Parte sin título 11

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Entrada ya la noche un muy sobrio Camus entro seguido del devastado ruso que caminaba con la cabeza gacha y los ojos llenos de lagrimas, Misha estaba sentada en la sala bordando un mantel y Nicolás estaba a su lado inmerso en la lectura de un polvoso y viejo libro mientras disfrutaban del calor que irradiaba la chimenea encendida. Poco tardaron en notar el par de rostros desencajados que atravesaron silenciosos la estancia.

-Nicolás - viajero, ¿ocurre algo malo?

Pregunto el lisiado con su voz grave y preocupada. Camus giro el rostro en dirección de Hyoga haciendo que este último se encogiera de culpabilidad. Miro hacia los que estaban frente a la chimenea y dijo tanto en voz alta y lenguaje de señas para que todos los presentes pudiesen entenderle.

-Camus- Ha pasado algo terrible, Isaac ha muerto... Se ha perdido entre las corrientes del mar.

Nicolas palideció mientras cerraba cuidadosamen su libro con sus temblorosas manos. Misha se puso de pie mientras llevaba ambas manos a su cabeza en una expresión de incredulidad y devastación mientras dejaba escapar un gemido de dolor. Caminó unos pasos para acercarse al santo de oro y con la cabeza. Negaba frenéticamente mientras sus lagrimas empapaban su pálido rostro. Camus solo la miro fijamente sin reafirmar la negación de su mujer, por lo que Misha busco con la mirada a Hyoga el cual solo seguía con las celestes orbes clavadas en el piso aguantando contener el llanto. La mujer se acercó al muchacho tomando con sus níveas manos el bronceado rostro del ruso y con la esperanza de conseguir una respuesta alentadora le pregunto ¿que había pasado?.

Hyoga seguía inmóvil con la mirada gacha y los puños apretados, sin responder a las preguntas que la ninfa le hacia desesperadamente, Camus la tomo del brazo y la aparto un tanto violentamente del muchacho para mirarla fijamente por unos segundos, para luego caer en el pecho del francés aferrándose a su playera desmangada. El galo poso su mano derecha sobre la espalda de su mujer y miro fijamente al rubio.

- Camus- ahora como único discípulo no significa que ya tienes ganada la armadura del cisne. Prepárate Hyoga que de ahora en adelante el entrenamiento será más duro que nunca.

Nicolas no daba crédito a las crueles palabras del francés, Hyoga estaba destruido por la culpabilidad, y su maestro lo trataba con extrema dureza y frialdad.

-Nicolás- Camus, Hyoga solo es un niño...

-Camus- Tienes razón Nicolás, si Hyoga no es capaz de afrontar las consecuencias de sus acciones con valor y prefiere ser un niño que va a llorar en las faldas de su madre puede abandonar cuando quiera el entrenamiento, un cobarde así no será digno de vestir una armadura sagrada.

Miro nuevamente al chiquillo que permanecía inmóvil y sombrío parado en medio de la estancia.

-Camus- pero si Hyoga decide continuar por la senda del guerrero soportara estos últimos meses hasta probar que es un hombre, un hombre digno de alcanzar el rango de caballero de Athena, merecedor de portar el ropaje de Cignus, eso hubiera deseado Isaac, es lo mínimo que podemos hacer para honrar su memoria.

El santo de acuario que tomo de la barbilla a su mujer y le indicó coon una ademan de su cabeza que debía irse a descansar, después de todo en su estado no era conveniente someterla a tales penurias. Ella se resistía a la recomendación de su amado pero finalmente se fue a recostarse como Camus y Nicolás le recomendaron.

Al otro día, muy temprano la esposa del guardián de acuario se encontraba en camino a la playa congelada con un ramo de flores silvestres que ofrecería como despedida a su querido niño finlandés, aquel que quiso como un hermano o incluso como a un hijo. Se arrodilló en el borde de la gruesa capa de hielo y dejó caer las pequeñas flores junto con algunas de sus cristalinas lágrimas. Una cálida mano se posó en el hombro de la ninfa, esta giró su rostro para ver de quien se trataba encontrándose al ruso quien apenas era reconocible por sus ropas y su dorada melena ya que su rostro se encontraba completamente inflamado por múltiples golpes. La chica de ojos rojos, casi se desmaya al ver la cara de su querido chiquillo ruso, y como impulsada por un resorte se puso en pie para examinar al muchacho quien se resistía a el examen de la fémina.

La luz de tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora