33🍍

603 33 3
                                    

Me giré para mirarlo. Tenía una sonrisa en su rostro, le sonreí. Milo tenía sus manos en mis caderas, rodeé su cuellos con mis brazos.Una canción de pitbull sonaba en toda la discoteca. Empecé a bailar con Milo. Me acerqué a él. Fruncí el ceño, olía a porro. Lo miré a los ojos, él me estaba mirando. Me fijè y sus ojos estaban rojos.
Pero no era el único, Cody estaba sentado en un sofá con la misma cara que tenía Milo.

- ¿Va algo mal? - me preguntó acercándose a mi oído. Negué con la cabeza.

- Voy a besarte - me susurró de nuevo. Un escalofrío me recorrió la columna. Me cogió del mentón y juntó sus labios con los míos. Su boca sabía a vodka y a porro. No me importó. Ni siquiera me importó que alguien se nos quedase mirando. Ya que escuchaba algunos " Eso es meter la lengua hasta la garganta "
Milo me apretó de las caderas hacia él.
Pasé mis dedos por su nuca. Lo noté estremecerse y sonreí. Me separé un poco de él. Volvió a besarme, pero esta vez en un beso más corto. Sonaba . Sonreí y bailé sensualmente junto a él.
Cuando ya llevaba un rato de la canción bailando, Milo me pegó a él tanto que no pasaba ni un folio de aire entre nosotros. Me echó el pelo hacia atrás, ya que estaba detrás mía. Mordió mi oreja.
- Deberías de moverte así, solo para mi, mientras que te quitas la ropa - dijo con voz ronca. Mordí todo mi labio de abajo. Gruñó, se separó de mi, cogió mi mano y tiró de mi fuera de la sala. Lo seguí a paso rápido intentando no caerme.

- ¿Donde vamos? - le pregunté cuando salimos a la calle.

- ¿Van a volver a entrar? - preguntó el portero.

- Si - dijo Milo. El portero le puso una señal a Milo en la mano, miré hacia los demás que estaban allí.

- ¿Meg? - preguntó un chico.
Lo miré y me fijé en su cara.

- Oh dios, ¿Carlos? - sonreí.

- Si! - sonrió. Me solté del agarre de Milo y fuí a saludar a mi amigo.
Le di dos besos. - ¿Como te va? - me preguntó.

- Muy bien ¿y a ti?

- La verdad es que me ha ido mejor.

- Oh, ¿Y eso?

- Meg...- se escuchó a Milo. - Vamos nena - me metió prisa.

- Emmmm... - hice una mueca.

- Tienes que irte - sonrió Carlos. - Bueno, ya hablamos.

- Claro - sonreí y le di dos besos.

- Por cierto, no tengo tu numero.

- Apunta - Carlos sacó su móvil y se lo di. Después de que Milo me volviera a meter prisa.
- Esta bien, ya nos ponemos en contacto..

- Si, adiós - me despedí.

- Hasta luego - Milo cogió mi mano y volvió a caminar rapido.

- Milo - reí - ¿Donde vas tan rápido?
Milo me giró cuando ya estabamos en una calle diferente a la de la discoteca. Me pegó a la pared acorralándome.

- Maldita sea - murmuró. - Deberías alejarte de mi.

- No me dejas - susurré. El rió.

- Tu no quieres - me susurró.

- Podría hacer un esfuerzo.

- No, no podrías nena.

- ¿Por qué no me dejas ir?

- Lo necesito, por eso lo quiero.

- ¿El que?

- Joder Meg te has convertido en mi adicción. Estoy tan encadenado a ti, que apenas puedo moverme. Pero me gusta, eres la más dulce de las drogas.
Me quedé en un pequeño shock y mi interior daba pequeños saltitos.

- ¿Tengo que sentirme alagada?

- Oh nena, no sabes cuanto - sonrió. Le sonreí de vuelta.

- ¿Te he dicho lo guapa que vas hoy? - preguntó.

- No, hoy no me dijiste nada - Milo me rodeó por mi cintura, juntandome a él. Rodeé su cuello con mis brazos.

- Vaya, que poco caballeroso por mi parte. Va usted perfecta señorita. - Yo reí.

- ¿Ya te leíste 50 sombras? - le pregunté.

- Si - rió - Y he apuntado muchas ideas. - Volví a reír con él.

- No tienes remedio.

- Nunca lo tengo cuando estoy contigo. - Sonreí. Mi móvil sonó. Me separé de él y lo saqué de mi escote.

- ¿Lo has llevado ahí todo este tiempo?

- Si - le sonreí. Miré el móvil. Era la alarma de que tenía que estar en casa dentro de 1 hora.

- ¿Y....? - me preguntó.

- Dentro de una hora tengo que estar en casa - hice una mueca.

- Entonces vamos a coger las chaquetas - cogió mi mano.

- ¿Ya nos vamos?

- Si, tengo planeado algo mejor en esta hora para los dos. - me sonrió.
Junté mis labios, ¿A que se referiría?
Yo esperé fuera de la discoteca mientras que Milo iba a por nuestras chaquetas.

- Así que... con Manheim - dijo Carlos poniendose a mi lado.

- Si, ¿Por qué?

- Quizás no sepas la fama que tiene él.

- Si, lo se. Vive a mi lado - fruncí el ceño.

- Oh, no deberías juntarte con el.

- Creo que soy lo suficientemente mayor para saber con quien juntarme.

- No sabes a que se dedica Meg.

- Si lo se - Milo salió. - Ahora mi me disculpas, me voy. - Milo me ayudó a ponerme la chaqueta y me dio mi bolso.

- Todo el mundo sabe quien eres - entrelacé nuestros dedos.
Milo se encogió de hombros.

- Es normal.

- Pues yo no te conocía, ni siquiera había escuchado hablar de ti.

- Eso es por que no estabas en el mal mundo.

- Oh, y ¿Eso está bien? - le pregunté.

- Eso está muy bien - me sonrió.
No tardamos mucho en llegar al coche. Me subí en el coche y Milo puso la calefacción.

- Esto está mejor - dije cuando el coche se puso más calentito. -¿Que tienes pensado hacer?

- Bueno... - sonrió - Ya lo verás.

- No se por qué pero no me fió de ti - lo miré mientras hacia una mueca.

- ¿No te fías?- frunció el ceño.

- Nop - sonreí abiertamente.

- Vaya, pues creo que debes de cambiar eso, nena.

Hacerte creer « Milo Manheim, Meg Donnelly » Donde viven las historias. Descúbrelo ahora