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- No se como tu madre piensa que puedes hacer algo malo - se echó hacia atrás, pero no lo suficiente.

- No quiero cometer un error - hice una mueca.

- Un error - repitió Milo, y miró hacia otro sitio. - Claro, ¿Por que no me había dado cuenta? ¿Por que ibas a querer besar a un narcotraficante? - rió irónico. - Soy una basura.

- ¿Que? NO, Milo ¿Que dices? - me acerqué a él y le giré la cara para que me mirara. - No es eso - susurré. - Solo que... No es que no quiera besarte, es solo que... temo ilusionarme, no quiero salir herida, por que sé que solo soy un... Juego para ti - bajé mi mano de su rostro y suspiré.

-Yo no juego contigo Meg , créeme, si solo hubiese querido
sexo de ti, ya lo habría conseguido, no soy de insistir mucho con las chicas ¿Sabes? Si una no cuela, busco a otra. - se encogió de hombros.

- Entonces... - susurré.

- ¿Por qué contigo insisto? No lo se - se pasó su mano por su pelo - Supongo que por que eres diferente, ninguna chica antes me había pegado, ni se había resistido tanto a mi - me miró y se acercó a mi - Algo de mi, no puede alejarse de ti, tengo curiosidad sobre ti. Eres la única chica que me llamó la atención física y mentalmente - me inspeccionó de arriba a abajo. Intenté controlar mis nervios.

- Quizás es por que nunca te interesaste en conocerlas más allá de la cama - susurré.

- Ninguna me llamó la atención, pero tú... - lamió sus labios - no se que tienes, y daría lo que sea por saber que estás pensando ahora - murmuró.

- Pienso que estás loco - mordí mi labio. Él rió entre dientes y se separó de mi.

- ¿Quieres saber si sigo viendo a mi familia?

- No hace falta que me cuentes si no quieres.
Milo me ignoró.

- Mi madre viene de vez en cuando con mis hermanos pequeños, pero mi padre no acepta a lo que me dedico, y se niega a verme. Mi madre tampoco - suspiró - Pero soy su hijo, y supongo que siente debilidad, o yo que sé. Ya sabes como son las madres - me miró. Asentí.

- ¿Vemos si hay algo en la tele?

- Vale - me quité los tacones para estar más cómoda.

- Milo - el me miró mientras encendía la televisión. - Con lo de los territorios, te refieres a que hay más "bandas" a parte de la tuya? - pregunté.

- Así es - se volvió a sentar a mi lado.

- ¿Por qué sob "enemigos"? - hice de nuevo las comillas con mis dedos.

- Ellos se dedican a lo mismo que nosotros, obviamente, hay problemas con el territorio y el dinero. Quien llega antes, se lleva la droga y el dinero.

- Oh, esta bien.

- Voy a ponerme cómodo, ¿Quieres que te traiga algo?

- Si pudieras darme una sudadera...

- Claro, ahora vengo - Milo salió del salón dejándome un lío en la cabeza. Entonces ¿ Qué quería decir con lo que había dicho?
Jadeé y metí mi cabeza entre mis rodillas. Todo esto era como una película.

- Aquí tienes - Milo entró por la puerta y levanté la cabeza. - ¿Te encuentras bien? - me dio la sudadera.

- Si - le sonreí - Solo estaba pensando. Me quité los pendientes y las pulseras y lo dejé todo encima de la mesa.

- Voy a por una manta - Milo volvió a salir por la puerta y me di cuenta de que sus pantalones del pijama eran del Monstruo de las galletas. Reí. Antes de que llegara me quité mi camiseta y me puse la sudadera de Milo. Él no tardó en llegar con una manta.

- ¿Ryan también se dedica a lo mismo que tú? - le pregunté.

- Si - Milo me dio una parte de la manta.

- Y ¿quien...? - me interrumpió.

- ¿ Esto es un interrogatorio Donnelly? - alzó una ceja.

- Lo siento, solo es que, esto es diferente a todo lo que había conocido, y solo tengo curiosidad - me encogí de hombros.

- ¿Que quieres saber? - suspiró. Lo miré asustada.

- ¿ En serio? - le pregunté.

- Sep, pero -sonrió - Tienes que besarme. - Reí y negué con la cabeza. - Vamos, quiero saber de que sabor es el gloss que llevas puesto.

Me sonrojé. Milo empezó a acercarse a mi, retrocedí hasta que ya no había más sofá. La manta estaba en el suelo. Y Milo estaba prácticamente encima mía, sin dejar caer todo su peso en mi. Mi pulso se aceleró ante la proximidad. Milo miró mis ojos, y después mis labios. Acortó la distancia juntando nuestros labios. Puse mis manos más a bajos de sus mejillas. Milo se separó un poco de mis labios.

- Tenemos que hacer algo con esas manos frías - rió, reí con él y volvimos a besarnos.  

Hacerte creer « Milo Manheim, Meg Donnelly » Donde viven las historias. Descúbrelo ahora