Parte sin título 12

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La nevada aldea siberiana apenas dormía apacible en la obscura noche de luna nueva, las pálidas estrellas regalaban una tímida luz que se reflejaba en la blanca nieve, hombres y bestias estaban sumidos en un sepulcral sueño que le daban un aire fantasmal a las calles. El guardián de acuario avanzaba sigiloso en busca de algún sonido, alguna señal de altera de la presencia de Quione, los escasos ululares de algunas lechuzas hicieron girar los ojos del francés encontrando un par de lechuzas marrones revoloteando cerca de un árbol, por lo que decidió caminar un poco mas. Silencio... Silencio... los minutos pasaban entornes cargados de incertidumbre y temor que se dibujaban en el juvenil rostro del ruso quien avanzaba silenciosamente pegado a los muros de las construcciones, en busca de algo que pareciera inusual, una luz, una huella o un sonido que le advirtieran del peligro. Aun era para el imposible creer la extraordinaria explicación que le dio su maestro hace algunos minutos, no entendida como es que Misha pudiese ser el monstruoso lobo blanco de aquella noche, y mas confuso para el era estar al asecho de otra posible forma fantástica que la mujer de los ojos rojos pudiese tomar... todo parecía sacado de una especie de novela de terror, sin embargo su pecho latía con determinación, confiaba en las palabras de su maestro y haría todo lo posible por proteger a la del cabello plateado.

Es difícil saber cuanto tiempo trascurrió desde que los guerreros del hielo se internaron a la aldea en búsqueda de Quione, recorriendo sus callejuelas sin éxito hasta que... una luz anunciaba que los habitantes de aquella morada no dormían mas, Hyoga que se encontraba a unas dos calles de distancia apretó el paso hacia aquella luz que se fue expandiendo rápidamente iluminando los callejones y retumbando los muros con los gritos desgarradores de los hombres. Un grupo de unas 10 personas armadas con antorchas, picos, palas y rifles luchaban con lo que parecía ser una gran montaña de brillante nieve, que a cada paso que el adolescente se acercaba a la escena la imagen se iba aclarando revelando una escena que le paró los latidos del corazón. Se trataba de un monstruo... era un oso enorme de alrededor de 5 metros de alto, con tres cabezas que rugía fúricamente, sus enormes garras brillaban como el acero con la luz de las antorchas, en su lomo se batían enormes y níveas alas que arremolinaban la nieve y las llamas, las las patas traseras eran como las de los lobos y su enorme cola golpeaba los pilares de madera de la vivienda haciéndola vibrar, en una de las cabezas justo en la de en medio se retorcía entre sus fauces una niña de unos 6 años de edad que estaba fuertemente prensada a nivel del muslo derecho y cadera, llorando desconsoladamente presa del dolor y miedo que la bestia le producía y en la cabeza lateral izquierda colgaba una joven de unos 13 años totalmente inconsciente atravesada por los colmillos del animal a nivel del abdomen y pelvis, los aldeanos disparaban sus armas sin embargo eran completamente inútiles ante Quione.

Hyoga elevo al máximo su cosmos, pero al ver lo que ocurría no se podía dar el lujo de esperar mientras el monstruo continuaba martirizando a sus victimas, así que en un primer intento de detenerlo lanzo un rayo de aire frió hacia una de las cabezas del animal, hacidndo girar sus tres pares de ojos hacia el joven ruso que abria como platos sus azules orbes ante la impresionante figura de la mitológica Quione en todo su esplendor. La bestia agito sus garras mandando a volar a algunos pueblerinos y produciéndoles profundas heridas a otros con sus afiladas y metálicas garras, mientras la sangre de las victimas teñía un rojo camino por donde avanzaba. Hyoga giraba su cabeza en busca de su maestro el cual no aparecía por ningún lado, así que en un arrebato de valor y determinación elevo una vez mas el cosmos en su interior trazando con sus manos y piernas las estrellas de la constelación del cisne, concentro nuevamente todo su poder en sus manos, y para lanzar la técnica que recientemente había prendido de su mentor.

-Hyoga- ¡Polvo de diamantes!

El ataque del ruso dio justo en la cabeza que aprisionaba del vientre a la jovencita, haciendo enfurecer a Quione quien avanzaba lentamente resistiendo el chorro de aire frió que surfia de las manos entrelazadas del adolescente. Los aldeanos que permanecían cocientes miraban impresionados la batalla entre el chico y la bestia, despertando juntándose rápidamente una muchedumbre al rededor de la escena. De repente un segundo rayo plateado se unió al ataque del ruso haciendo que la bestia soltara a la jovencita de sus fauces, cayendo justo entre sus patas delanteras en un charco de sangre.

La luz de tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora