a la altura de Isaac, ni alcanzaré las expectativas del maestro... (En lenguaje hablado)

Ella ladeó su cabeza en señal de interrogación, sus finas y hermosas facciones iluminadas con la luz de la luna y la aurora boreal hacían brillar con un halo azuloso su piel contrastando con el rojo de sus ojos.

-Misha- Extrañas a tu madre, ¿verdad?

El muchacho la miraba atentamente mientras ella le hablaba con sus manos.

La luz de tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora