Daga y mi ángel guardián

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El tiempo es relativo, eso escuché o leí una vez, no lo recuerdo bien, honestamente he perdido la noción del tiempo y mis recuerdos con ella, como si la inmortalidad fuese una simple condena a la que estoy atada, porque con ella se vuelve gloria, hasta que me pongo a pensar en que, cualquier día, los dioses decidan descender de sus tronos, y tratar de aniquilarme o convencer a Mon de hacerlo. Él me dio su palabra que no interferirá, pero los dioses Daxam, son más embusteros que Rao, aun cuando se dicen generosos, lo cual son pero solo con sus seguidores, no con un ser como yo.

Kara ha aprendido a controlar sus dones, usándolos a su beneficio, sigue siendo honorable por supuesto, ya que piensa que le sirven para ayudar a más personas, como en el colegio donde evita constantemente que Maggie siga con sus fechorías, esa niña nunca aprenderá, ni siquiera cuando Sam le ha dado buenas golpizas, mi Kara solo la detiene, pero la princesa del inframundo, no se tienta el corazón para patearle la cara, es un bello entretenimiento.

Imra sé que no cederá, nunca, espero que cuando esté bajo las ordenes de Samantha siendo un demonio, le sujeten bien las cadenas de la bestia caza almas que será, ya que en esta vida, en su poca humanidad que le queda, se ha impuesto cortejar a mi rubia, aun cuando ella la aleja de todas las formas posibles, me consuela saber que los dioses no pueden usarla, Lucifer enfurecería y ahora él sabe que es conveniente estar de mi lado, ¿quién lo diría?, el rey del inframundo siendo más bondadoso y justo que los dioses, ahora entiendo que Yahveh lo creó con libre albedrio por una razón.

Sí, estos siete meses han pasado más rápido que un amanecer, curioso, el silencio del mundo, la tranquilidad ante mi romance con Kara, como dice Sam, es sumamente preocupante, ellos en cualquier momento pueden solo convertir el sol en rojo para despojarme de mis poderes, o un eclipse lunar que haría lo mismo, no creí que fuese tan vulnerable a cambios tan sencillos de los dioses en los astros y satélites como le llaman los humanos.

Hoy he decidido venir a mi cueva, Kara no lo sabe, es una suerte que esté en clases, no las necesita pero sabe que debe ser aplicada, para que Kal-El no ponga excusas como que la estoy corrompiendo, en realidad lo he hecho, aunque no en el ámbito académico, sonrío recordando nuestra noche en constantes movimientos pasionales y sexuales, la niña tiene talento, pronto cumplirá 17 años, la edad que es importante para las mujeres de EL, ahí sabré si ella es para mí, oh solo me obsesionado con ella, porque sus dones la llevarán a la cima de la sabiduría, tal vez convirtiéndola en una mujer innegablemente importante para su linaje, sí es así, tal vez vería nuestra relación como un error y yo, no sé si estoy lista para aceptarlo.

Conozco sus debilidades y poseo el permiso de Samantha para usar su castillo en Rumania, ella poco a poco comenzaría a olvidarse de nuestro avance, de nuestra relación, como si yo jamás hubiese aparecido en su destino, inclinándose tal vez por Mon, eso es lo preocupante, Mon, también entrará a los 17 años, su caso es distinto, no perderá los recuerdos pero sí será más vulnerable a que los dioses lo usen, por esa razón los hombres de ambos linajes, El y Or, jamás han sido aptos para obtener dones, solo han servido para procrear, las mujeres siempre deben elegirlos, él, sí es elegido por Kara, no podrá oponerse, incluso cuando haya dado su palabra, al tenerla cerca, el amor que sienten desde su nacimiento lo cegará, viéndola como la joya única que debe resguardar para siempre, he ahí el problema, pues prometí no hacerle daño, sin embargo esa visión de Kara, da mucho que pensar.

-Hoy está muy callada señorita Kieran-

Levanto la vista viendo al poseedor de esa voz, uno de los sirvientes de Samantha, comúnmente se le veía por este mundo, por el bosque encantado, buscando criaturas demoniacas para llevarlas al infierno, pocas veces huyen pero cuando lo hacen, propagan plagas innecesarias entre los humanos, así que él, siendo el más fiel sirviente de la princesa debe llevar a cabo tan difícil tarea, era un joven delgado con escasos músculos, castaño de ojos azules, un rostro angelical, muchos rumores iban y venía sobre la razón de que cayera al reino de Lucifer, cuando sus alas demostraban que había sido un ángel menor, jamás le he preguntado, no me concierne. Siempre llevaba ropajes negros con rojo, como si fuese un antiguo pueblerino de una aldea Británica.

Si no es conmigo con nadie vas a estarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora