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Respiré hondo y me mentalicé a mi misma a pensar con claridad mientras que el nudo en mi estómago se retorcía.

- Necesito asimilar todo lo que ha pasado, mañana hablamos, ¿Vale? - sentí la mirada de Milo de dolor quemando mis ojos.

- Está bien - dijo al fin y me dejó ir. Me di la vuelta y giré el pomo de la puerta despacio, salí de la habitación, caminando por el pasillo tragando la bilis que subia por mi garganta mientras que revivía en mi cabeza lo acontecido hacia tan solo unas horas.
Al abrir la puerta de casa mi madre se adelantó. Entré saludando con un "hola".

- ¿Por qué estabas en casa de Milo? - me preguntó y supe que quizás empezara un interrogatorio. Me obligué a mi misma a contestarle.
- Fuimos a cenar a McDonalds, después dimos un paseo, pero volvimos por que Milo no se encontraba muy bien. Y ha estado vomitando, por eso estaba allí con él - dejé que las mentiras salieran fluidas de mi boca - Y creo que yo también voy a vomitar. - me apresuré por el pasillo, quitándome la chaqueta y tirándola al suelo del cuarto de baño, me incorporé sobre el inodoro y eché todo lo que había comido esa noche. Ni siquiera me di cuenta de que mi madre estaba a mi lado sujetándome el pelo y murmurando que no deberíamos de comer comida basura.
Ignoré lo que estaba diciendo mientras intentaba recomponerme a mi misma. Cuando estuve preparada me levanté.Mi madre me ayudó cogiéndome de la cintura. Aunque si caía yo, caía ella. Me agarré al lavabo, me hice una cola baja y lavé mis dientes, mientras que ella aún murmuraba sobre el mal estado que tenían que tener las hamburguesas que nos habíamos comido.
Me acompañó a mi habitación, abriendo mi cama, me tendí en ella sin la intención de quitarme la ropa. Hoy había sido un día largo, duro y raro. Sentí que me quitaba mis botas y las dejaba a un lado.

- Estás pálida - dijo tocando mi frente.

- Estoy bien, solo algo cansada - murmuré. Desabrochó mis pantalones. Levanté mis caderas para que le fuera más fácil quitarmelos. Despues me puso los pantalones del pijama e hizo lo mismo con la camiseta. Después me tapó con las mantas, sintiendo como el calor y la comodidad invadian mi cuerpo.

- Te prepararé un té con limón, a ver si eso te sienta bien, y le haré otro a Milo - murmuró antes de salir de mi habitación. Respiré hondo, tenía que avisar a Milo de mi mentira. Abrí los ojos y miré alrededor a ver si estaba mi móvil por allí encima.Lo ví encima de mi escritorio, me incorporé y lo cogí. Me volví a acostar y entré en WhatsApp. Abrí la conversación que tenía con Milo.

« Le he dicho a mi madre que estabas vomitando, va a llevarte un té, haz el papel » le envié.

Él no tardó en contestar.
« Vale, pero ¿Por qué le dijiste eso?»

« No puedo hablar ahora, mañana te lo digo »

Cerré la conversación y puse el móvil donde estaba. Volví a tenderme en la cama.
Mi madre no tardó en llegar con un vaso de té con limón. Lo puso encima de mi escritorio mientras que se enfriaba.

- Voy a llevarle a Milo el suyo.

- Vale - murmuré.
Ñ
Escuché como abría la puerta de la calla y llamaba al timbre. A los segundos escuché la puerta abrirse, y después varios murmullos. Mi madre no tardó n regresar.
- Incorpórate - me ordenó, y así lo hice.

- Mamá estoy bien - me apoyé en la pared y puse mi almohada en mi espalda.

- Tomate esto - me dió el vaso
- Tienes muy mala cara - hizo una mueca. Suspiré y tomé un sorbo del té. Mi madre se sentó en la silla que estaba junto a mi escritorio.

- Milo se ve un buen chico - casi me ahogo con el té cuando dijo eso.

- Si, lo es - dije pensando más allá de lo que a Milo se dedicaba.

Hacerte creer « Milo Manheim, Meg Donnelly » Donde viven las historias. Descúbrelo ahora