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Era viernes, por fin, la semana se me había echo demasiado larga, y eso que solo llevamos una semana de curso. No había visto a los chicos esta semana.Me puse unos leggins, una camiseta blanca de mangas cortas y una sudadera encima.Me puse los vans y me hice una cola. Suspiré. Odiaba las colas, ya que no me gustaba como me quedaban. Después de desayunar, lavarme los dientes y maquillarme un poco, me colgué la maleta y salí con cuidado de casa. Mientras me dirigía al ascensor me puse los audífonos, iba a elegir una canción y antes pulsé el botón del ascensor y las puertas se abrieron.Maldición, mejor no haberlo hecho. Allí estaba Milo con una pelirroja, besándole el cuello, mientras que esta tenía una pierna en su cadera, y Milo sujetaba su muslo. Ellos me miraron, los miré con una ceja alzada. Rodé los ojos y di media vuelta. Pulsé una canción cualquiera de mi reproductor y una canción empezó a sonar.
Bajé los escalones dolida, porque pensé, que por algún casual, podría gustarle a Milo. Bajé el último escalón y tiré de la gomilla que sujetaba mi pelo. Eché mis pelos ondulados hacia abajo poniéndolos un poco en orden. Me puse la gomilla en mi muñeca y saqué mi gorro de la mochila poniéndolo. Hice una mueca antes de salir. ¿Por qué tenía tan mala suerte?
Abrí la puerta de salida y el frio dio en mi rostro, haciendo que me estremeciera. Después de soltar un largo suspiro, y de llamarme estúpida por ilusionarme, empecé a caminar hacia el instituto.
¿Por qué Milo iba a fijarse en mí? Podría tener a cualquiera, es más, tiene a cualquiera.

- Seré absurda - murmuré.
Como era normal, me estaba quedando dormida en las explicaciones de los profesores, Jennifer, que estaba sentada a mi lado, tenía que despertarme de vez en cuando.

- ¿Qué te pasa? - me preguntó entre clase y clase.

- Te acuerdas que te conté que Milo me.... - mordí mi labio.

- Te besó, si - asintió.

- Esta mañana, llamé al ascensor, y el estaba con una chica - hice una mueca.

- ¿¡HACIENDO QUE?! - abrió sus ojos de par en par.

- El le besaba el cuello.
- Que puto - siseó.Suspiré.- No sé por qué pensé que le gustaba. - El profesor entró, así que tuvimos que dejar la conversación.

Cuando salimos de clases intenté que no habláramos de eso, así que estuve esquivando el tema, y lo conseguí. Me iba a casa andando, necesitaba estar sola, más de lo que ya estaba, ya que siempre estaba sola en mi habitación, o sola en casa.

-Adiós - me abrazó Jennifer - Hablamos después.

- Si - asentí. Me puse los audífonos y el reproductor en modo aleatorio. Tardé 45 minutos, sinceramente, no me importó.
Me llevé toda la tarde encerrada en mi habitación. Jack y mi madre estaban trabajando, así que estaba sola de nuevo. Intenté memorizar a Platón.
El timbre sonó, miré la hora, las seis de la tarde. Fruncí el ceño y fui a abrir la puerta. Allí me encontré a Milo, apoyado en el quicio de la puerta.

- Hola - sonrió.

- ¿Que quieres? Estoy ocupada - dije cortante.

- ¿Otra vez bañando al pez? - alzando una ceja.

- ¿Es que vas a coger por rutina venir a molestarme los viernes? - alcé una ceja.

- ¿Molestarte?

- Si.

- ¿Estas molesta por lo que vistes esta mañana?

- ¿Por qué debería estarlo?

- Eso me pregunto yo.

- Pues no estoy molesta - me crucé de brazos.

- Pensé que lo estabas.

Hacerte creer « Milo Manheim, Meg Donnelly » Donde viven las historias. Descúbrelo ahora